LA CUSTODIA DE SAN DIEGO

No hace mucho platicaba una viejita que vivía en una casona por la calle de Condell en donde algún día estuvieron algunas huertas, que continuamente la espantaban a ella y a sus hijos cuando éstos eran todavía niños sobre todo en el mes de abril y que curiosamente se le aparecía el ánima de Juan Chávez o al menos así le decían a la figura fantasmal que se les manifestaba y les asustaba. El "aparecido" vestía a la usanza de la segunda mitad del siglo XIX; un traje charro de color negro, el pantalón lucía una botonadura de plata al igual que la del chaleco y la taleguilla, complementaban el cuadro un chambergo de ala redonda del cual pendían un sinnúmero de monedas a su alrededor, casi siempre se aparecía al atardecer en la parte posterior de la finca, en donde había algo así como una figura rectangular en el piso, una noria vieja y decía doña Victoria que desde ahí les llamaba como queriendo decirles algo, cuentan que de recién llegados a esa casa, el "aparecido" le puso un susto a su marido ya que sin decir agua va le salió y el pobre hombre sufrió un desmayo y durante varios días estuvo enfermo del susto, hasta que llevaron un padrecito para que bendijera la casa y ahuyentara a esa ánima en pena, pero no fue así, el mismo día en que la casa fue bendecida, uno de los hijos de doña Victoria que jugaba en el corral llegó corriendo a decirle que le hablaba un señor que se encontraba parado en el fondo de la huerta. A partir de ahí ya no les dejó en paz y cuando sonaban las campanadas de las doce del día se le veía parado junto a la noria, lo curioso es que nunca nadie le vió el rostro, sólamente la silueta. Curiosamente la gente se acostumbra a las situaciones raras y ésta no fue la excepción ya que en poco tiempo el "aparecido" pasó a formar parte del mobiliario de la casa y el pobre se la pasaba esperando a que un día alguien le hiciera caso, sólo ocasionalmente cobraba relevancia ya que cuando había visitas y era visto por alguna de éstas, volvía a salir el tema y ahí doña Victoria se daba gusto platicándole a la gente con todo lujo de detalles las múltiples apariciones del difunto así como los intentos vanos por desaparecerlo de allí, ya fuese a través de sacerdotes, brujos o charlatanes, pero el caso es que el "aparecido" seguía ahí cada estación, cada año, Etc... Hasta que un día según contaba doña Victoria se conjuntaron las cosas y el hijo de enmedio, el que se llamaba Antonio comenzó a tener sueños raros y pesadillas en donde el charro se le aparecía y le pedía que por favor le ayudara. Fueron varios días en que el muchacho tuvo esos sueños y cuando el fantasma le iba a decir más, Antonio despertaba sobresaltado y sudoroso para ya no poder dormir en el resto de la noche, a tal grado llegó la excitación y el nerviosismo del muchacho que cualquier ruido o gato nocturno le ponía los "pelos" de punta. Una noche tuvo el mismo sueño, pero al despertar mejor hubiera querido quedarse dormido ya que el famoso "aparecido" ahí estaba junto a su cama, su silueta se dibujaba bien definida por el claro oscuro que proyectaba la claridad de la noche en la ventana de la habitación. Antonio quiso incorporarse pero sentía su cuerpo como de piedra y no se podía mover, preso del terror tampoco articulaba palabra, sólamente escuchaba el sonido de su respiración agitada, la cual subía de intesidad conforme veía que el espanto se le acercaba poco a poco hasta posarse junto a él y comenzar a hablarle en voz muy queda y desgastada. No se sabe cuánto tiempo el muerto habló con el muchacho, éste se privó de todo sentido y no fue hasta después de tres días en que pudo despertar y no del todo bien ya que se mostraba muy enfermo con una fiebre de caballo y sentía que todo le daba vueltas, cuando abrió los ojos se quiso morir ya que se encontró rodeado de anafres, hierbas, ollas y santos. Creyó que se había muerto y se encontraba en algún lugar cercano al purgatorio, se tranquilizó cuando vió a doña Victoria, la cual amorosamente le prodigó mil cuidados que poco a poco le ayudaron a recuperarse. Al restablecerse Antonio, pidió a su mamá que le trajese un sacerdote ya que tenía algo urgente que contarle, cuando llegó el padre comenzó el relato. - Padrecito, he hablado con un muerto. - ¿En verdad hijo? -Sí, ya tenía tiempo apareciéndose allá atrás de la casa en donde está la noria tapada. -¿Qué fue lo que pasó? -Comencé a soñarlo noche tras noche, hasta que hace cuatro días, después de soñarlo me desperté muy asustado y ahí estaba él, no me pude mover, se me acercó y me habló; después perdí el sentido y desperté apenas ayer. - ¿Recuerdas de qué te habló, hijo? - Sí padre, más o menos me dijo lo siguiente: __Antonio...