Detectores de larga distancia.

Modelo FG80

1200 m

Modelo FG79

1200 m

Modelo DC2008

800 m

Modelo FG80

960 m

Modelo FG79

960 m

Modelo DC2008

600 m

1998 N.Y. Times News Service CRUZ DE MILAGRO, México, 26 de mayo de 1998-- Hoy no ocurriría otro milagro aquí. En esta aldea mexicana cuyo nombre recuerda a una cruz que, según la leyenda, fue dejada caer milagrosamente por un ángel en 1905, el geofísico estadounidense Sheldon Breiner observaba desde el borde de un hoyo de dos y medio metros de profundidad.

Utilizando el magnetómetro portátil más sensitivo del mundo, un aparato que detecta variaciones infinitesimales en el campo magnético de la Tierra, Breiner había esperado encontrar un antiguo artefacto enterrado en este lugar, quizá un legado de los olmecas, una de las primeras y más misteriosas civilizaciones de América. Después de todo, una figura de piedra de un príncipe olmeca fue encontrada por los aldeanos por casualidad en 1961, cuando cavaban para instalar un tanque de agua.

No obstante, utilizar un magnetómetro como herramienta arqueológica para "ver'' la historia humana sepultada bajo tierra es todavía tanto un arte como una ciencia.

A tres metros bajo tierra había evidencia indisputable de civilización: un tubo de metal, claramente del siglo XX, sobresalía de un lado de la excavación, señal muda de que el magnetómetro sólo puede dar una idea general de lo que yace bajo la superficie.

Rodeado por un atento grupo integrado por unos veinte niños y aldeanos, además de varios excavadores contratados por el equipo arqueológico, la preocupación inmediata de Breiner al parecer era más la decepción que podía causar a la comunidad local el fracaso del intento que la tierra roja estéril que los excavadores habían encontrado a un metro ochenta centímetros de la superficie.

"Los arqueólogos me dijeron medio en broma, que más me valía salir de prisa del pueblo si no encontrabamos algo'', dijo, riendo, mientras dejaba vagar la mirada sobre la muchedumbre que daba la impresión de estar más curiosa que molesta.

El historial de Breiner demuestra que generalmente ha tenido más suerte en otras ocasiones. Pionero en el uso de magnetómetros en la arqueología, la exploración de minerales, detección de sismos, detección de armas, búsqueda de tesoros e, incluso, usos militares, durante las tres décadas pasadas ha encontrado dos de las 17 cabezas "colosales'' olmecas que se han localizado hasta la fecha.

Estas asombrosas figuras de basalto, de dos y medio a cuatro y medio metros, algunas de ellas con un peso de hasta 14 toneladas, son los artefactos más notables que se conocen de los olmecas, una civilización avanzada que floreció desde el año 1,500 antes de Cristo en las tierras bajas húmedas de los estados costeros mexicanos de Veracruz y Tabasco.

Los olmecas obtenían basalto en las montañas de Tuxtla y trasportaban por agua las piedras hasta sus pueblos en las riberas de ríos que llegaban hasta el Golfo de México. La civilización desapareció misteriosamente ante de que surgieran los mayas, mejor conocidos hoy en día, quienes estuvieron presentes a la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI.

Habían pasado 30 años desde que Breiner se unió por primera vez a una expedición arqueológica cuyo fin era explorar una sede olmeca cerca de San Lorenzo Tenochtitlan, donde, a finales de los años 40, Matthew Stirling, del Instituto Smithsoniano, descubrió esculturas que habían quedado expuestas por la erosión de la tierra.

En ese entonces, en los años 60, buena parte de la región todavía estaba cubierta por la pluviselva, y llegar a San Lorenzo requería de una jornada de seis horas en bote por el Río Coatzacoalcos, seguida por una recorrido adicional a lomo de caballo.

A las pocas horas de su primera llegada, Breiner detectó evidencias de una anomalía magnética en la sede. Los trabajadores empezaron a cavar y, a poco menos de dos y medio metros de la superficie, encontraron una notable figura precolombina: un hombre-jaguar en cuclillas que casi seguramente era un dios olmeca.

Durante dos meses en la sede de San Lorezo, Breiner pudo identificar más de 100 artefactos, incluyendo dos cabezas colosales. Una de ellas fue encontrada yaciendo de lado, a más de 18 metros de profundidad. Pesaba 10 toneladas.

