El arbol de plata.
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baltaga
Jose Alcaraz
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Frase Célebre : despacio que voy de prisa
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El arbol de plata.
Mar 23 Abr 2013, 3:53 pm
El árbol de plata
Escrito por Profesor Navarro
Domingo 26 de Abril de 2009 17:54
Mis compañeros y yo, nos trasladamos al pueblo de San Luis Soyatlán, en la ribera del lago Chapala, a instancias de dos lugareños, quienes nos invitaron a revisar ,“la cueva del mostrador,” ellos tenían interés de, “darle una esculcada a la cueva”, basados en una relación que se habían conseguido y guardaban desde hacía mucho tiempo, la leyenda escrita en Español moderno, debido a que el documento original se transcribió, a causa del deterioro que presentaba.
“Juramento que hacemos, en compañía del capitán Don Martín Toscano, en el pueblo de Nueva Valladolid, siendo siete los compañeros, juramos de muerte, que el dinero que escondimos en el cerro del mostrador, tendríamos que estar todos, pa cuando saquemos parte, la maldición se da, al que no obedezca el juramento y le vendrá muerte.
Cuando el gobierno nos halló, tuvimos que cambiarnos para el cerro de la quemada, en el departamento de Nueva Valladolid, acarreamos dos bolsas cada uno, porqué no teníamos remuda, todo lo demás se quedó en la cueva.
Se hizo el mapa para no perdernos, por no tener seguridad de volver pronto, en la entrada grande de la cueva, está una laja mocha clavada con un barreno, el barreno da para el entierro más grande, a veinte varas se destapa una piedra lisa marcada con flecha, se sigue la seña a siete pasos, el dinero está tapado con barañas y tierra encima. En un papel escrebimos las señas, de los otros dos entierros, los huesos son de Juan Fonceca hay que dejarlos en paz.
Según se nos informó, los hermanos que nos invitaron, son nietos de un lugarteniente que fue, de Martín Toscano, es por eso que obra en su poder la relación.
La leyenda reza, que Martín Toscano, un atrevido y famoso asaltante, que terminó sus correrías a principio del siglo pasado, acompañado por numeroso contingente de facinerosos, escondió en diferentes lugares, gran cantidad de dineros, producto de la rapiña de sus bien planeados asaltos a poblados y “conductas”, se presume que dentro de la mencionada cueva, está todavía un importante botín.
Nuestros invitadores nos esperaban provistos de suficientes caballos, para trasladarnos cómodamente montados, emprendimos viaje un contingente de ocho personas y tres perros, amén del potrillo hijo de una de las caballerías, después de tres horas de cabalgar, llegamos al lugar previsto, me parece interesante informar, que para los que no estamos acostumbrados a montar, después de viaje tan prolongado, se dificulta permanecer decorosamente de pie después de tocar tierra, ni hablar del calambre, que se siente en la parte corporal que estuvo en contacto directo con la montura, quien más quien menos, experimentamos esa peculiar incomodidad, después de un buen rato, recuperada la ecuanimidad, nos dedicamos a recorrer el área, con agrado comprobamos, que es muy probable que el lugar fuese habitado por la gavilla de Toscano, aunque la acción del tiempo y los elementos, se encargaron de modificar la topografía, encontramos suficientes indicios, para permitirnos imaginar como fue, en la época de los sucesos.
Algunas piedras, que fueron acomodadas a manera de parapeto, dispuestas de manera que presentaran alguna protección en caso de ataque, recuperamos veinte casquillos de calibre 30/30 y .44 sumamente oxidados, estos, sin duda no son propiedad de la gente de Toscano, en la época cuando esta gente merodeaba por ahí, no se habían inventado las balas con casquillo, estos últimos fueron disparados, en la época de “Los Cristeros,” se sabe que bandas de esos “defensores de la fe”, incursionaban por esa zona.
El hallazgo, no descarta la posibilidad de la teoría, que avala que la cueva fue ocupada por la gente de Martín, llegamos hasta el sitio y con el auxilio de la luz de nuestras lámparas, penetramos al antro, el lugar ofrece suficientes espacios nivelados, para poder pernoctar dentro con cierta comodidad, a pesar de los numerosos “escarbaderos”, que frustrados buscadores han infligido al terreno desde hace mucho, después de corto recorrido, encontramos trozos de tejido de lo que pudo haber sido sacos de costál, desempolvamos también, un gran trozo de tejido de lana negra, de lo que parece ser parte de una prenda de abrigo de las llamadas zarape, pusimos en acción los detectores, pasándolos por todos los lugares accesibles sin obtener resultados, después de algún tiempo de ejecutar la maniobra, interrumpimos el procedimiento, para mover unas rocas que estorbaban, la roca en la entrada principal que servía de indicador primario, había sido removido y así desapareció la oportunidad, de efectuar la búsqueda con bases factibles, observamos que del techo, se habían desprendido grandes masas de roca y eso también contribuye a las dificultades que ahora se multiplican.
