La traición
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- Jose AlcarazExperto del Foro
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Localización : jalisco
Frase Célebre : despacio que voy de prisa
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La traición
Sáb 11 Mayo 2013, 3:22 pm
La traición
Escrito por Profesor Navarro
Domingo 26 de Abril de 2009 17:19
Poco después de cumplir el servicio militar, dejé mi pueblo natal para avecindarme en Guadalajara, Méx. Donde pensé que encontraría mejores oportunidades de progreso, me coloqué como mecánico, en el departamento de servicio de una acreditada agencia de automóviles, después de tres años de prestar servicios en aquella empresa, conocí a un señor oriundo de Ocotlán, a quien le interesaban las andanzas similares a las mías, convenimos en asociarnos, para abrir un taller de reparación automotriz, para el propósito, alquilamos un local frente a una gasolinera junto a la plaza de la bandera.
Al poco tiempo de instalados, empezó a frecuentarnos un estudiante oriundo de Zamora, quien, de vez en cuando, venía al taller para ayudar en sencillas labores.
Casi todas las tardes, al finalizar labores, nos reuníamos para hablar de tesoros y hacer planes, un día, mi socio trajo consigo, un trozo de amarillento por la acción del tiempo y grueso papel, en donde escrito con tinta que había dejado de ser negra, se describía con pormenores, la situación de un entierro.
Durante largo tiempo, incontables ricos de antaño, se vieron en la necesidad de ocultar dineros y otras valiosas pertenencias en lugares insospechados, con el afán de protegerlos contra latrocinios, de numerosos asaltantes y facinerosos que por entonces proliferaban, amparados por las revueltas que estaban a la orden del día, por aquellas fechas, eran pocos los bancos que ofrecían sus servicios y los que funcionaban, con frecuencia incontrolable, eran víctimas de saqueos en las mismísimas barbas de las autoridades, problema que por desgracia prevalece.
Así las cosas, es más que lógico suponer que, lugar seguro para salvaguardar intereses, resultaba ser aquel que no fuera fácil de localizar por extraños y a la vez de fácil acceso, caso de necesitar disponer de los bienes así protegidos.
Y donde, amigo lector, ¿supones que, los facinerosos ocultaban el producto de sus rapiñas?
Aquellas bandas de desarrapados perseguidos, se veían obligados a refugiarse en las serranías, les era difícil frecuentar a sus familiares, a quienes poca o ninguna ayuda económica se atrevían a dar, por temor a que las autoridades descubrieran su parentesco, debido a que todo el tiempo “andaban a salto de mata”, tenían la costumbre de esconder lo robado en lugares remotos, lejos de poblaciones, pero no muy lejos de los lugares frecuentados en sus recorridos, por supuesto, escogían sitios que bien conocían, que para extraños reunieran ciertas dificultades, tanto para llegar a ellos como por sus características físicas, pocas veces ocultaban bienes en lugares poblados por obvias razones, la principal de ellas, es que, quizá las autoridades pusieran precio a sus cabezas, así pues, no les convenía ser vistos;
Con el tiempo, las bandas eran diezmadas y sus cabecillas prisioneros o ejecutados, los sobrevivientes por temor a las autoridades, no se atrevían volver para rescatar lo que habían escondido, además, les era obligado “guardar fidelidad”, de “todos o ninguno”, juramento frecuente entre ellos, tratándose del usufructo de los bienes escondidos.
En casos extremos, era frecuente que se escogiera al azar “un cuidanche”, al que le “tocara en suerte” esa “honrosa distinción”, tendría que permanecer encima del tesoro en calidad de centinela y depositario, con el expreso encargo de “no abandonar su puesto en ningún momento”, esto último, de seguro no le sería difícil de acatar, para facilitarle su encargo, sus compañeros lo ayudaban “a bien morir” mientras lo acomodaban de manera que, si un intruso localizaba el entierro, lo primero que vería sería al cuidador, quien muy celoso de su deber, permanecía donde lo habían dejado “sus compañeros”. A despecho de la peculiar precaución, de vez en cuando, se supo que, alguien dio con uno de esos entierros, de la noche a la mañana la situación económica del afortunado cambia por completo y he aquí que, la región contará con un nuevo rico, por supuesto, los “restos”, por lo general, “recibían Cristiana sepultura” en retribución a sus servicios.
