EL OBISPADO
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- JORGE ALFREDO GOYTIA PLATIdentidad Certificada
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EL OBISPADO
Jue 07 Feb 2008, 5:31 pm
MUSEO REGIONAL DE HISTORIA DE NUEVO LEÓN, EL OBISPADO MONTERREY, NUEVO LEÓN |
Fotografía: www.nl.gob.mx Es el edificio más antiguo de la población regiomontana, en él se expresa la importancia que la ciudad alcanzó hacia finales del Virreinato, al constituirse como la capital económica del noreste de México. El obispado del Nuevo Reino de León fue creado el 15 de diciembre de 1777, mediante la bula Relata Semper expedida, por el papa Pío VI a petición del rey Carlos III. Posteriormente por Real Cédula de 10 de noviembre de 1792, se designó como cabecera de la diócesis a la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Su primer obispo, Fray Antonio de Jesús Sacedón, decretó la erección del nuevo obispado y los estatutos de la catedral de Linares, pero falleció a los pocos días de llegar a la ciudad. A su muerte, se nombró como segundo obispo al doctor fray Rafael José Verger, originario de la Villa Sancti-Angi, en Mallorca, España. El nuevo prelado llegó a Mon­terrey el 20 de diciembre de 1783. Cuatro años después, el 2 de junio de 1787, obtuvo del ayuntamiento la donación de la Loma de Chepe Vera con el fin de construir el palacio del obispado. Entonces comenzó la construcción del Palacio de Nuestra Señora de Guadalupe. En su edificación se utilizaron básicamente sillares (blo­ques) muy grandes de extraordinaria calidad, procedentes de la misma loma. En tres años se terminó el obraje, con excepción de la cúpula que se concluyó en 1797, sin que fray José Verger, la pudiera ver concluida, ya que falleció el 5 de julio de 1790. Se ignora quién diseñó la obra, pero es posible que haya sido el propio Verger y que José Moriño Sotelo fuera el responsable de coordinar los trabajos que probablemente fueron realizados por canteros, talladores y otros magníficos artífices de origen tlaxcalteca, debido que formaban parte de la población refugiada en la ciudad, como consecuencia de la gran crisis de 1785. El Obispado es un conjunto arquitectónico de dos plantas cimentado sobre la cantera de la loma, característica que hizo necesaria la realización de obras de nivelación. Su estilo corresponde a la concepción arquitectónica de algunos edificios barrocos europeos. Sus fachadas son de aplanado, con muros de sillar de 1.20 metros de ancho. El entrepiso es de terrado y viguería. La fachada frontal está integrada por dos cuerpos, el primero se delimita en la parte superior por un entablamiento; dentro de esta sección se encuentra una parte central con la puerta de entrada rematada por un arco de estilo colonial, soportado por dos haces de pi­lastras. La parte de las enjutas es amplia y en ella se entrecruzan hojas, flores y frutos, en una composición asimétrica, en la que destaca un monograma con el nombre de María. En el segundo cuerpo continúan las pilastras con labrados. En el lado noroeste del inmueble se encuentra la fachada posterior, tiene una apariencia senci­lla a la que no le falta ornamentación; al centro de ésta se en­cuentra la portada, compuesta en sus laterales por columnas estriadas y adosada con una más pequeña, que forma su parte central. El friso es de forma redondeada y remata con una cornisa sencilla. El oratorio o capilla doméstica es el cuerpo más importante del edificio. En su centro se ubica el patio donde destaca el brocal del aljibe que estuvo cubierto por una bóveda sos­tenida sobre dos arcos. Rodea al patio un claus­tro con gruesas columnas de orden toscano, arcos elípticos y techos con vigas como en el resto de la construcción. Los muros, en general, estaban pintados con cal color rosa pálido. La capilla es de planta cuadrada, cubierta por una cúpula octagonal; en las esquinas destacan elementos empotrados formados por dos co­lumnas gemelas circulares, capiteles en forma de canasta con labrados de volutas y pedesta­les unidos en una de sus aristas. Está enjarrada y decorada con pintu­ra de agua; en la cúpula había decorados de influencia renacentista. La puerta principal, orien­tada al sureste, era pesada y tenía aldabón y herrajes de la época, y en cada una de las dos hojas hubo un postigo con rejillas. En la secretaría destaca la escultura de piedra de santo Domingo de Guzmán y la pila bautismal, tam­bién de piedra; hay diversos óleos y muebles de madera. El Palacio del Obispado se construyó como casa de retiro de fray