Tesoro entregado por una visión del pasado
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Pedro Cantú
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Tesoro entregado por una visión del pasado
Mar 29 Jul 2008, 1:32 pm
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El extraño tesoro de don Luis
Juan Ramírez Cisneros
Cronista Honorario de Guaymas de Zaragoza
Es prácticamente imposible, amigos que me leen, recibir la noticia sobre un tesoro oculto, sin que luego se ligue a él la correspondiente versión de un suceso sobrenatural o inexplicable; la mujer vestida de blanco, el jinete de traje negro o sin cabeza, el fiero perro de ojos centellantes, el sonido de cadenas que son arrastradas o cristales que se hacen añicos, la estampida de caballos, la misteriosa carreta que viaja sin cochero o las piedras que caen sin ser arrojadas por alguien, son elementos casi indispensables en la crónica de un entierro.
Hasta hace pocos años creer en estas cosas o hablar siquiera de ellas en voz alta, era apenas propio de gentes ignorantes dignas a lo más de compasión. Sin embargo, tanto se habló de ellas que la ciencia “paró oreja” y así inauguró la parasicología para tratar de explicar científicamente hechos en apariencia sin explicación, como los que he mencionado.
Como cronista, por supuesto, he conocido al menos mil versiones de riquezas ocultas, y con frecuencia, ligadas a ellas, las imprescindibles ánimas en pena. Confieso aquí que nunca me he sentido con derecho a dudar de la palabra de nadie, y más si mi confidente es al parecer una persona seria y digna de crédito. En última instancia, me refugio en el inteligente concepto que leí no hace mucho en el libro titulado “Inverosímil”, publicado por la prestigiada revista Selecciones de Readers Digest: el hecho de que uno nunca haya sido testigo de un suceso sobrenatural, de ninguna manera prueba que tales eventos no sucedan.
Sírvame lo anterior de introducción para relatar enseguida, con dedicatoria especial para mis amigos que les gusta buscar afanosamente lo que no han perdido, la más fantástica versión que ha llegado a mis oídos, y que he titulado “El Extraño Tesoro de don Luis”.
Don Luis, que así llamaré a secas a mi confidente para respetar su deseo de permanecer en el total anonimato, era uno de tantos guaymenses aficionados a caminar por los cerros que nos rodean. Cuantas veces podía, lo hacía, porque aquel ejercicio lo mantenía en forma a la vez que le permitía descansar mental y espiritualmente, admirando los hermosos paisajes que ofrece nuestro puerto desde las alturas. No menos lo impulsaba el deseo de encontrar alguno de los miles de objetos que por tal o cual causa quedaron abandonados en los parajes despoblados de los alrededores.
Cierta mañana se adentró por el llamado “Cañón del Tular” hasta encumbrar una montaña. De este pasó a otra y a otra más, admirando la gran cantidad de trincheras que por allí existen, como mudos supervivientes de los furiosos combates librados durante el prolongado sitio de Guaymas, en 1913. Corría el mes de junio, pero el tiempo aún no era muy caluroso.
A las dos de la tarde nuestro amigo decidió regresar. Sólo le faltaba descender un corto trecho de falda para caer al plan del cañón, cuando creyó escuchar, lejano, el rumor de gritos, toques de corneta, estampidas de caballos y lo que le parecieron nutridas descargas de fusilería. Fijó su atención y concluyó que no estaba imaginando. Los lejanos ruidos provenían en efecto del bajío en donde hoy se ubica un moderno fraccionamiento, y los mismos parecían dirigirse justamente al sitio donde él se encontraba.
La emoción que lo embargaba se convirtió en auténtico miedo, cuando vio a los primeros hombres de lo que después sería una abigarrada multitud furiosa y maldiciente, que corriendo gritando y disparando pasaban ante sus ojos atónitos a más o menos corta distancia, como si de pronto él se hubiera introducido de alguna manera en las acciones de una película cinematográfica.