Algunos capitanes, no entiendo por que, componían con más o menos exactitud, una “relación”, (Lugar donde está un tesoro) dado estas particularidades, en repetidas ocasiones, guiados por esos documentos, incluso yo mismo, hemos localizado algún guardado, otras veces, muchas por cierto, tampoco entiendo por que, circulan por ahí relaciones apócrifas, la mayoría que he tenido en mis manos, fueron elaboradas con tanto detalle que, se creería que el autor, de verdad estuvo en posesión de la información necesaria para elaborar documentos, algunos dignos de admiración, no es fácil discernir si el papel que tenemos a la vista puede ser genuino, algunos que examiné, fueron escritos con bella caligrafía, se conoce que el autor no fue gente del pueblo, insisto en preguntar, ¿con que fin fueron escritas relaciones apócrifas? Supongo que algunas fueron elaboradas solo por diversión, como sea, conozco prospectores, que sus bienes fueron seriamente mermados, tratando de encontrar bienes consignados en una guia ficticia; como podríamos sustraernos a la mala influencia de documentos apócrifos, es materia de serias reflexiones, como dije antes, es muy difícil saber, cuando es genuino o falso un documento de ese tipo, aquí, obra proceder con suma cautela, si no estamos dispuestos a correr demasiados riesgos, es imperativo no salir corriendo tras quimeras, debe establecerse en serio, líneas de investigación pormenorizada y acuciosa antes de emprender correrías, insisto en recalcar que algunas relaciones, si son interpretadas por bisoños sin mucha experiencia, puede estar seguro que, “al final del arcoíris”, no encontraremos la legendaria olla repleta de oro , buscar asesoría es indicado en estos casos.
La información sobre la mayoría de los escondites en los recovecos cerriles, que tantas veces fueron recorridos por gran número de gentes que, depositaron importantes cantidades de dinero y valiosos objetos, por desgracia, en su mayoría se ha perdido, principalmente, debido a que generalmente aquellas personas eran iletradas, dadas las circunstancias, alguien quien pudiera ayudarles a relatar por escrito los datos pertinentes, no estaba con frecuencia a su disposición, cuando los directamente interesados podían escribir, lo hacían con grandes complicaciones, en un lenguaje, que ahora se antoja poco menos que indescifrable, así pues, la mayoría de los registros de los entierros, se transmitían oralmente, prestándose esa práctica a que al pasar la información, esta se deformaba a tal punto, de ser difícil si no imposible su correcta interpretación; no obstante, he tenido a mi disposición, documentos que merecen crédito debido a la notable coherencia con que fueron elaborados. Estimo que, hasta la fecha, hay numerosos lugares donde permanecen tesoros ocultos.
Volvamos a nuestra historia, gracias a la cercanía de la gasolinera, nuestro taller, pronto se vio lleno de vehículos en reparación, eso nos obligó a que, por algún tiempo olvidásemos nuestro deporte favorito, estábamos tan ocupados que, en nuestro calendario no había tiempo para aventuras.
Así las cosas, un buen día decidimos tomar cortas vacaciones, escogimos la próxima Semana Santa para viajar a Zamora y probar suerte buscando el tesoro cuya ubicación se describía con claridad en el pergamino que obraba en nuestro poder.
Una vez en Zamora, nos extrañó que “nuestro amigo Julián”, a quien habíamos invitado con gran insistencia, no nos esperaba en el lugar convenido, por el momento su ausencia no nos preocupó, gracias a que el documento estaba en mis manos, pensamos que quizá no habría podido costearse el viaje y por orgullo no nos lo hizo saber; deliberamos sobre la conveniencia de esperarlo, mas, decidimos continuar nuestra misión prescindiendo de su persona.
Fue fácil localizar la finca involucrada, nos presentamos en el lugar y en breve tiempo, pero con desgarbo, nos dimos cuenta que, el inmueble estaba deshabitado, preguntamos a los vecinos quienes nos informaron que, los inquilinos lo habían abandonado durante la noche, unos días después de que, un joven venido de Guadalajara, según se dijo, pariente de los ocupantes de la casona, había venido a visitarlos, durante la semana completa que estuvo ahí alojado, jamás se le vio por la calle; nuestro informante, estaba bien informado de las idas y venidas de los vecinos, debido a que era propietario de la tienda del barrio y no había noticia o sucedido, que pudiera escapar a su interés por las novedades. Nuestro corresponsal se tomó el suficiente tiempo, para comentar con nosotros, la extraña actuación de aquel joven de Guadalajara, mi suspicacia se vio de sobra confirmada cuando la conversación culminó, nuestro amigo el tendero, haciendo eco de mis temores, comentó que quizá el joven en cuestión, sabría de un tesoro cuya existencia en la casona por nosotros requerida, era de dominio público en toda la región, a medida que el tendero describía la apariencia del personaje involucrado, nuestra indignación subía de tono, al intercambiar miradas, nos dábamos cuenta de la traición de que habíamos sido objeto por parte “del desdichado de Julián”.