El güero detectó objeto metálico, debajo de un montón de tierra, removimos material suficiente para dar con una pistola antigua, del tipo que se carga por la boca, esa arma corresponde sin temor a equivocarse, a la época en que se supone que Martín deambuló por el territorio, la madera del arma, había desaparecido carcomida por el tiempo y la humedad, el metal también muy deteriorado, se pudo apreciar que el utensilio fue envuelto en trapos de lana, tratando de preservarla, dimos por terminada la exploración sin más incidentes, consumimos algunos alimentos y después de largo rato en amena charla y en medio de bromas y chascarrillos nos retiramos al interior de la cueva para pernoctar.
Intenso frio, nos hizo despertár bien de madrugada, a favor de la fogata, que hábilmente se dispuso, el reconfortante calorcillo pronto nos devolvió el buen ánimo, reforzado con café que como siempre, el servicial Rubén se había tomado la molestia de preparar, decidimos que dentro de la cueva no había nada más que hacer y después de comer, algunos tacos doraditos a las brasas, recogimos bártulos y partimos de regreso.
Montados en nuestros nobles corceles, emprendimos el descenso, el sol estaba ya alto, sin embargo, el frio seguía siendo muy intenso, con voz temblorosa, me dirigí a Manuel para indicarle: “Compadre sube el vidrio”, el interpelado me contestó con voz igualmente trémula:
“Mi caballo no tiene vidrios,” repliqué, no me refiero a los vidrios del caballo, sinó al vidrio de la botella que está dentro de mi mochila, aclarado el asunto, todos tuvimos oportunidad de “subir el vidrio”, para entre pecho y espalda, recetarnos un generoso y reconfortante trago, que nos proporcionó algo de artificial calorcillo.
La bajada de regreso al pueblo, es muy empinada y la vereda muy tortuosa, debido a ese particular, no se facilitaba entablar la acostumbrada conversación y permanecíamos sin hablar, el silencio solo era interrumpido por la fuerte voz, de uno de los guías quien “nos deleitaba”, entonando canciones campiranas, que por cierto yo nunca había escuchado, pienso que la letra de algunas, bien podría haber sido fruto de la inspiración del cantador.
El mayor de nuestros acompañantes, me llamó para preguntarme, si nos gustaría platicar con Nico, de paso nos tomaba y no tendríamos que desviarnos mucho, me informó que, el aludido tenía en su poder, “unos tejos de plata” que había recogido, al pie de un árbol quemado por efectos de un rayo, sucede que el hombre, caminaba por el campo y le llamó la atención el árbol que todavía humeante, presentaba los estragos que el fuego le había infligido, con interés de recoger algunas astillas de la resinosa madera, el paseante se acercó al tronco y con gran sorpresa descubrió dos grandes placas de plata fundida, la cual había solidificado sobre la tierra, Nico ni tardo ni perezoso recogió los pedazos del preciosos metal, cuando lo conocimos, la mitad de eso lo había vendido a un comerciante ambulante, la menor de las dos porciones, todavía la conservaba, todos estuvimos de acuerdo, en aprovechar la oportunidad, para darle merecido descanso a nuestro magullado trasero y nos allegamos con rapidez a la morada, del “suertudo,” el hombre, acudió de inmediato al llamado de nuestro acompañante.
Después de las obligadas presentaciones, nuestro nuevo anfitrión, nos invitó a pasar a su casa y no tardó en llegar el obsequio, de un gran jarro de té de canela caliente, por manos de las damas de casa, entramos en materia, el hombre sin reticencia, nos informó que en efecto, había encontrado “los tejos de plata”, al pie de un árbol que se había quemado, posteriormente acompañado de su hijo, regresó para revisar con detenimiento el lugar, el muchacho, trepó por el tronco hasta el lugar donde dos gruesas ramas se bifurcan, en el hueco formado por las ramas, estaba un bote de lata medio quemado, nuestro informante intuyó, que algunas monedas de plata, habían sido escondidas dentro del recipiente, al quemarse el árbol, las monedas se fundieron y la plata escurrió hasta el suelo, donde se solidificó en forma de placas, terminando de decirlo, el hombre dejó su asiento para entrar a un cuarto y sin tardanza, regresar trayendo consigo un trozo de plata de forma muy irregular, alargó hacia mí el metal, estimo su peso en cuando menos cuatro kilogramos, durante largo rato, sostuvimos interesante conversación, que ahora versaba sobre tesoros ocultos, por supuesto, nuestro anfitrión aportó lo suyo, al acervo de leyendas y relaciones, que tenemos la suerte de enriquecer constantemente.