Los gritos de aquellos hombres, vestidos de caqui o mezclilla y tocados con grandes sombrerones de palma o “texanos” de fieltro, y cananas en cruz sobre sus pechos, ya no eran rumores lejanos e incomprensibles, eran palabras vivas, podía oírlas: ¡Viva Méndez, “pelones” muertos de hambre!, ¡aquí viene el 10 que es su padre!, ¡no corran roba-vacas que aquí les va Medina!, son algunos de los clamores, que impregnados de palabras gruesas, quedaron para siempre grabados en la mente de don Luis.
Luego fueron los cañonazos y el tableteo de las ametralladoras las que lo aterrorizaron. Nunca olvidaré, me dijo, a un grupo de soldados relucientes chacos negros, sobre la cumbre de una lomita blanquecina muy cerca del Tular, disparando dos ametralladoras. Podía verlos con claridad y oír el macabro silbido de las balas, que al fin impactaban a los que huían, a algunos caballos o a las piedras del cerro. Las balas de cañón, al tronar ensordecedoras, levantaban columnas de humo y tierra, y también cobraban su cuota de sangre y muerte.
El miedo de don Luis se hizo pavor, cuando justo frente a él, se detuvieron dos de a caballo. Uno de ellos, al parecer oficial, cubierto con “texano” gris que lucía unas barras doradas, ordenó al otro que se apeara y lo aligerara de dos pesadas bolsas de lona que cargaba pendiendo de la cabeza de la silla, y que las ocultara debajo de una piedra ligeramente blanca. El soldado obedeció y apresuradamente colocó aquellos saquitos junto a la piedra indicada, sin darse cuenta que su jefe le apuntaba con una carabina, para matarlo en cuanto cubriera convenientemente los pesados bultos, pero éste no logró su vil intento porque una ráfaga de ametralladora lo derribó antes; los dos caballos también cayeron.
Pudo mi confidente ver al fin, cómo el soldado cubrió las bolsas volteando sobre ellas la piedra, y ya rodeado casi de sus enemigos, correr hacía arriba, sólo para recibir un balazo que lo tumbó, haciéndolo arrastrarse buscando unos matorrales.
El cerebro humano, amigos que me leen, como las modernas instalaciones eléctricas, tiene un interruptor automático que funciona por sobrecargas emocionales. Por eso, el pobre don Luis cayó en un estado de extraña inconsciencia. Cubrió su rostro sudoroso a dos manos y semidesmayado se arrodilló. No obstante, por algunos minutos más estuvo escuchando los pavorosos ruidos del combate, hasta que paulatinamente, como habían comenzado, se convirtieron en simple rumor antes de desaparecer hacia el fondo del cañón.
Luego todo volvió de nuevo a la normalidad; nada se escuchaba fuera del susurro del viento y el canto de los pájaros.
Relativamente recuperado, nuestro amigo escapó vertiginosamente de aquel lugar maldito. Cuando llegó a su casa, lo acometía una elevada fiebre que su esposa supuso consecuencia natural de la asoleada. Por muchos días en el confundido ánimo de don Luis, lucharon el miedo y la curiosidad, hasta que al fin triunfó esta última.
Casi temblando de emoción regresó al cañón del Tular, nada oyó ni vio entonces, ni nunca jamás. Por muchos minutos permaneció frente aquella piedra blanca, sin atreverse a voltearla. De hecho, volvió al sitio cuatro o cinco veces, hasta que, animado por la compañía de uno de sus nietos, y por los gordos tragos de tequila bebidos, movió la roca con una barra: ¡no había soñado, no había sido víctima de un ataque súbito de locura!, allí estaban las semidestrozadas bolsas, dejando ya a la vista su rico contenido...
Cuando el hombre notoriamente conmovido, terminó de relatarme su extraña experiencia, buscó afanoso en mi cara alguna sonrisa de burla o un gesto de incredulidad. La gravedad con la que lo veía, pareció satisfacerlo. Fue en silencio a un ropero y trajo una pesada caja de madera, virtiendo sobre la mesa su contenido: ¡que hermosa confusión de monedas de oro y plata! Era sólo una parte del “Extraño Tesoro de Don Luis”. Allí estaban brillantes, las célebres “alazanas”; las de a veinte pesos del angelito, las famosas piezas de a ocho reales. El generoso viejo, al fin me obsequió tres, como recuerdo, dijo, y que ahora son el lujo de mi modesta colección de monedas mexicanas... .