En vista de las circunstancias, no teníamos más nada que hacer ahí, nos despedimos de nuestro locuaz informante y nos dirigimos a buscar al propietario del inmueble, tarea por demás fácil, debido a que “medio mundo” conoce a ese señor.
Una vez en su presencia y enterado del propósito de nuestra visita, el hombre se encolerizó a tal punto que, poco faltó para que nos partiese la nariz al azotar la puerta; sin embargo, no era tan mal educado como al principio nos pareció, instantes después de su exabrupto, abrió la puerta y encarándose nuevamente a nosotros, nos informó que la causa de su tremendo disgusto, se debió a que, al darse cuenta de nuestras intenciones, sin pensar de que no teníamos la culpa de que, en días pasados comprobó con tremendo disgusto que, los inquilinos de su casona, habían desaparecido sin previo aviso, debiendo dos meses de renta atrasada, para empeorar la situación, al revisar el inmueble, supo, a juzgar por la cantidad de “escarbaderos” que por toda la propiedad se notaban, que los muy sinvergüenza, de seguro, habían localizado el tesoro que en su inmueble era bien sabido que se encerraba, aceptando de buen grado sus comedidas disculpas, nos despedimos del ahora medio tranquilizado hombre, comprendimos con toda claridad, lo inútil de nuestro viaje.
Última actualización el Lunes 29 de Junio de 2009 18:28
Fuente: http://profesornavarro.com/libro-de-tesoros/164-la-traicion
Escrito por Profesor Navarro
Domingo 26 de Abril de 2009 17:19
Poco después de cumplir el servicio militar, dejé mi pueblo natal para avecindarme en Guadalajara, Méx. Donde pensé que encontraría mejores oportunidades de progreso, me coloqué como mecánico, en el departamento de servicio de una acreditada agencia de automóviles, después de tres años de prestar servicios en aquella empresa, conocí a un señor oriundo de Ocotlán, a quien le interesaban las andanzas similares a las mías, convenimos en asociarnos, para abrir un taller de reparación automotriz, para el propósito, alquilamos un local frente a una gasolinera junto a la plaza de la bandera.
Al poco tiempo de instalados, empezó a frecuentarnos un estudiante oriundo de Zamora, quien, de vez en cuando, venía al taller para ayudar en sencillas labores.
Casi todas las tardes, al finalizar labores, nos reuníamos para hablar de tesoros y hacer planes, un día, mi socio trajo consigo, un trozo de amarillento por la acción del tiempo y grueso papel, en donde escrito con tinta que había dejado de ser negra, se describía con pormenores, la situación de un entierro.
Durante largo tiempo, incontables ricos de antaño, se vieron en la necesidad de ocultar dineros y otras valiosas pertenencias en lugares insospechados, con el afán de protegerlos contra latrocinios, de numerosos asaltantes y facinerosos que por entonces proliferaban, amparados por las revueltas que estaban a la orden del día, por aquellas fechas, eran pocos los bancos que ofrecían sus servicios y los que funcionaban, con frecuencia incontrolable, eran víctimas de saqueos en las mismísimas barbas de las autoridades, problema que por desgracia prevalece.
Así las cosas, es más que lógico suponer que, lugar seguro para salvaguardar intereses, resultaba ser aquel que no fuera fácil de localizar por extraños y a la vez de fácil acceso, caso de necesitar disponer de los bienes así protegidos.
Y donde, amigo lector, ¿supones que, los facinerosos ocultaban el producto de sus rapiñas?
