- Pedro CantúAdmin
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Por el antiguo camino real Chiapas-Guatemala
Mar 20 Ene 2009, 11:33 am
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Por el antiguo camino real Chiapas-Guatemala
Texto: José N. Iturriaga de la Fuente
Desde la época prehispánica, por el camino que corre junto al río grijalva salían Ámbar y cacao chiapanecos y llegaban jade y obsidiana; y durante la colonia, en esta ruta se realizaron importantes obras arquitectónicas civiles y religiosas.
En Chiapas se encuentran los restos de una vieja ruta, utilizada desde la época prehispánica, que iba de la Depresión Central de dicho estado hacia los Altos de Guatemala; por ese camino salían ámbar y cacao chiapanecos y llegaban jade y obsidiana guatemaltecos. Un elemento culturalque ya entonces identificaba a los pueblos de esa región, era la costumbre musical del tambor y el pito (una especie de flauta aguda), que a lo largo de la Colonia se mantuvo y amalgamó con el canto de alabados, y que aún hoy perdura.
En pleno virreinato, este Camino Real fue el más transitado durante aproximadamente los 100 años que corren de mediados del siglo XVI al XVII. Sus poblados “terminales” eran Chiapa de los Indios (hoy Chiapa de Corzo) en la provincia de San Vicente de Chiapa, y la ciudad de Guatemala (hoy Antigua, Guatemala), por el oriente. Debe recordarse que Chiapas dependió de la ciudad de México hasta 1544 y después pasó a la jurisdicción de la Capitanía General de Guatemala, en la Audiencia de los Confines. Un rasgo cultural que distingue a esa región desde la Colonia es el uso de la marimba, instrumento probablemente oriundo de África, aunque en Tailandia se encuentran algunas versiones primitivas. Hasta la fecha hay dos talleres artesanales tradicionales que construyen marimbas en Venustiano Carranza, el antiguo San Bartolomé de los Llanos, con bellos acabados de marquetería (¡se permiten las visitas!).
El antiguo Camino Real corría por la margen derecha del río Grijalva a partir de Chiapa de Corzo (con su formidable convento de Santo Domingo, que hoy alberga al Museo de la Laca, y otras iglesias); seguía por Acala, que conserva su parroquia de 1590, y continuaba a Ostuta, de cuyo templo sólo quedan las ruinas de sus muros; esos tres poblados pertenecían a la etnia chiapaneca, hoy desaparecida. “Visita” de Ostuta (o sea dependencia religiosa) eran los pueblos de Chiapilla y Totolapa, este último importante productor de ámbar.
El siguiente punto de la ruta era San Bartolomé de los Llanos (hoy Venustiano Carranza), pueblo tzotzil que desde tiempos precolombinos era notable por sus lienzos de algodón hechos en telar de cintura, ideales para el clima caliente, y que en la actualidad aún se elaboran a la manera tradicional (hay un taller abierto al público). Allí subsiste un interesante acueducto virreinal que termina en una caja de agua o especie de fuente.
A continuación se encontraba el pueblo tzeltal de Copanaguastla –hoy ranchería menor– y su magnífica iglesia plateresca del siglo XVI, de reminiscencia renacentista, cuyo arquitecto, fray Francisco de la Cruz, diseñó en un estilo europeo puro, sin influencias indígenas; la belleza de su fachada y la magnitud de su nave (de 72 m de largo por 12 de ancho y 20 de altura) la hacen uno de los principales atractivos de esta vía. “Visita” del anterior fue Soyatitán, con su iglesia del siglo XVI y un retablo mudéjar.