La particular y rara coincidencia, que le permitió a Nico descubrir el fino metal, fue también tema importante, la plática seguía sin desmerecer, para desviar un poco la atención, nuestro interlocutor, dirigiéndose a mí, inquirió el motivo por el que yo calzaba zapatos tenis, a su pregunta, contesté que, mis botas por ser nuevas, empezaban a molestarme y había decidido deshacerme de ellas, el hombre sin pensarlo mucho, me preguntó si me interesaría hacer cambalache, me daría el trozo de plata a cambio del calzado, de inmediato acepté la propuesta, el trato quedó consumado, al entregarle mis botas y él al alargarme el “tejo”, producto del “árbol de plata.”
Escrito por Profesor Navarro
Domingo 26 de Abril de 2009 17:54
Mis compañeros y yo, nos trasladamos al pueblo de San Luis Soyatlán, en la ribera del lago Chapala, a instancias de dos lugareños, quienes nos invitaron a revisar ,“la cueva del mostrador,” ellos tenían interés de, “darle una esculcada a la cueva”, basados en una relación que se habían conseguido y guardaban desde hacía mucho tiempo, la leyenda escrita en Español moderno, debido a que el documento original se transcribió, a causa del deterioro que presentaba.
“Juramento que hacemos, en compañía del capitán Don Martín Toscano, en el pueblo de Nueva Valladolid, siendo siete los compañeros, juramos de muerte, que el dinero que escondimos en el cerro del mostrador, tendríamos que estar todos, pa cuando saquemos parte, la maldición se da, al que no obedezca el juramento y le vendrá muerte.
Cuando el gobierno nos halló, tuvimos que cambiarnos para el cerro de la quemada, en el departamento de Nueva Valladolid, acarreamos dos bolsas cada uno, porqué no teníamos remuda, todo lo demás se quedó en la cueva.
Se hizo el mapa para no perdernos, por no tener seguridad de volver pronto, en la entrada grande de la cueva, está una laja mocha clavada con un barreno, el barreno da para el entierro más grande, a veinte varas se destapa una piedra lisa marcada con flecha, se sigue la seña a siete pasos, el dinero está tapado con barañas y tierra encima. En un papel escrebimos las señas, de los otros dos entierros, los huesos son de Juan Fonceca hay que dejarlos en paz.
Según se nos informó, los hermanos que nos invitaron, son nietos de un lugarteniente que fue, de Martín Toscano, es por eso que obra en su poder la relación.
La leyenda reza, que Martín Toscano, un atrevido y famoso asaltante, que terminó sus correrías a principio del siglo pasado, acompañado por numeroso contingente de facinerosos, escondió en diferentes lugares, gran cantidad de dineros, producto de la rapiña de sus bien planeados asaltos a poblados y “conductas”, se presume que dentro de la mencionada cueva, está todavía un importante botín.
Nuestros invitadores nos esperaban provistos de suficientes caballos, para trasladarnos cómodamente montados, emprendimos viaje un contingente de ocho personas y tres perros, amén del potrillo hijo de una de las caballerías, después de tres horas de cabalgar, llegamos al lugar previsto, me parece interesante informar, que para los que no estamos acostumbrados a montar, después de viaje tan prolongado, se dificulta permanecer decorosamente de pie después de tocar tierra, ni hablar del calambre, que se siente en la parte corporal que estuvo en contacto directo con la montura, quien más quien menos, experimentamos esa peculiar incomodidad, después de un buen rato, recuperada la ecuanimidad, nos dedicamos a recorrer el área, con agrado comprobamos, que es muy probable que el lugar fuese habitado por la gavilla de Toscano, aunque la acción del tiempo y los elementos, se encargaron de modificar la topografía, encontramos suficientes indicios, para permitirnos imaginar como fue, en la época de los sucesos.
