Tesoros Ocultos (B.C.S.)

del Profr. J. Jesús Castro Agúndez, edición 1963.

TESOROS OCULTOS

La búsqueda de tesoros ocultos en el territorio sudcaliforniano se justifica por que la parte meridional de la península fue, durante más de doscientos años de los trescientos que duro la dominación española, refugio de piratas y lugar de abastecimiento de agua de la Nao de China, en el lugar entonces conocido como Puerto de San Bernabé, hoy San José del Cabo. Agréguese a esto que en el largo periodo de las luchas por nuestra independencia, de las turbulencias suscitadas durante los primeros gobiernos independientes, de las intervenciones, de la reforma, del juarismo, de la dictadura Porfiriana y de la revolución maderista, el único lugar seguro en la región para guardar el oro y la plata de las minas, las perlas del mar y las monedas acuñadas en metales preciosos, fue la entraña  misma de la tierra.

Muchas historias de hallazgos de tesoros enterrados se cuentan a la luz de la luna, al calor de una chisporroteante hoguera, en el rincón más acogedor de la casa, bajo la enramada ranchera alumbrada por una lámpara de petróleo o en el bagacero de los molinos panocheros, concluidas las duras faenas del día.

¿Se acuerda, don Guillermo, de la caja llena de barras de plata y monedas de oro, que encontró don Trino de la Peña, cuando andaba buscando jícamas en Miraflores? - ¡Como no me he de acordar! Y también del barril repleto de dinero que saco Norberto Ceseña en una campeada, cuando al caballo que montaba se le hundió una de las patas traseras en el hueco donde estaba el tesoro… Y el baúl copeteadito de monedas que se encontró Felipe Avilés en el pozo que abrió don Jorge Alvarado  en La Paz buscando el tesoro indicado en una relación, con el que no dio por puritita casualidad, pues dejo descubierto uno de los lados del baúl, lo que sirvió para que Felipe diera con el… Y el montonal de dinero que escarbo junto al paredón una ‘‘cochi’’ persogada cerca de la casa de Sacramento Burgoin en Santa Catarina, cuando la familia estaba pobrísima y Sacramento ni trabajo tenia.

… Y todavía son más numerosas las relaciones de entierros que aún no han sido descubiertos. El de Santispaquis, en la Bahía de la Concepción; el de la Palmilla cerca de San José del Cabo; el de Santa Anita, en la ribera del arroyo que baja del picacho de San Lázaro; el de Pichilingue, cerca de La Paz,  que según la leyenda fue depositado ahí por el corsario ingles Drake; el de Santa Elena, en el centro de los Planes, que dejo Toribio Geraldo con todos los pesos que acumulo de la venta de perlas y novillos por más de veinte años; el de Mortero, que oculta el inmenso tesoro de Santiago Osio. ¡Y tantos más!