Desde aquel día en que don Luis me platicó el raro suceso, muchas veces me he preguntado, ¿será posible que en ciertas ocasiones el pasado y el presente se traslapen formando un todo? ¿Tendrá acaso eso que llamamos tiempo, grietas, brechas o pasadizos por donde los hombres de alguna manera podamos ser conducidos al pasado o al futuro?... Respeto lo que piensen al respecto los amigos que me leen; que yo, prudentemente, mejor voy a escribir el punto final.
Crónicas de Sonora
Centro Estatal de Desarrollo Municipal y Asociación de Cronistas Sonorenses, A.C.
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El extraño tesoro de don Luis
Juan Ramírez Cisneros
Cronista Honorario de Guaymas de Zaragoza
Es prácticamente imposible, amigos que me leen, recibir la noticia sobre un tesoro oculto, sin que luego se ligue a él la correspondiente versión de un suceso sobrenatural o inexplicable; la mujer vestida de blanco, el jinete de traje negro o sin cabeza, el fiero perro de ojos centellantes, el sonido de cadenas que son arrastradas o cristales que se hacen añicos, la estampida de caballos, la misteriosa carreta que viaja sin cochero o las piedras que caen sin ser arrojadas por alguien, son elementos casi indispensables en la crónica de un entierro.
Hasta hace pocos años creer en estas cosas o hablar siquiera de ellas en voz alta, era apenas propio de gentes ignorantes dignas a lo más de compasión. Sin embargo, tanto se habló de ellas que la ciencia “paró oreja” y así inauguró la parasicología para tratar de explicar científicamente hechos en apariencia sin explicación, como los que he mencionado.
Como cronista, por supuesto, he conocido al menos mil versiones de riquezas ocultas, y con frecuencia, ligadas a ellas, las imprescindibles ánimas en pena. Confieso aquí que nunca me he sentido con derecho a dudar de la palabra de nadie, y más si mi confidente es al parecer una persona seria y digna de crédito. En última instancia, me refugio en el inteligente concepto que leí no hace mucho en el libro titulado “Inverosímil”, publicado por la prestigiada revista Selecciones de Readers Digest: el hecho de que uno nunca haya sido testigo de un suceso sobrenatural, de ninguna manera prueba que tales eventos no sucedan.
Sírvame lo anterior de introducción para relatar enseguida, con dedicatoria especial para mis amigos que les gusta buscar afanosamente lo que no han perdido, la más fantástica versión que ha llegado a mis oídos, y que he titulado “El Extraño Tesoro de don Luis”.
Don Luis, que así llamaré a secas a mi confidente para respetar su deseo de permanecer en el total anonimato, era uno de tantos guaymenses aficionados a caminar por los cerros que nos rodean. Cuantas veces podía, lo hacía, porque aquel ejercicio lo mantenía en forma a la vez que le permitía descansar mental y espiritualmente, admirando los hermosos paisajes que ofrece nuestro puerto desde las alturas. No menos lo impulsaba el deseo de encontrar alguno de los miles de objetos que por tal o cual causa quedaron abandonados en los parajes despoblados de los alrededores.
Cierta mañana se adentró por el llamado “Cañón del Tular” hasta encumbrar una montaña. De este pasó a otra y a otra más, admirando la gran cantidad de trincheras que por allí existen, como mudos supervivientes de los furiosos combates librados durante el prolongado sitio de Guaymas, en 1913. Corría el mes de junio, pero el tiempo aún no era muy caluroso.
