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Leyenda de la Piedra Negra, LA CODICIA
Miér 23 Ene 2008, 12:50 pm
(Esta es la leyenda de la piedra negra se publico en El Unicornio, suplemento cultural de El Sol de Zacatecas, el 10 de Noviembre de 1991, pagina 5)
Todo dio principio por la natural ambición de dos amigos que decidieron abandonar de plano sus ocupaciones para aventurarse a buscar una mina que les diera riqueza. Allá por los ochentas del siglo pasado vivía en Zacatecas Misael Galán, fornido mocetón, tan entusiasta como ingenuo, que disfrutaba de un sueldo aceptable como empleado de un comercio dedicado a proveer las minas de la región de los elementos propios para el laboreo. En el almacén que estaba a su cargo se expendía pólvora, sogas, cubos para elevar el mineral y vaquetas para los cubos , barras, picos y cuñas para excavar, carbón para las fundiciones, etc., y Misael, en contacto con esos materiales soñaba con la oportunidad de poner en práctica sus pretensiones de minero, las instancias de Gildardo Higinio, su amigo de siempre que apoyaba sus propias inquietudes, le habían convencido de invertir sus ahorros en herramientas y materiales para iniciar la búsqueda del yacimiento.
Durante varios fines de semana, ambos amigos caminaron incansablemente por las montañas circunvecinas; especialmente inspeccionaron al poniente de la cordillera que separa a Vetagrande de la capital zacatecana ya que, según Gildardo, por sus pláticas con viejos gambusinos y sus ocho años de experiencia en las minas de San Acacio, sabía localizar fuentes metalíferas. - Por este lado las vetas son innumerables y atraviesan las montañas en todas las direcciones; lo que tenemos que hacer es descubrir una mina que no esté de manifiesto, ¡y a puro gozar! - ponderaba Gildardo Higinio. Comenzaron por acampar en los límites de lo que era terreno libre, donde ya durante cuatro o cinco días habían explorado siguiendo las instrucciones de Gildardo. Con su entusiasmo a cuestas recorrieron el camino a Vetagrande, pasaron por oficinas de beneficio, vieron pequeñas catas, bocas de mina. Máquinas de desagüe trabajando, labores antiguas, terrenos y graseros alrededor de los tiros; todo ello en singular contraste con las agrestes montañas que las rodean. Antes de llegar al cerro del Magistral se desviaron al oriente para empezar ahí su búsqueda; todo el día vagaron escudriñando los montes y al atardecer decidieron regresar al campamento para dormir. Al faldear una empinada loma, de improviso se toparon con la entrada de una cueva de extraño aspecto; a pesar de que habían cruzado varias veces por el lugar, no le parecía conocida, ¿les habría pasado inadvertida? ¡No, seguros estaban que antes no la habían visto! Como movidos por un mismo impulso, se acercaron a la entrada, con precaución. Ya dentro de la caverna, a poco andar se presentó ante sus ojos algo fantástico: incrustada en el peñasco se veía claramente una gran roca refulgente. Ante tan maravilloso descubrimiento, y pasada su sorpresa, los dos jóvenes lanzaron gritos de alegría, y con entusiasmo se dedicaron a escarbar alrededor de la piedra. "¡Esto es oro!", decían con exaltación los afortunados gambusinos. "Sin duda esta es la línea de una buena veta, comentaban. Buen tiempo trabajaron, alternándose en la tarea; mientras uno borneaba la barrena o sostenía la cuña que se incrustaba en los cantos de piedra, el otro golpeaba el marro, hasta que lograron su empeño. Desprendida la piedra, pasando por numerosos trabajos debido al peso de su carga y a lo accidentado del terreno, a campo traviesa lograron llevarla hasta el arroyo que baja de Vetagrande, y frente a ella quedaron extasiados contemplando su flamante tesoro.