Se ubicaban después cuatro poblaciones en la región de los indios coxoh (de los que sólo sobreviven unas 20 personas y cuya lengua originaria se ha extinguido): Coapa, con ruinas de su iglesia del siglo XVI; Escuintenango (hoy colonia San Francisco), cuyo templo de la misma centuria está asimismo arruinado, pero hermoso; San José Coneta, con su extraordinaria iglesia del siglo XVII que permite apreciar en su fachada altorrelieves con motivos prehispánicos y pinturas sobre estuco en el arco de la puerta, también con un claro sabor precolombino; concluye la parte mexicana de este Camino Real en Aquespala (hoy colonia Joaquín Miguel Gutiérrez), con su iglesia abandonada. Todos estos vestigios coloniales son muy atractivos: rememoran poblaciones desaparecidas que hablan de esplendores pasados, hoy restos arquitectónicos en medio del campo, lejos de los caseríos y sus habitantes.
Se debe considerar como parte de esta ruta la insólita fundición metalúrgica colonial descubierta en Jolentón, municipio de Chicomuselo.
El Camino Real se recorría a pie, a lomo de mula o a caballo, ocasionalmente en andas –tratándose de gente principal– y a veces en hamaca, curioso método prehispánico que permitía al viajero importante instalarse cómodamente en ese genial invento. Las jornadas estaban calculadas para pernoctar en sitios con las facilidades necesarias de alojamiento y alimentación para las personas y sus bestias. En aquellos tiempos no había turistas; los viajeros eran comerciantes, frailes o empleados del gobierno civiles o militares; estos últimos no pagaban los servicios o bastimentos que recibían, sino que firmaban un libro de registro y al final del año los montos eran descontados de los tributos que debía pagar el poblado a las autoridades virreinales.
En Escuintenango había un servicio de canoas para cruzar a los viajeros por el río San Gregorio, y lo mismo en Aquespala para atravesar el río Agua Azul. Los equinos pasaban a nado (para que no se ahogaran, desde la embarcación se les levantaba el hocico con una cuerda). Escuchemos la descripción que hizo el dominico inglés Thomas Gage, hacia 1626: “...llegando hasta el valle de Copanaguastla en donde me holgué mucho con los religiosos y los indios y fui festejado según las costumbres del país que conoce más de la dieta epicureana que la Inglaterra o cualquier parte de la Europa. [En el río Grijalva] ningún hombre o bestia que viaja a Guatemala puede meterse en él, ni salir de Guatemala, sino pasándolo por barca. Y como el camino es muy usado y concurrido por los viajeros, y por lo que llaman recuas (cada recua consiste de cincuenta o sesenta mulas), la barca que cruza el río está ocupada noche y día y produce mucho dinero al pueblo al fin del año... Al cruzar el río, iban las pequeñas canoas delante de nosotros con los coristas de la iglesia cantando y otros tocando sus tambores y trompetas”.
Copanaguastla fue en el siglo XVI uno de los tres poblados más grandes de Chiapas (los otros eran Tecpatán y Chiapa de los Indios), con sus 10 mil habitantes en 1545; no obstante, las epidemias traídas por los españoles lo diezmaron y a mediados del siglo XVII ya sólo lo habitaban 10 familias. En otros pueblos del Camino Real sucedió lo mismo, y como, por otra parte, Chiapa de los Españoles (hoy San Cristóbal de Las Casas) fue creciendo y cobrando importancia, nuestro Camino Real fue abandonado. En la segunda mitad del siglo XVII la nueva ruta de Chiapas a Guatemala ya corría por los Altos, pasando por Comitán.
De los poblados del viejo Camino Real sólo subsistieron, como tales, Chiapa de los Indios, Acala y San Bartolomé. Todos los demás son “oro molido” para los arqueólogos, pues su corta vida de sólo un siglo permite asomarse a través de sus restos a los albores de la Colonia con gran claridad; ya que no se encimaron vestigios de épocas posteriores, son una especie de instantánea. (Contrario a lo que se cree, los arqueólogos no buscan joyas u obras de arte para los museos, sus tesoros son los cementerios y los basureros antiguos, que les permiten conocer cómo se desarrollaba la vida cotidiana de los pueblos).