A las dos de la tarde nuestro amigo decidió regresar. Sólo le faltaba descender un corto trecho de falda para caer al plan del cañón, cuando creyó escuchar, lejano, el rumor de gritos, toques de corneta, estampidas de caballos y lo que le parecieron nutridas descargas de fusilería. Fijó su atención y concluyó que no estaba imaginando. Los lejanos ruidos provenían en efecto del bajío en donde hoy se ubica un moderno fraccionamiento, y los mismos parecían dirigirse justamente al sitio donde él se encontraba.
La emoción que lo embargaba se convirtió en auténtico miedo, cuando vio a los primeros hombres de lo que después sería una abigarrada multitud furiosa y maldiciente, que corriendo gritando y disparando pasaban ante sus ojos atónitos a más o menos corta distancia, como si de pronto él se hubiera introducido de alguna manera en las acciones de una película cinematográfica.
Los gritos de aquellos hombres, vestidos de caqui o mezclilla y tocados con grandes sombrerones de palma o “texanos” de fieltro, y cananas en cruz sobre sus pechos, ya no eran rumores lejanos e incomprensibles, eran palabras vivas, podía oírlas: ¡Viva Méndez, “pelones” muertos de hambre!, ¡aquí viene el 10 que es su padre!, ¡no corran roba-vacas que aquí les va Medina!, son algunos de los clamores, que impregnados de palabras gruesas, quedaron para siempre grabados en la mente de don Luis.
Luego fueron los cañonazos y el tableteo de las ametralladoras las que lo aterrorizaron. Nunca olvidaré, me dijo, a un grupo de soldados relucientes chacos negros, sobre la cumbre de una lomita blanquecina muy cerca del Tular, disparando dos ametralladoras. Podía verlos con claridad y oír el macabro silbido de las balas, que al fin impactaban a los que huían, a algunos caballos o a las piedras del cerro. Las balas de cañón, al tronar ensordecedoras, levantaban columnas de humo y tierra, y también cobraban su cuota de sangre y muerte.
El miedo de don Luis se hizo pavor, cuando justo frente a él, se detuvieron dos de a caballo. Uno de ellos, al parecer oficial, cubierto con “texano” gris que lucía unas barras doradas, ordenó al otro que se apeara y lo aligerara de dos pesadas bolsas de lona que cargaba pendiendo de la cabeza de la silla, y que las ocultara debajo de una piedra ligeramente blanca. El soldado obedeció y apresuradamente colocó aquellos saquitos junto a la piedra indicada, sin darse cuenta que su jefe le apuntaba con una carabina, para matarlo en cuanto cubriera convenientemente los pesados bultos, pero éste no logró su vil intento porque una ráfaga de ametralladora lo derribó antes; los dos caballos también cayeron.
Pudo mi confidente ver al fin, cómo el soldado cubrió las bolsas volteando sobre ellas la piedra, y ya rodeado casi de sus enemigos, correr hacía arriba, sólo para recibir un balazo que lo tumbó, haciéndolo arrastrarse buscando unos matorrales.
El cerebro humano, amigos que me leen, como las modernas instalaciones eléctricas, tiene un interruptor automático que funciona por sobrecargas emocionales. Por eso, el pobre don Luis cayó en un estado de extraña inconsciencia. Cubrió su rostro sudoroso a dos manos y semidesmayado se arrodilló. No obstante, por algunos minutos más estuvo escuchando los pavorosos ruidos del combate, hasta que paulatinamente, como habían comenzado, se convirtieron en simple rumor antes de desaparecer hacia el fondo del cañón.
Luego todo volvió de nuevo a la normalidad; nada se escuchaba fuera del susurro del viento y el canto de los pájaros.
Relativamente recuperado, nuestro amigo escapó vertiginosamente de aquel lugar maldito. Cuando llegó a su casa, lo acometía una elevada fiebre que su esposa supuso consecuencia natural de la asoleada. Por muchos días en el confundido ánimo de don Luis, lucharon el miedo y la curiosidad, hasta que al fin triunfó esta última.
