La iglesia de San Martín.

En ésta comunidad la religión juega un papel muy importante sobre todo en semana santa, días en los que se guarda luto por completo; donde tienen cabida celebraciones como el lavado de la ropa santa, el cambio de mayordomos y la entrega de trastes. Para cada día y cada celebración se tienen un sin fin de platillos diversos que van desde el atole de zarza, el atole blanco, pozole de trigo, el chilacayote dulce, las toritillas de trigo, hasta el pulque de olla, todo perfecto y minucioso en su elaboración, sin importar cuan tiempo lleve el proceso de creación, ya que eso es irrelevante.

En sus mujeres, sobre todo en aquellas de mayor edad se conserva aún los secretos de la lengua Mazahua y de las puntadas de sus tejidos, que sólo son trasmitidos de generación en generación como ha sido desde siglos atrás, de ello da cuenta Berenice Erendira Iturbide Quintero quien refiere “en los hogares continuamos hablando Mazahua porque nacimos y crecemos con esta lengua, es parte de nuestra vida, de nuestra cultura”; sin embargo, la cercanía con la cabecera municipal (Zitácuaro) ha generado que en gran medida se pierda el gusto por utilizar la vestimenta tradicional principalmente en las mujeres: labrada y faja hecha a mano con punto de cruz, falda con tablones, mandil y blusa en colores brillantes que denotan la alegría de todo un pueblo. Prendas que son sustituidas por “la moda” para no ser objeto de insulto y malos tratos por parte de los “citadinos” cuando se llega a la urbe; no obstante, son las ancianas quienes portan orgullosas sus bellísimos trajes como muestra a los jóvenes de lo orgullosas que están de su cultura, son ellas quienes defienden férreamente sus tradiciones e historia.

Algunas de las cuales se han convertido ya en leyendas reconocidas en la región como es el caso de los tesoros entregados, la mina, el paso de Jesús, la peña del padre y la leyenda de la campana de la cual se cuenta que en 1659 fecha de construcción de la iglesia de San Martín, los pobladores de aquel entonces fundieron en oro natural una campana con un peso superior a una tonelada misma que fue sumamente codiciada no sólo por el material en la que fue elaborada sino porque su repique era diferente, armonioso podría decirse.

Tal era su fama que en muchas ocasiones trataron de robarla; sin embargo, hay quien dice que la campana aumentaba su peso al doble o hasta el triple de lo normal; al respecto Don Aurelio Marín cuenta “en una ocasión lograron bajar la campana de su puesto en el campanario pero la fuerza de los ladrones desapareció al poner los pies en la puerta de la iglesia, todo esfuerzo fue en vano por llevarla más allá por lo que decidieron abandonarla antes que perder la vida en manos de la comunidad”.

Fue entonces que se sacrificaron algunos animales, principalmente venados para extraer de ellos las viseras (tripas) con las cuales desde entonces se ha sujetado la campana y nadie ha podido ya desatar los nudos hechos desde entonces; de ello no hay una fecha exacta e incluso hay quienes piensan que nunca paso lo antes relatado; lo cierto, es que cuando se toca el tema de la campana de San Martín, la gente enmudece y se niega a tocar el tema.

“Este ha sido siempre nuestro secreto” y más allá de si es verdad o no, la gente esta dispuesta a dar su vida para proteger “la campana”, misma que han querido cambiarnos por otras más grandes pero nunca haremos eso, refiere Don Aurelio. Actualmente en aquel campanario de San Martín existen tres piezas y se prohíbe a todo extraño a la comunidad la entrada al lugar como medida de prevención, toda vez que para la comunidad de Crescencio Morales esta campana representa uno de sus mayores tesoros, junto con su lengua y tradiciones.