Tuve el privilegio de visitar los lugares del primer Camino Real con su principal estudioso, el arqueólogo Thomas A. Lee Whiting (chiapanequísimo después de cuatro décadas de residencia). Bajando del avión en Ocozocuautla (el aeropuerto que sirve a Tuxtla Gutiérrez), me llevó directo a la cercana Sima de las Cotorras, profunda cavidad con pinturas rupestres, entre las que se encuentran manos humanas que pudimos observar en emocionante escalada. Al día siguiente partimos hacia la presa de La Angostura, y por la carretera que corre sobre su formidable cortina cruzamos el río Grijalva, hacia V. Carranza.
Por el rumbo de Copanaguastla se observa a lo lejos una montaña con largas cataratas que en algunos tramos caen verticales y en otros descienden vertiginosas por la inclinada pendiente; logramos llegar a ellas por un pueblo llamado San Cristobalito La Cascada y pudimos disfrutar el imponente espectáculo que mide cerca de un kilómetro de largo: ¡paraíso de acampadores, excursionistas, rapelistas y nadadores! Infinidad de pozas son jacuzis naturales. A este conjunto de cataratas, aún sin nombre, se accede por la carretera que va de V. Carranza a Tzimol, cerca de este último poblado.
Después de nuestros principales objetivos –las iglesias del antiguo Camino Real–, culminamos nuestro recorrido en un importante sitio de esa ruta durante la época prehispánica: Lagartero, ya en el límite de la frontera con Guatemala. Ocupado desde el año 200 a.C. hasta el 1523 d.C., Lagartero se ubica en una isla rodeada por pantanos y bosques de chicozapotes; su nombre no es casualidad: la zona está infestada de lagartos. Hay bellísimos manantiales que forman los Lagos de Colón y estanques naturales paradisiacos donde sí se puede nadar. La zona arqueológica consta de 165 estructuras, dos juegos de pelota, muros de fortificación, temazcales, ¡obras hidráulicas y subacuáticas y un muelle!
Fuente: México desconocido No. 287 / enero 2001
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Por el antiguo camino real Chiapas-Guatemala
Texto: José N. Iturriaga de la Fuente
Desde la época prehispánica, por el camino que corre junto al río grijalva salían Ámbar y cacao chiapanecos y llegaban jade y obsidiana; y durante la colonia, en esta ruta se realizaron importantes obras arquitectónicas civiles y religiosas.
En Chiapas se encuentran los restos de una vieja ruta, utilizada desde la época prehispánica, que iba de la Depresión Central de dicho estado hacia los Altos de Guatemala; por ese camino salían ámbar y cacao chiapanecos y llegaban jade y obsidiana guatemaltecos. Un elemento culturalque ya entonces identificaba a los pueblos de esa región, era la costumbre musical del tambor y el pito (una especie de flauta aguda), que a lo largo de la Colonia se mantuvo y amalgamó con el canto de alabados, y que aún hoy perdura.
En pleno virreinato, este Camino Real fue el más transitado durante aproximadamente los 100 años que corren de mediados del siglo XVI al XVII. Sus poblados “terminales” eran Chiapa de los Indios (hoy Chiapa de Corzo) en la provincia de San Vicente de Chiapa, y la ciudad de Guatemala (hoy Antigua, Guatemala), por el oriente. Debe recordarse que Chiapas dependió de la ciudad de México hasta 1544 y después pasó a la jurisdicción de la Capitanía General de Guatemala, en la Audiencia de los Confines. Un rasgo cultural que distingue a esa región desde la Colonia es el uso de la marimba, instrumento probablemente oriundo de África, aunque en Tailandia se encuentran algunas versiones primitivas. Hasta la fecha hay dos talleres artesanales tradicionales que construyen marimbas en Venustiano Carranza, el antiguo San Bartolomé de los Llanos, con bellos acabados de marquetería (¡se permiten las visitas!).