Casi temblando de emoción regresó al cañón del Tular, nada oyó ni vio entonces, ni nunca jamás. Por muchos minutos permaneció frente aquella piedra blanca, sin atreverse a voltearla. De hecho, volvió al sitio cuatro o cinco veces, hasta que, animado por la compañía de uno de sus nietos, y por los gordos tragos de tequila bebidos, movió la roca con una barra: ¡no había soñado, no había sido víctima de un ataque súbito de locura!, allí estaban las semidestrozadas bolsas, dejando ya a la vista su rico contenido...
Cuando el hombre notoriamente conmovido, terminó de relatarme su extraña experiencia, buscó afanoso en mi cara alguna sonrisa de burla o un gesto de incredulidad. La gravedad con la que lo veía, pareció satisfacerlo. Fue en silencio a un ropero y trajo una pesada caja de madera, virtiendo sobre la mesa su contenido: ¡que hermosa confusión de monedas de oro y plata! Era sólo una parte del “Extraño Tesoro de Don Luis”. Allí estaban brillantes, las célebres “alazanas”; las de a veinte pesos del angelito, las famosas piezas de a ocho reales. El generoso viejo, al fin me obsequió tres, como recuerdo, dijo, y que ahora son el lujo de mi modesta colección de monedas mexicanas... .
Desde aquel día en que don Luis me platicó el raro suceso, muchas veces me he preguntado, ¿será posible que en ciertas ocasiones el pasado y el presente se traslapen formando un todo? ¿Tendrá acaso eso que llamamos tiempo, grietas, brechas o pasadizos por donde los hombres de alguna manera podamos ser conducidos al pasado o al futuro?... Respeto lo que piensen al respecto los amigos que me leen; que yo, prudentemente, mejor voy a escribir el punto final.
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- DEThectorIdentidad Certificada
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Frase Célebre : CAMARON QUE SE DUERME SE LE CAE LA SOPA
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Re: Tesoro entregado por una visión del pasado
Miér 04 Nov 2009, 2:24 pm
me gustó esta historia y la reactivé para que otros la lean
- jljv42Experto del Foro
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Fecha de inscripción : 17/04/2009
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Re: Tesoro entregado por una visión del pasado
Miér 04 Nov 2009, 4:56 pm
MUY INTERESANTE HISTORIA AMIGO, ESOS SON LOS HECHOS QUE MAS NOS MUEVEN EN ESTE HOOBY, PASRA SEGUIR ADELANTE Y SIEMPRE LA CURIOSIDAD Y LAS ENSEÑANZAS DE NUESTRO PASADO QUE NOS PUEDEN APORTA TODOS ESTOS HECHOS.
LOS FELICITO
UN ABRAZO
LOS FELICITO
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- ConstantineExperto del Foro
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Localización : mexico
Frase Célebre : No es una obsesion, es una pasion.
Fecha de inscripción : 02/09/2009
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Re: Tesoro entregado por una visión del pasado
Miér 04 Nov 2009, 11:19 pm
Excelente historia, nunca se duda de la gente cuando habla de apariciones, porque no son los ojos los que las ven, sino el alma; ya que cuando se te presentan ni aunque cierres los ojos dejas de verlas.
Fuerte!!!!!!!
Saludos
Constantine
Fuerte!!!!!!!
Saludos
Constantine
- alejandro ortiz acostaVoz de la Experiencia
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Re: Tesoro entregado por una visión del pasado
Miér 04 Nov 2009, 11:51 pm
Grandioso relato, que nos hace sentirnos por un instante en compañia de Don Luis, viendo esas ecenas, vividas en su momento historico, los enfrentamientos crudos entre los federales y revolucionarios, buenisimo relato. Gracias
Alejandro ( GRUPO 11 RIOS )
SALUDOS
Alejandro ( GRUPO 11 RIOS )
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- fabricioExperto del Foro
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Localización : argentina
Frase Célebre : fijate vien de tus herrores pues de ello depende tu exito
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Re: Tesoro entregado por una visión del pasado
Jue 05 Nov 2009, 12:36 pm
bueno...sin palabras....la verdad es un momento unico....y quisas yo por mi parte me largaria en llantos despues de eso....si aui en argetina se me llegara a presentar la guerra de la triple alianza..o los federales y autonomistas en la epocas de 1900..o quisas aun mas, antes los curas y las colonizaciones....seria algo unico....la verdad es que si existen..yo doy fe..de eso.no me paso ami pero tengo un amigo que tuvo una experiencia similar!que a les ire contando
saludos a todos..