José Verger, quien dispuso que se edificara una capilla anexa que estuvo abierta al culto hasta 1819, fecha en que se ocupó como cuartel. El edificio sobrevivió a etapas convulsas; una de ellas, la invasión norteamericana en 1846. Fue declarado monumento colonial el 8 de diciembre de 1932, pero estuvo varios años sin uso definido, hasta que se restauró en la década de 1950 con la intención de instalar ahí el Museo Regional de Historia de Nuevo León. Un viaje por la historia de este hermoso inmueble nos remonta a la creación del Obispado de Linares durante el virreinato, cuando Guadalajara era la sede de la Diócesis de Nueva Galicia, que incluía en su jurisdicción la zona noreste de Nueva España, que comprendía lo que ahora son los estados de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Texas. No resulta difícil imaginar que una diócesis tan extensa y lejana implicara una administración muy ardua y compleja, lo que llevó a que en 1775 se planteara a la Corona la necesidad de crear un obispado norteño. En la petición se argumentó que el crecimiento económico de la región permitiría su manutención, además de ofrecer la posibilidad de mejorar el deficiente control y la defensa del noreste novohispano, y a la vez, promover su poblamiento. Fue así que, con el fin de resguardar militarmente el extenso territorio, en 1776 se creó la Comandancia General de las Provincias Internas. En 1777 se autorizó la fundación del Obispado de Linares en el Nuevo Reino de León con la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey como cabecera de la diócesis. Como ya se mencionó, fray Antonio de Jesús Sacedón fue nombrado como su primer obispo, pero éste falleció a los pocos días de su arribo. En consecuencia, se designó como obispo a fray Rafael José Verger, quien llegó a Monterrey en diciembre de 1783. José Verger nació en 1722 en la isla de Mallorca, España, país donde profesó como religioso franciscano y estudio filosofía. A su llegada a la Nueva España en 1750, se dedicó a la docencia hasta que fue nombrado responsable de las misiones franciscanas de la Sierra Gorda y las Californias. Al arribar a Monterrey se encontró con una iglesia parroquial en malas condiciones, por lo que decidió iniciar la ampliación de la iglesia mayor; también solicitó al ayuntamiento de Monterrey un predio en la loma de Chepe Vera, para edificar una casa de retiro. Así surgió el Palacio de Nuestra Señora de Guadalupe, conocido popularmente como el "Palacio de la Loma". Verger fue un visionario que previó el desarrollo de la ciudad de Monterrey, una vez convertida en capital del noreste de México, ya que fue él quien determinó que como resultado de la ubicación de capilla del Roble y el palacio de Nuestra Señora de Guadalupe, la ciudad habría de crecer hacia el norte y el poniente de su emplazamiento original. También dispuso la edificación de una nueva catedral, probablemente en el lugar que ocupaba la pequeña capilla de La Purísima, con lo que el alcázar se convertiría en un verdadero palacio episcopal. Sin embargo, tras el fallecimiento del obispo Verger, ocurrido el 5 de julio de 1790, el edificio fue desalojado, por lo que la falta de mantenimiento y el desuso ocasionaron su decadencia. A través del tiempo, el origi­nal Palacio de Nuestra Señora de Guadalupe ha tenido varios usos: originalmente fue residencia del segundo obispo del Nuevo Reino de León; por su gran valor estratégico, entre 1814 y 1824, se le utilizó como fortaleza militar, situación que llevó a que se le artillara en 1816, por la misma época sirvió de alojamiento a las tropas del comandante Joaquín de Arredondo, quien combatió a las fuerzas insurgentes. Posteriormente, el 22 de septiembre de 1846, fue tomado por el ejército invasor durante la intervención norteame­ricana. Tras este acontecimiento, el clero recuperó el inmueble. Con base en la Ley de Nacionalización de los Bienes del Clero, el gobernador Santiago Vidau­rri tomó posesión del edificio en noviembre de 1860, tras solicitar a la jefatura de Hacienda la adjudicación del inmueble al estado de Nuevo León, con la finalidad de establecer ahí una escuela de artes y oficios. Durante la estancia de Benito Juárez en Monterrey, las huestes juaristas acamparon en las faldas de la Loma de Chepe Vera. Ulteriormente, como resultado de la rebelión de La Noria encabezada por Porfirio Díaz, en 1871 sufrió graves daños cuando estalló un polvorín que destruyó parte del ala norte. En agosto de 1888, se declaró la propiedad federal del Palacio del Obispado para