Aquellas bandas de desarrapados perseguidos, se veían obligados a refugiarse en las serranías, les era difícil frecuentar a sus familiares, a quienes poca o ninguna ayuda económica se atrevían a dar, por temor a que las autoridades descubrieran su parentesco, debido a que todo el tiempo “andaban a salto de mata”, tenían la costumbre de esconder lo robado en lugares remotos, lejos de poblaciones, pero no muy lejos de los lugares frecuentados en sus recorridos, por supuesto, escogían sitios que bien conocían, que para extraños reunieran ciertas dificultades, tanto para llegar a ellos como por sus características físicas, pocas veces ocultaban bienes en lugares poblados por obvias razones, la principal de ellas, es que, quizá las autoridades pusieran precio a sus cabezas, así pues, no les convenía ser vistos;
Con el tiempo, las bandas eran diezmadas y sus cabecillas prisioneros o ejecutados, los sobrevivientes por temor a las autoridades, no se atrevían volver para rescatar lo que habían escondido, además, les era obligado “guardar fidelidad”, de “todos o ninguno”, juramento frecuente entre ellos, tratándose del usufructo de los bienes escondidos.
En casos extremos, era frecuente que se escogiera al azar “un cuidanche”, al que le “tocara en suerte” esa “honrosa distinción”, tendría que permanecer encima del tesoro en calidad de centinela y depositario, con el expreso encargo de “no abandonar su puesto en ningún momento”, esto último, de seguro no le sería difícil de acatar, para facilitarle su encargo, sus compañeros lo ayudaban “a bien morir” mientras lo acomodaban de manera que, si un intruso localizaba el entierro, lo primero que vería sería al cuidador, quien muy celoso de su deber, permanecía donde lo habían dejado “sus compañeros”. A despecho de la peculiar precaución, de vez en cuando, se supo que, alguien dio con uno de esos entierros, de la noche a la mañana la situación económica del afortunado cambia por completo y he aquí que, la región contará con un nuevo rico, por supuesto, los “restos”, por lo general, “recibían Cristiana sepultura” en retribución a sus servicios.
Algunos capitanes, no entiendo por que, componían con más o menos exactitud, una “relación”, (Lugar donde está un tesoro) dado estas particularidades, en repetidas ocasiones, guiados por esos documentos, incluso yo mismo, hemos localizado algún guardado, otras veces, muchas por cierto, tampoco entiendo por que, circulan por ahí relaciones apócrifas, la mayoría que he tenido en mis manos, fueron elaboradas con tanto detalle que, se creería que el autor, de verdad estuvo en posesión de la información necesaria para elaborar documentos, algunos dignos de admiración, no es fácil discernir si el papel que tenemos a la vista puede ser genuino, algunos que examiné, fueron escritos con bella caligrafía, se conoce que el autor no fue gente del pueblo, insisto en preguntar, ¿con que fin fueron escritas relaciones apócrifas? Supongo que algunas fueron elaboradas solo por diversión, como sea, conozco prospectores, que sus bienes fueron seriamente mermados, tratando de encontrar bienes consignados en una guia ficticia; como podríamos sustraernos a la mala influencia de documentos apócrifos, es materia de serias reflexiones, como dije antes, es muy difícil saber, cuando es genuino o falso un documento de ese tipo, aquí, obra proceder con suma cautela, si no estamos dispuestos a correr demasiados riesgos, es imperativo no salir corriendo tras quimeras, debe establecerse en serio, líneas de investigación pormenorizada y acuciosa antes de emprender correrías, insisto en recalcar que algunas relaciones, si son interpretadas por bisoños sin mucha experiencia, puede estar seguro que, “al final del arcoíris”, no encontraremos la legendaria olla repleta de oro , buscar asesoría es indicado en estos casos.
La información sobre la mayoría de los escondites en los recovecos cerriles, que tantas veces fueron recorridos por gran número de gentes que, depositaron importantes cantidades de dinero y valiosos objetos, por desgracia, en su mayoría se ha perdido, principalmente, debido a que generalmente aquellas personas eran iletradas, dadas las circunstancias, alguien quien pudiera ayudarles a relatar por escrito los datos pertinentes, no estaba con frecuencia a su disposición, cuando los directamente interesados podían escribir, lo hacían con grandes complicaciones, en un lenguaje, que ahora se antoja poco menos que indescifrable, así pues, la mayoría de los registros de los entierros, se transmitían oralmente, prestándose esa práctica a que al pasar la información, esta se deformaba a tal punto, de ser difícil si no imposible su correcta interpretación; no obstante, he tenido a mi disposición, documentos que merecen crédito debido a la notable coherencia con que fueron elaborados. Estimo que, hasta la fecha, hay numerosos lugares donde permanecen tesoros ocultos.