Algunas piedras, que fueron acomodadas a manera de parapeto, dispuestas de manera que presentaran alguna protección en caso de ataque, recuperamos veinte casquillos de calibre 30/30 y .44 sumamente oxidados, estos, sin duda no son propiedad de la gente de Toscano, en la época cuando esta gente merodeaba por ahí, no se habían inventado las balas con casquillo, estos últimos fueron disparados, en la época de “Los Cristeros,” se sabe que bandas de esos “defensores de la fe”, incursionaban por esa zona.
El hallazgo, no descarta la posibilidad de la teoría, que avala que la cueva fue ocupada por la gente de Martín, llegamos hasta el sitio y con el auxilio de la luz de nuestras lámparas, penetramos al antro, el lugar ofrece suficientes espacios nivelados, para poder pernoctar dentro con cierta comodidad, a pesar de los numerosos “escarbaderos”, que frustrados buscadores han infligido al terreno desde hace mucho, después de corto recorrido, encontramos trozos de tejido de lo que pudo haber sido sacos de costál, desempolvamos también, un gran trozo de tejido de lana negra, de lo que parece ser parte de una prenda de abrigo de las llamadas zarape, pusimos en acción los detectores, pasándolos por todos los lugares accesibles sin obtener resultados, después de algún tiempo de ejecutar la maniobra, interrumpimos el procedimiento, para mover unas rocas que estorbaban, la roca en la entrada principal que servía de indicador primario, había sido removido y así desapareció la oportunidad, de efectuar la búsqueda con bases factibles, observamos que del techo, se habían desprendido grandes masas de roca y eso también contribuye a las dificultades que ahora se multiplican.
El güero detectó objeto metálico, debajo de un montón de tierra, removimos material suficiente para dar con una pistola antigua, del tipo que se carga por la boca, esa arma corresponde sin temor a equivocarse, a la época en que se supone que Martín deambuló por el territorio, la madera del arma, había desaparecido carcomida por el tiempo y la humedad, el metal también muy deteriorado, se pudo apreciar que el utensilio fue envuelto en trapos de lana, tratando de preservarla, dimos por terminada la exploración sin más incidentes, consumimos algunos alimentos y después de largo rato en amena charla y en medio de bromas y chascarrillos nos retiramos al interior de la cueva para pernoctar.
Intenso frio, nos hizo despertár bien de madrugada, a favor de la fogata, que hábilmente se dispuso, el reconfortante calorcillo pronto nos devolvió el buen ánimo, reforzado con café que como siempre, el servicial Rubén se había tomado la molestia de preparar, decidimos que dentro de la cueva no había nada más que hacer y después de comer, algunos tacos doraditos a las brasas, recogimos bártulos y partimos de regreso.
Montados en nuestros nobles corceles, emprendimos el descenso, el sol estaba ya alto, sin embargo, el frio seguía siendo muy intenso, con voz temblorosa, me dirigí a Manuel para indicarle: “Compadre sube el vidrio”, el interpelado me contestó con voz igualmente trémula:
“Mi caballo no tiene vidrios,” repliqué, no me refiero a los vidrios del caballo, sinó al vidrio de la botella que está dentro de mi mochila, aclarado el asunto, todos tuvimos oportunidad de “subir el vidrio”, para entre pecho y espalda, recetarnos un generoso y reconfortante trago, que nos proporcionó algo de artificial calorcillo.
La bajada de regreso al pueblo, es muy empinada y la vereda muy tortuosa, debido a ese particular, no se facilitaba entablar la acostumbrada conversación y permanecíamos sin hablar, el silencio solo era interrumpido por la fuerte voz, de uno de los guías quien “nos deleitaba”, entonando canciones campiranas, que por cierto yo nunca había escuchado, pienso que la letra de algunas, bien podría haber sido fruto de la inspiración del cantador.
El mayor de nuestros acompañantes, me llamó para preguntarme, si nos gustaría platicar con Nico, de paso nos tomaba y no tendríamos que desviarnos mucho, me informó que, el aludido tenía en su poder, “unos tejos de plata” que había recogido, al pie de un árbol quemado por efectos de un rayo, sucede que el hombre, caminaba por el campo y le llamó la atención el árbol que todavía humeante, presentaba los estragos que el fuego le había infligido, con interés de recoger algunas astillas de la resinosa madera, el paseante se acercó al tronco y con gran sorpresa descubrió dos grandes placas de plata fundida, la cual había solidificado sobre la tierra, Nico ni tardo ni perezoso recogió los pedazos del preciosos metal, cuando lo conocimos, la mitad de eso lo había vendido a un comerciante ambulante, la menor de las dos porciones, todavía la conservaba, todos estuvimos de acuerdo, en aprovechar la oportunidad, para darle merecido descanso a nuestro magullado trasero y nos allegamos con rapidez a la morada, del “suertudo,” el hombre, acudió de inmediato al llamado de nuestro acompañante.