Al parecer, las figuras fueron enterradas por los propios olmecas, y muchos de los hallazgos estaban mutilados, aunque los arquéologos ignoran aún la causa. Es posible que las cabezas colosales hayan sido esculpidas para honrar a reyes o incluso atletas campeones. El entierro y la mutilación quizá fuera parte de un ritual religioso, dicen algunos arqueólogos.

Este año, Breiner regresó a México a finales de abril para ayudar a los arqueólogos a explorar una sede olmeca intacta conocida como Laguna de los Cerros.

La sede de Laguna de los Cerros se extiende hacia el sur de los restos de una gran pirámide, que actualmente parece un cerro de unos 30 metros de altura. Hay otras pirámides más pequeñas y estructuras, muchas de las cuales, dicen los arqueólogos, fueron monumentos funerarios, quizá de gobernantes olmecas.

Breiner llevó consigo un magnetómetros de cesio con un valor de 25,000 dólares, construido por Geometrics, compañía del Valle del Silicio que él fundó en 1969.

Montados en un avión, magnetómetros de este tipo son capaces de detectar variaciones magnéticas tan diminutas como de una parte en un millón. Se han utilizado para encontrar las reservas más grandes de petróleo, uranio y otros minerales.

El magnetómetro de Breiner era una versión portátil, fijada en el extremo de un palo de dos metros y medio de largo y conectado a un registrador de datos con un monitor. Con el palo en alto, Breiner marchó sistemáticamente a través de matorrales densos, repletos de insectos y abundantes serpientes, estableciendo un registro de las variaciones magnéticas en cada punto de Laguna de los Cerros. Un ayudante armado con un machete caminaba adelante de él, para permitir que el registro se hiciera en una serie de líneas rectas.

Más tarde, en su cuarto de hotel en el pueblo cercano de Acayucan, Breiner cargó los datos en su computadora portátil, creando así un mapa de las líneas de fuerza magnética que fluyen a lo largo del terreno aluvial que cubre la sede.

"Lo que hace Breiner con la tecnología de magnetómetros es en verdad importante para el tipo de medio que tenemos aquí'', dice Anne Cyphers, arqueóloga investigadora del Instituto de Investigación Arqueológica de la Universidad de México.

Hay muchas áreas en el mundo en las que el terreno rocoso o minerales magnéticos pueden frustrar la labor de los magnetómetros. Por ello, los arquéologos han empezado a depender de otra formas de alta tecnología. Veracruz, sin embargo, con su rica tierra aluvial, es un medio casi perfecto para rastrear magnéticamente en busca de las grandes figuras olmecas.

"Esperamos que algún día logremos perfeccionar una arqueología sofisticada y no intrusiva que nos permita aprender todo lo posible acerca de estas civilizacaiones, sin alterarlas'', dice George E. Stuart, arquéologo de la Sociedad Nacional Geográfica.

Laguna de los Cerros es también un ejemplo de lo difícil que es para los científicos obligar a las antiguas civilizaciones mexicanas a revelar sus secretos. Los olmecas fueron el primer pueblo que vivió permanentemente en Laguna de los Cerros, pero ocupantes posteriores reutilizaron muchos artefactos, dejando tras de ellos un acertijo difícil de descifrar.

Stuart descibió una sede que resultó ser un museo de 1,000 años de antigüedad. "Fue una sociedad que obviamente tenía reliquias provenientes de una civlización mucho más antigua'', dice. "Y lo que logró fue casi volver locos a los arquéologos''.

Subido en la cima de la pirámide central y viendo hacia el sur, donde en un tiempo estuvo una amplia plaza de la sede de la Laguna, Breiner recordó otro enigma. Hace muchos años, en la sede de San Lorenzo, Michael Coe, arquéologo de Yale, encontró una delgada y pulida pieza de magnetita, que según él bien pudo haber servido como brújula.

De ser cierto, sería un descubrimiento asombroso, pues demostraría que los olmecas descubrieron la brújula quizá unos mil años antes que los chinos.

Breiner dice que el trazo de las sedes religiosas de los olmecas quizá ofrezca evidencia adicional para apoyar esa teoría. Aunque las sedes fueron trazadas con una orientación general Norte-Sur, las líneas divergían suspechosamente del Norte exacto.

Esto quizá se deba a que el polo norte magnético se desplaza ligeramente a lo largo de miles de años. Breiner espera que, al medir con toda precisión la orientación de cada sede, será capaz de probar que cada estructura fue construida apuntando hacia el norte magnético, tal como era hace 2,000 o 3,000 años.