Volviendo de su ensimismamiento, comenzaron por desconfiar de que hubiesen sido descubiertos por otros gambusinos de los muchos que merodeaban los alrededores, ocupados en el mismo que hacer de ellos. Tras breves minutos, y en medio del silencio nocturno que reinaba a su alrededor, concluyeron que estaban solos. No podían dormir, a pesar del cansancio y de ser ya pasada la media noche. Cada quien disfrutaba pensando lo que iban a disfrutar el resto de su vida con ese descubrimiento. Al recordar de nuevo la piedra, con sobresalto examinaban si había alguna amenaza que pusiera en peligro sus vidas o su preciado bien. A ratos se miraban uno al otro al otro con mutuo recelo e inquietud, sin saber definir hacia dónde se inclinaba su estado de animosidad. A la distancia sólo se escuchaban los ladridos de los perros del pueblo de Vetagrande. En su entorno se fueron espesando las sombras...
Vetagrande ha sido uno de los más ricos veneros de metales preciosos que ha fabricado la naturaleza en el estado de Zacatecas. Se ubica a cinco kilómetros de la capital del estado, y tanto por la extensión de sus trabajos como por las cuantiosas cantidades de minerales extraídos durante muchos años, dieron significativa fuerza al régimen colonial y propiciaron el desarrollo económico de la región. En breve tiempo a partir de su descubrimiento, se creó la villa de Nuestra Señora de Guadalupe de Vetagrande nombre oficial que tuvo al principio de la época colonial. Pese a que el gobierno español puso especial empeño en la organización de la producción minera, no se dispone de una cifra exacta de los rendimientos de las minas de Vetagrande durante el régimen virreinal; lo que si se sabe es que, tanto por la extensión de sus trabajos como por la enorme cantidad de plata que estos yacimientos produjeron al comienzo de su explotación, originaron que se creará la nobleza de Zacatecas. Los condados de Valparaíso, de Bernárdez y de Santa Rosa, fueron títulos de mucho esplendor. Existen curiosos documentos antiguos que establecen las fechas de apertura de las minas fundadas alrededor de Vetagrande; las de San Bernabé, Albarrada, los tajos de Pánuco, ostentaron tan alta ley en sus minerales que motivaron la búsqueda de otros yacimientos en las cercanías.
Las grandes expectativas de bonanza fueron causa principal de que toda la gente de Zacatecas estuviera vinculada a la rama de la minería. La palabra "plata" hizo que se poblaran Zacatecas y Vetagrande de mineros, gambusinos y buscones que se sostenían principalmente de la esperanza de encontrar una buena veta. Nadie sabe que pasó durante el resto de la noche, el caso es que al día siguiente un joven pastorcito descubrió los cuerpos yertos de los dos frustrados mineros; a toda prisa y con la excitación propia de quien ve la muerte por vez primera, a gritos divulgó su macabro encuentro.
Como fuego en un pajar corrió la noticia y muchos curiosos concurrieron al sitio señalado por el pastor. Diego Romo, representante de la autoridad, levantó acta que decía: "En el crucero del arroyo fueron recogidos dos cuerpos de quienes en vida respondieron a los nombres de Misael N. y Gildardo N. Presuntamente la causa de ambas muertes fue una riña entre ellos mismo, uno de ellos presenta fractura craneal producida, según todos los indicios por caída directa sobre una piedra que contiene oro pimente...". La tierra reclama al hombre que vuelva a sus raíces; los cuerpos fueron inhumados en sagrado; los motivos que condujeron a su muerte permanecieron en el misterio. Quizá ante la presencia del supuesto oro descubierto, los dos infortunados se vieron condenados a ser juguetes de esa fiera funesta que es la codicia. Y de la piedra??? También fue olvidada y poca atención le prestaron quienes sí conocían de metales, ya que a este compuesto de arsénico y azufre le atribuían escaso valor.
Re: Leyenda de la Piedra Negra, LA CODICIA
Vie 09 Ene 2009, 10:57 pm
Vetagrande, un lugar mágico, con un paisaje agreste y desértico, el acceso al pueblo es por el costado de un cerro, en su cementerio hay tumbas viejisimas, el altar de su iglesia esta construido de una madera muy escasa también, el lugar es famoso por los brujos y curanderos que ahí habitan, también hay numerosas leyendas, entre ellas la del toro que se aparecía a los trabajadores de las minas, tiene una vibra muy especial el sitio...
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