Volvamos a nuestra historia, gracias a la cercanía de la gasolinera, nuestro taller, pronto se vio lleno de vehículos en reparación, eso nos obligó a que, por algún tiempo olvidásemos nuestro deporte favorito, estábamos tan ocupados que, en nuestro calendario no había tiempo para aventuras.
Así las cosas, un buen día decidimos tomar cortas vacaciones, escogimos la próxima Semana Santa para viajar a Zamora y probar suerte buscando el tesoro cuya ubicación se describía con claridad en el pergamino que obraba en nuestro poder.
Una vez en Zamora, nos extrañó que “nuestro amigo Julián”, a quien habíamos invitado con gran insistencia, no nos esperaba en el lugar convenido, por el momento su ausencia no nos preocupó, gracias a que el documento estaba en mis manos, pensamos que quizá no habría podido costearse el viaje y por orgullo no nos lo hizo saber; deliberamos sobre la conveniencia de esperarlo, mas, decidimos continuar nuestra misión prescindiendo de su persona.
Fue fácil localizar la finca involucrada, nos presentamos en el lugar y en breve tiempo, pero con desgarbo, nos dimos cuenta que, el inmueble estaba deshabitado, preguntamos a los vecinos quienes nos informaron que, los inquilinos lo habían abandonado durante la noche, unos días después de que, un joven venido de Guadalajara, según se dijo, pariente de los ocupantes de la casona, había venido a visitarlos, durante la semana completa que estuvo ahí alojado, jamás se le vio por la calle; nuestro informante, estaba bien informado de las idas y venidas de los vecinos, debido a que era propietario de la tienda del barrio y no había noticia o sucedido, que pudiera escapar a su interés por las novedades. Nuestro corresponsal se tomó el suficiente tiempo, para comentar con nosotros, la extraña actuación de aquel joven de Guadalajara, mi suspicacia se vio de sobra confirmada cuando la conversación culminó, nuestro amigo el tendero, haciendo eco de mis temores, comentó que quizá el joven en cuestión, sabría de un tesoro cuya existencia en la casona por nosotros requerida, era de dominio público en toda la región, a medida que el tendero describía la apariencia del personaje involucrado, nuestra indignación subía de tono, al intercambiar miradas, nos dábamos cuenta de la traición de que habíamos sido objeto por parte “del desdichado de Julián”.
En vista de las circunstancias, no teníamos más nada que hacer ahí, nos despedimos de nuestro locuaz informante y nos dirigimos a buscar al propietario del inmueble, tarea por demás fácil, debido a que “medio mundo” conoce a ese señor.
Una vez en su presencia y enterado del propósito de nuestra visita, el hombre se encolerizó a tal punto que, poco faltó para que nos partiese la nariz al azotar la puerta; sin embargo, no era tan mal educado como al principio nos pareció, instantes después de su exabrupto, abrió la puerta y encarándose nuevamente a nosotros, nos informó que la causa de su tremendo disgusto, se debió a que, al darse cuenta de nuestras intenciones, sin pensar de que no teníamos la culpa de que, en días pasados comprobó con tremendo disgusto que, los inquilinos de su casona, habían desaparecido sin previo aviso, debiendo dos meses de renta atrasada, para empeorar la situación, al revisar el inmueble, supo, a juzgar por la cantidad de “escarbaderos” que por toda la propiedad se notaban, que los muy sinvergüenza, de seguro, habían localizado el tesoro que en su inmueble era bien sabido que se encerraba, aceptando de buen grado sus comedidas disculpas, nos despedimos del ahora medio tranquilizado hombre, comprendimos con toda claridad, lo inútil de nuestro viaje.
Última actualización el Lunes 29 de Junio de 2009 18:28
Fuente: http://profesornavarro.com/libro-de-tesoros/164-la-traicion
- cimarronExperto del Foro
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Frase Célebre : no todo lo que brilla es oro, pero el que busca encuentra.
Fecha de inscripción : 08/06/2010
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Re: La traición
Sáb 11 Mayo 2013, 4:25 pm
A que Julian, así es que los madrugo? Muy buen relato Don Jose, saludos...
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Su amigo CIMARRON "Saludos".
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