El antiguo Camino Real corría por la margen derecha del río Grijalva a partir de Chiapa de Corzo (con su formidable convento de Santo Domingo, que hoy alberga al Museo de la Laca, y otras iglesias); seguía por Acala, que conserva su parroquia de 1590, y continuaba a Ostuta, de cuyo templo sólo quedan las ruinas de sus muros; esos tres poblados pertenecían a la etnia chiapaneca, hoy desaparecida. “Visita” de Ostuta (o sea dependencia religiosa) eran los pueblos de Chiapilla y Totolapa, este último importante productor de ámbar.
El siguiente punto de la ruta era San Bartolomé de los Llanos (hoy Venustiano Carranza), pueblo tzotzil que desde tiempos precolombinos era notable por sus lienzos de algodón hechos en telar de cintura, ideales para el clima caliente, y que en la actualidad aún se elaboran a la manera tradicional (hay un taller abierto al público). Allí subsiste un interesante acueducto virreinal que termina en una caja de agua o especie de fuente.
A continuación se encontraba el pueblo tzeltal de Copanaguastla –hoy ranchería menor– y su magnífica iglesia plateresca del siglo XVI, de reminiscencia renacentista, cuyo arquitecto, fray Francisco de la Cruz, diseñó en un estilo europeo puro, sin influencias indígenas; la belleza de su fachada y la magnitud de su nave (de 72 m de largo por 12 de ancho y 20 de altura) la hacen uno de los principales atractivos de esta vía. “Visita” del anterior fue Soyatitán, con su iglesia del siglo XVI y un retablo mudéjar.
Se ubicaban después cuatro poblaciones en la región de los indios coxoh (de los que sólo sobreviven unas 20 personas y cuya lengua originaria se ha extinguido): Coapa, con ruinas de su iglesia del siglo XVI; Escuintenango (hoy colonia San Francisco), cuyo templo de la misma centuria está asimismo arruinado, pero hermoso; San José Coneta, con su extraordinaria iglesia del siglo XVII que permite apreciar en su fachada altorrelieves con motivos prehispánicos y pinturas sobre estuco en el arco de la puerta, también con un claro sabor precolombino; concluye la parte mexicana de este Camino Real en Aquespala (hoy colonia Joaquín Miguel Gutiérrez), con su iglesia abandonada. Todos estos vestigios coloniales son muy atractivos: rememoran poblaciones desaparecidas que hablan de esplendores pasados, hoy restos arquitectónicos en medio del campo, lejos de los caseríos y sus habitantes.
Se debe considerar como parte de esta ruta la insólita fundición metalúrgica colonial descubierta en Jolentón, municipio de Chicomuselo.
El Camino Real se recorría a pie, a lomo de mula o a caballo, ocasionalmente en andas –tratándose de gente principal– y a veces en hamaca, curioso método prehispánico que permitía al viajero importante instalarse cómodamente en ese genial invento. Las jornadas estaban calculadas para pernoctar en sitios con las facilidades necesarias de alojamiento y alimentación para las personas y sus bestias. En aquellos tiempos no había turistas; los viajeros eran comerciantes, frailes o empleados del gobierno civiles o militares; estos últimos no pagaban los servicios o bastimentos que recibían, sino que firmaban un libro de registro y al final del año los montos eran descontados de los tributos que debía pagar el poblado a las autoridades virreinales.
En Escuintenango había un servicio de canoas para cruzar a los viajeros por el río San Gregorio, y lo mismo en Aquespala para atravesar el río Agua Azul. Los equinos pasaban a nado (para que no se ahogaran, desde la embarcación se les levantaba el hocico con una cuerda). Escuchemos la descripción que hizo el dominico inglés Thomas Gage, hacia 1626: “...llegando hasta el valle de Copanaguastla en donde me holgué mucho con los religiosos y los indios y fui festejado según las costumbres del país que conoce más de la dieta epicureana que la Inglaterra o cualquier parte de la Europa. [En el río Grijalva] ningún hombre o bestia que viaja a Guatemala puede meterse en él, ni salir de Guatemala, sino pasándolo por barca. Y como el camino es muy usado y concurrido por los viajeros, y por lo que llaman recuas (cada recua consiste de cincuenta o sesenta mulas), la barca que cruza el río está ocupada noche y día y produce mucho dinero al pueblo al fin del año... Al cruzar el río, iban las pequeñas canoas delante de nosotros con los coristas de la iglesia cantando y otros tocando sus tambores y trompetas”.