instalar en el edificio un hospital, en donde se atendió a los enfermos de fiebre amarilla durante la terrible epidemia que azotó a Monterrey a fines del siglo XIX e inicios del XX. En cuanto al terreno adya­cente, éste fue enajenado por el gobierno estatal. Durante el Porfiriato, las proximidades del Obispado se convirtieron en un paseo público. Comenzaron entonces los planes para la rehabilitación del edificio. En 1902 se dictó la Ley sobre Clasificación y Régimen de los Bienes Inmuebles de la Federación y en 1907 se constituyó la Junta Arqueófila de Nuevo León. Tras la Revolución mexicana y ante el deterioro del inmueble, la Junta de Mejoras del Obispado propuso su restauración y su posterior utilización como museo. El INAH acogió la iniciativa, con el arquitecto Joaquín A. Mora como responsable de la restauración, que dio inicio en 1944 para culminar en septiembre de 1953. El 20 de septiembre de 1956, el Museo Regional de Historia de Nuevo León, El Obispado abrió sus puertas al público. Concebido como un organismo dinámico, el recinto es promotor y escenario de constantes actividades culturales de diversa índole. Está dedicado a la promoción de la historia y la cultura de la región noreste del país y su importancia en el devenir histórico de México. Su museografía está expuesta en diez salas que albergan una vasta colección consistente en tres mil piezas originales que fueron donadas desde su fundación. El museo presenta su amplio acervo histórico en forma cronológica, tal y como se gestaron los sucesos importantes en el estado y la región. En las salas se exhiben antiguas muestras que datan del año 1,000 a. C., provenientes de los primeros pobladores del territorio, obtenidas durante diversas excavaciones realizadas por el INAH, como algunas pequeñas figuras talladas en piedra, un fragmento de textil policromo y un entierro completo procedente del municipio de Zaragoza, Nuevo León; también se exponen documentos y objetos de la época colonial, entre los que destaca una excelente muestra de la pintura colonial religiosa, representada por espléndidos óleos de Cabrera y Vallejo que datan del siglo XVI; la pila bautismal del Convento Franciscano de San Andrés, y la imprenta traída por fray Servando Teresa de Mier a Nuevo León en la época de la Independencia. Asimismo, se muestran distintos artículos procedentes de la Reforma y las intervenciones francesa y norteamericana; hermosos trajes militares, banderas y condecoraciones de los personajes más connotados de la historia neoleonesa, como Bernardo Reyes, por mencionar sólo uno de tantos; así como piezas donadas por las empresas emblemáticas de la industria básica regiomontana: la Cervecería Cuauhtémoc, fundada en 1890; la Fundidora de Fierro y Acero en 1905 y la Vidriera Monterrey en 1909, que hablan del importante papel que Nuevo León ha desempeñado en la industrialización de México. A las cuatro décadas de haberse inaugurado, el Museo Regional de Nuevo León inició una nueva etapa. El Instituto Nacional de Antropología e Historia actualizó el contenido de sus salas de exhibición con datos historiográficos más recientes, nuevas piezas y un innovador concepto museográfíco. Igualmente se buscó revalorar la dimensión arquitectónica, histórica y simbólica del edificio con la reposición del porticado exterior de la fachada principal y la decoración interior de la cúpula del oratorio, que había desaparecido. En la actualidad, el Centro INAH-Nuevo León, proyecta el rescate del Cerro del Obispado para convertirlo en un parque histórico. Fuentes de Información: Catálogo Nacional de Monumentos Históricos Inmuebles de Propiedad Federal. Conaculta INAH. 2002. Katzman, Israel. Arquitectura del Siglo XIX en México. Arquitectos y constructores (1790-1920). Ed. Trillas. México. 2ª edición. Mayo de 1993. Cosío Villegas, Daniel, Bernal, Ignacio, et al. Historia Mínima de México. El Colegio de México. 1974. Chanfón Olmos, Carlos. Historia de la Arquitectura y el Urbanismo Mexicanos. Volumen II El Periodo Virreinal. Tomo I El Encuentro de Dos Universos Culturales. Facultad de Arquitectura, División de Estudios de Posgrado. UNAM. FCE. 1997. INAH. Miniguía. 1993 Conaculta. Sala de Prensa trompomagico.jalisco.gob.mx. Museo del obispado. Enciclopedia de los Municipios de México. Monterrey, Nuevo León. |
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Re: EL OBISPADO
Lun 08 Oct 2012, 10:20 pm
ke tal jorge te pierdes ,, saludos desde allende , luis cavazos
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