__ No te asustes, escucha con atención lo que te voy a decir, en vida llevé el nombre de Jesús López y fui un bandolero muy famoso: estuve con Juan Chávez, con él hice muchas cosas terribles, robé maté, violé, en fin; pero ninguna se compara con la última que cometí y que me llevó a la muerte artera y andar penando por siempre hasta que alguien se apiade de mí y me ayude a salvarme, por eso yo te lo pido en nombre de Dios a quien ofendí, ¡ayúdame!..., ¡AYUDAME!. Como ya te lo dije fui un bandolero muy sanguinario y participé con Chávez durante la invasión a la ciudad el día 16 de abril de 1876, al principio sólamente se trataba de darle un susto al gobernador, pero la cosa se salió de control, ya que después del incendio del Parián, todos obtuvimos grandes beneficios con el saqueo y nos volvimos locos de ambición, fue tal que un sujeto que venía de Michoacán al que le llamábamos "El montalayo" y yo, abrimos las puertas del templo de San Diego y profanamos el templo. Mi compañero tomó todos los ornamentos de plata que se encontró y yo, cegado por la ambición, tomé una hermosa CUSTODIA DE ORO CON PIEDRAS PRECIOSAS, salimos de allí antes de que otros nos vieran y pegamos carrera para llegar a este lugar que en aquel tiempo era una gran Huerta. Cuando vimos la noria seca decidimos que sería un buen lugar para esconder nuestro tesoro y abrimos un zanjón y cuidadosamente enterramos todo. Después regresamos a la bola para seguir robandolo lo que fuera: armas, joyas, géneros, Etc. Cada vez regresábamos a la huerta a seguir enterrando el botín, con la esperanza de aguardar mejores tiempos para sacarlo e irnos de ahí. Cuando terminamos con todo, comenzamos a taparlo y fue cuando recibí mi castigo divino, ya que le pregunté al "Montalayo" cómo le haríamos para cuidar ese fabuloso tesoro, a lo que él me contestó que sería yo..., al momento en que me cortaba el cuello con un gran cuchillo, sin poderme defender caí muerto en el agujero y aquel infame me enterró como un perro. Desde entonces mi alma no ha podido descansar, por lo que te pido me ayudes y saques mis restos y les des cristiana sepultura y mandes decir unas misas para que Dios me perdone. Pero lo más importante, es que saques LA CUSTODIA y las demás cosas del templo y las devuelvas, el resto del tesoro será tuyo, pero por favor, ¡ayuuúdame!....
Al terminar Antonio su relato el sacerdote se quedó muy pensativo, hasta que después de cavilar un rato le dijo al muchacho que debería de escarbar para ayudar al pobre infeliz a descansar en paz y de paso devolver al templo sus cosas. Al día siguiente, en punto de las doce del día se dirigieron hacia el lugar en donde estaba la noria; a ninguno de los dos les sorprendió: el charro estaba ahí, sólamente se hizo a un lado para que pudieran pasar, en ese momento el sacerdote empezó a rezar, el muertito en actitud humilde se arrodilló a escuchar los rezos y parecía que los siguiera. Por otra parte Antonio se dió a la tarea de escarbar, cuando llegó como a un metro de profundidad, se dejaron ver algunos pedazos de osamentas, con gran cuidado las recogieron para ponerlas en una bolsa y llevarlas al panteón. Cuando Antonio tomó entre sus manos el cráneo del bandido se ecuchó un alarido...¡ahhhhhhh!... que les puso los pelos de punta, tanto al padre como al muchacho, éste continuó escarbando un muy buen rato, pero nunca aparecieron ni los objetos religiosos, ni el oro y las joyas. Seguramente, el ladrón les había inventado semejante cuento para que lo sacaran de ahí. Taparon el hoyo, cogieron los huesos y se marcharon de ahí..., Al fin y al cabo, ¡habían realizado una obra pía!. Pasaron los días y la tranquilidad volvió al hogar de doña Victoria, pero curiosamente, cada 16 de abril, el "aparecido" regresa y les señala el lugar donde fue enterrado y pide que devuelvan LA CUSTODIA al templo y se queden con el tesoro. ¡Ayúdame!....., ¡AYUUUUDAME!
Aguascalientes y sus Leyendas. Víctor Eduardo Guerra Ruiz Esparza.

buen relato,seguramente el otro bandido regreso por el tesoro y solo quedo el difunto.