FABRICIO DESDE ARGENTINA...
detecor: mineoro direcionals .varillas,pendulo, y pronto muy pronto equipo nuevo..
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detecor: mineoro direcionals .varillas,pendulo, y pronto muy pronto equipo nuevo..
- gilbertoLíder de opinión.
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Frase Célebre : donde se llora està el muerto
Fecha de inscripción : 14/07/2009
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Re: Tesoro entregado por una visión del pasado
Vie 06 Nov 2009, 7:29 am
Muy,muy buena historia.
según cuenta la gente que ha tenido alguna visión relatan que ven el lugar de otra forma, seguramente como estuvo en la época que vivió esa persona.
yo creo que debe exixtir alguna frecuencia o no se como llamarle al estado espiritual mamentáneo que te conecta a esta dimensión.
¡saludos!
según cuenta la gente que ha tenido alguna visión relatan que ven el lugar de otra forma, seguramente como estuvo en la época que vivió esa persona.
yo creo que debe exixtir alguna frecuencia o no se como llamarle al estado espiritual mamentáneo que te conecta a esta dimensión.
¡saludos!
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- DEThectorIdentidad Certificada
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Edad : 60
Localización : HERMOSILLO, SONORA
Frase Célebre : CAMARON QUE SE DUERME SE LE CAE LA SOPA
Fecha de inscripción : 10/10/2009
Puntos : 11471
Re: Tesoro entregado por una visión del pasado
Mar 15 Jun 2010, 11:10 pm
¿QUIÉN LE PIRATEÓ A QUIÉN?
Este relato es idéntico al que acaban de postear llamado "EL TESORO DE LOS CRISTEROS"
Este relato es idéntico al que acaban de postear llamado "EL TESORO DE LOS CRISTEROS"
- PachitoGran Experto del Foro
- Cantidad de envíos : 8960
Edad : 49
Localización : Guaymas, Sonora, México
Frase Célebre : Los locos hacemos camino, que un dia aquellos que se hacen llamar cuerdos recorreran.
Fecha de inscripción : 10/08/2009
Puntos : 17627
Re: Tesoro entregado por una visión del pasado
Mar 15 Jun 2010, 11:35 pm
Esta historia tambien ya la habia subido pero bastante resumida, no completa como lo hiso Don Pedro Cantu, esta historia se hiso famosa aca en nuestro hermoso puerto de guaymas, ya que esto paso aqui. En este mismo lugar llamado el TULAR, cuenta el ex cronista del puerto Don Juan Ramirez Cisneros, que existe una Mina de oro bastante rica de este preciado metal amarillo, se cuenta que el Ex Gobernador del estado de Sonora Manlio Favio Beltrones Rivera, ofrecia 5 millones de pesos al que le digera donde esta ubicada la Mina.
Estaria bueno mandarle una foto a Don Tomas para ver si por su medio nos dice donde esta la famosa mina.
Saludos.
Estaria bueno mandarle una foto a Don Tomas para ver si por su medio nos dice donde esta la famosa mina.
Saludos.
- egodinezhExperto del Foro
- Cantidad de envíos : 353
Edad : 62
Localización : Jamay Jalisco
Frase Célebre : todo mundo quiere tener un amigo, pocos se toman la molestia de ser uno.
Fecha de inscripción : 14/12/2009
Puntos : 6016
Re: Tesoro entregado por una visión del pasado
Mar 15 Jun 2010, 11:38 pm
disculpa pero no es igual hay cierto parecido, solamente, pero ya es cosa del señor berumen y don luis, y yo creo que se puede dar
_________________
Hay hombres que luchan un día
y son buenos.
Hay otros que luchan un año
y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años
y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida:
esos son los imprescindibles.
Bertolt Brecht
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