Copanaguastla fue en el siglo XVI uno de los tres poblados más grandes de Chiapas (los otros eran Tecpatán y Chiapa de los Indios), con sus 10 mil habitantes en 1545; no obstante, las epidemias traídas por los españoles lo diezmaron y a mediados del siglo XVII ya sólo lo habitaban 10 familias. En otros pueblos del Camino Real sucedió lo mismo, y como, por otra parte, Chiapa de los Españoles (hoy San Cristóbal de Las Casas) fue creciendo y cobrando importancia, nuestro Camino Real fue abandonado. En la segunda mitad del siglo XVII la nueva ruta de Chiapas a Guatemala ya corría por los Altos, pasando por Comitán.
De los poblados del viejo Camino Real sólo subsistieron, como tales, Chiapa de los Indios, Acala y San Bartolomé. Todos los demás son “oro molido” para los arqueólogos, pues su corta vida de sólo un siglo permite asomarse a través de sus restos a los albores de la Colonia con gran claridad; ya que no se encimaron vestigios de épocas posteriores, son una especie de instantánea. (Contrario a lo que se cree, los arqueólogos no buscan joyas u obras de arte para los museos, sus tesoros son los cementerios y los basureros antiguos, que les permiten conocer cómo se desarrollaba la vida cotidiana de los pueblos).
Tuve el privilegio de visitar los lugares del primer Camino Real con su principal estudioso, el arqueólogo Thomas A. Lee Whiting (chiapanequísimo después de cuatro décadas de residencia). Bajando del avión en Ocozocuautla (el aeropuerto que sirve a Tuxtla Gutiérrez), me llevó directo a la cercana Sima de las Cotorras, profunda cavidad con pinturas rupestres, entre las que se encuentran manos humanas que pudimos observar en emocionante escalada. Al día siguiente partimos hacia la presa de La Angostura, y por la carretera que corre sobre su formidable cortina cruzamos el río Grijalva, hacia V. Carranza.
Por el rumbo de Copanaguastla se observa a lo lejos una montaña con largas cataratas que en algunos tramos caen verticales y en otros descienden vertiginosas por la inclinada pendiente; logramos llegar a ellas por un pueblo llamado San Cristobalito La Cascada y pudimos disfrutar el imponente espectáculo que mide cerca de un kilómetro de largo: ¡paraíso de acampadores, excursionistas, rapelistas y nadadores! Infinidad de pozas son jacuzis naturales. A este conjunto de cataratas, aún sin nombre, se accede por la carretera que va de V. Carranza a Tzimol, cerca de este último poblado.
Después de nuestros principales objetivos –las iglesias del antiguo Camino Real–, culminamos nuestro recorrido en un importante sitio de esa ruta durante la época prehispánica: Lagartero, ya en el límite de la frontera con Guatemala. Ocupado desde el año 200 a.C. hasta el 1523 d.C., Lagartero se ubica en una isla rodeada por pantanos y bosques de chicozapotes; su nombre no es casualidad: la zona está infestada de lagartos. Hay bellísimos manantiales que forman los Lagos de Colón y estanques naturales paradisiacos donde sí se puede nadar. La zona arqueológica consta de 165 estructuras, dos juegos de pelota, muros de fortificación, temazcales, ¡obras hidráulicas y subacuáticas y un muelle!
Fuente: México desconocido No. 287 / enero 2001
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