- Pedro CantúAdmin
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El derrotero de oro de Nicolás Naranjo
Mar 23 Jun 2009, 12:51 pm
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El derrotero de oro de Nicolás Naranjo
Había llegado a Chile en busca de negocios los que tuvo no le dieron buena renta, pero una vez recorriendo el desierto de Atacama, se encontró con un chango al que le salvó vida y, de acuerdo a ese episodio, Naranjo encontró una veta de oro.
Este hecho sucedió 1806 y fue escrito por don Juan Antonio María Sayago, siguiendo la cronología de los derroteros de oro, conocido con el nombre de Naranjo o de la caleta, don Manuel Concha en sus "Crónicas de La Serena" comenta que un vecino de esta ciudad, natural de Sevilla, don Nicolás Naranjo y Vargas, concibió el proyecto de comerciar con el congrio, negocio que no rentó lo que esperaba; al efecto construyó su balsa y se presentó en el puerto de Caldera, esta embarcación le produjo muchos gastos, el negocio tampoco le resultó, y se vio obligado a vender su embarcación, enseguida se lanzó a recorrer la costa del desierto, en una de estas excursiones y que debería ser la más feliz y también la última que emprendiera, encontró a un lado del camino a un chango tendido y enfermo en el desierto y sin recursos, le dio Naranjo una bebida para aliviarlo y tranquilizarlo, el chango que había creído morir allí, tan pronto se mejoró condujo a su salvador hacia una caleta y a un punto distante le manifestó el reventón de una veta cuajada de oro de la que le hizo dueño, pero a la vez se comentó cómo Naranjo obtuvo esa riqueza.
De regreso a Coquimbo un chango de apellido Velasco tenía una balsa para hacer viaje hasta Paposo, se embarcó en ella con intención de dirigirse por tierra a Copiapó, al fin fondearon en Caleta Coloso en espera de viento favorable. El chango se quedó en la balsa y Naranjo caminó y se perdió de vista. Pasaron varias horas y llegó Naranjo trayendo un envoltorio que no llamó la atención de Velasco, después mostró una veta de ricas piedras de oro, sin señalarle el lugar. Se encaminó a Copiapó, se presentó el feliz descubridor en el trapiche de don Pedro Fraga, para beneficiar el mineral, en vista de la ganancia del pingüe, regresó a La Serena, pero la guerra de la Independencia, vino a distraer la atención de este derrotero y años posteriores, expediciones de Chile, Perú y Bolivia, no encontraron nada.
La historia no tiene término sigue pendiente y generando diversas elucubraciones sobre el señalado tesoro que como El Dorado, sigue siendo un misterio.
El metal dorado ha sido, desde la llegada misma de los españoles a América el gran atractivo y, por ello, hay numerosos casos, como el señalado que constituyen verdaderas leyendas.
Por ello, cada cierto tiempo, cobran vigencia en virtud del afán constante de los mineros por encontrar el anhelado filón que pueda cambiar sus vidas y de ello dan fe los yacimientos explotados en las regiones de Atacama y Coquimbo, como ocurrió con El Indio y a futuro Pascua Lama, en las zonas cordilleranas.
http://www.diarioeldia.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=15974&Itemid=177
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El derrotero de oro de Nicolás Naranjo
Había llegado a Chile en busca de negocios los que tuvo no le dieron buena renta, pero una vez recorriendo el desierto de Atacama, se encontró con un chango al que le salvó vida y, de acuerdo a ese episodio, Naranjo encontró una veta de oro.
Este hecho sucedió 1806 y fue escrito por don Juan Antonio María Sayago, siguiendo la cronología de los derroteros de oro, conocido con el nombre de Naranjo o de la caleta, don Manuel Concha en sus "Crónicas de La Serena" comenta que un vecino de esta ciudad, natural de Sevilla, don Nicolás Naranjo y Vargas, concibió el proyecto de comerciar con el congrio, negocio que no rentó lo que esperaba; al efecto construyó su balsa y se presentó en el puerto de Caldera, esta embarcación le produjo muchos gastos, el negocio tampoco le resultó, y se vio obligado a vender su embarcación, enseguida se lanzó a recorrer la costa del desierto, en una de estas excursiones y que debería ser la más feliz y también la última que emprendiera, encontró a un lado del camino a un chango tendido y enfermo en el desierto y sin recursos, le dio Naranjo una bebida para aliviarlo y tranquilizarlo, el chango que había creído morir allí, tan pronto se mejoró condujo a su salvador hacia una caleta y a un punto distante le manifestó el reventón de una veta cuajada de oro de la que le hizo dueño, pero a la vez se comentó cómo Naranjo obtuvo esa riqueza.
De regreso a Coquimbo un chango de apellido Velasco tenía una balsa para hacer viaje hasta Paposo, se embarcó en ella con intención de dirigirse por tierra a Copiapó, al fin fondearon en Caleta Coloso en espera de viento favorable. El chango se quedó en la balsa y Naranjo caminó y se perdió de vista. Pasaron varias horas y llegó Naranjo trayendo un envoltorio que no llamó la atención de Velasco, después mostró una veta de ricas piedras de oro, sin señalarle el lugar. Se encaminó a Copiapó, se presentó el feliz descubridor en el trapiche de don Pedro Fraga, para beneficiar el mineral, en vista de la ganancia del pingüe, regresó a La Serena, pero la guerra de la Independencia, vino a distraer la atención de este derrotero y años posteriores, expediciones de Chile, Perú y Bolivia, no encontraron nada.
La historia no tiene término sigue pendiente y generando diversas elucubraciones sobre el señalado tesoro que como El Dorado, sigue siendo un misterio.
El metal dorado ha sido, desde la llegada misma de los españoles a América el gran atractivo y, por ello, hay numerosos casos, como el señalado que constituyen verdaderas leyendas.
Por ello, cada cierto tiempo, cobran vigencia en virtud del afán constante de los mineros por encontrar el anhelado filón que pueda cambiar sus vidas y de ello dan fe los yacimientos explotados en las regiones de Atacama y Coquimbo, como ocurrió con El Indio y a futuro Pascua Lama, en las zonas cordilleranas.
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