Después de las obligadas presentaciones, nuestro nuevo anfitrión, nos invitó a pasar a su casa y no tardó en llegar el obsequio, de un gran jarro de té de canela caliente, por manos de las damas de casa, entramos en materia, el hombre sin reticencia, nos informó que en efecto, había encontrado “los tejos de plata”, al pie de un árbol que se había quemado, posteriormente acompañado de su hijo, regresó para revisar con detenimiento el lugar, el muchacho, trepó por el tronco hasta el lugar donde dos gruesas ramas se bifurcan, en el hueco formado por las ramas, estaba un bote de lata medio quemado, nuestro informante intuyó, que algunas monedas de plata, habían sido escondidas dentro del recipiente, al quemarse el árbol, las monedas se fundieron y la plata escurrió hasta el suelo, donde se solidificó en forma de placas, terminando de decirlo, el hombre dejó su asiento para entrar a un cuarto y sin tardanza, regresar trayendo consigo un trozo de plata de forma muy irregular, alargó hacia mí el metal, estimo su peso en cuando menos cuatro kilogramos, durante largo rato, sostuvimos interesante conversación, que ahora versaba sobre tesoros ocultos, por supuesto, nuestro anfitrión aportó lo suyo, al acervo de leyendas y relaciones, que tenemos la suerte de enriquecer constantemente.
La particular y rara coincidencia, que le permitió a Nico descubrir el fino metal, fue también tema importante, la plática seguía sin desmerecer, para desviar un poco la atención, nuestro interlocutor, dirigiéndose a mí, inquirió el motivo por el que yo calzaba zapatos tenis, a su pregunta, contesté que, mis botas por ser nuevas, empezaban a molestarme y había decidido deshacerme de ellas, el hombre sin pensarlo mucho, me preguntó si me interesaría hacer cambalache, me daría el trozo de plata a cambio del calzado, de inmediato acepté la propuesta, el trato quedó consumado, al entregarle mis botas y él al alargarme el “tejo”, producto del “árbol de plata.”
- baltagaIdentidad Certificada
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Localización : Guerrero
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Re: El arbol de plata.
Mar 23 Abr 2013, 5:11 pm
excelente historia Martin toscano ha inspirado muchas como esta y mas que seguiran saliendo saludos y va su punto compañero.
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- PachitoGran Experto del Foro
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Localización : Guaymas, Sonora, México
Frase Célebre : Los locos hacemos camino, que un dia aquellos que se hacen llamar cuerdos recorreran.
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Re: El arbol de plata.
Mar 23 Abr 2013, 8:29 pm
Una mas de Toscano, para los compañeros amantes de la historia de este personaje, gracias por compartir mi estimado.
Saludos.
Saludos.
- guillermo flores hurtadoVoz de la Experiencia
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Edad : 51
Localización : ESTADO DE MEXICO
Frase Célebre : ¿QUIEN COMO DIOS?
Fecha de inscripción : 28/04/2011
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Re: El arbol de plata.
Mar 23 Abr 2013, 8:50 pm
MUY BUEN RELATO QUE NOS LLEVA A VIVIR LA AVENTURA DE SALIR A PROSPECTAR Y CON EL SIMPLE HECHO DE LEERLA SE ANTOJA A UN SERVIDOR QUE TENGO CORAZON DE AVENTURERO SEGUIRLOS CON LA IMAGINACION Y ESTAR CON UDS EN ESA FAMOSA CUEVA DE TOSCANO Y QUE DECIR DEL CAFECITO.
- guerrero1028Identidad Certificada
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Edad : 44
Localización : celaya
Fecha de inscripción : 02/01/2013
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Re: El arbol de plata.
Miér 24 Abr 2013, 11:45 am
buena historia sin duda , gracias por compartirla !
- daniel martinezIdentidad Certificada
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Localización : TUXTLA GUTIÉRREZ, CHIAPAS, MÉXICO.
Frase Célebre : Cada hombre tiene un tesoro que lo esta esperando. El alquimista (Paulo Coelho)
Fecha de inscripción : 29/09/2009
Puntos : 6562
Re: El arbol de plata.
Miér 24 Abr 2013, 3:52 pm
MUY BUENA HISTORIA COMPAÑERO, GRACIAS POR COMPARTIRLA, FELICIDADES POR EL TEJO DE PLATA¡¡¡¡¡¡¡¡
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