- Pedro CantúAdmin
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Nuestra Señora de Loreto, bahía de Montevideo, Uruguay
Lun 04 Ago 2008, 8:09 pm
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Nuestra Señora de Loreto
La fragata Nuestra Señora de Loreto, de 40 cañones, al mando del capitán de navío D. Diego Guiral, salió de Cádiz un 29 de febrero de 1792 con destino a las costas del Perú, para donde conducía una considerable cantidad de azogue, mercurio.
Al principio la navegación fue tempestuosa. Causó deterioros en la arboladura. El aumento de estabilidad del buque con aquel cargamento pesado y de poco volumen, hacía muy violentos los movimientos. Esto, unido al consumo de víveres y agua, que podían no resultar suficiente para finalizar el viaje, hacían peligrosa la situación. Decidieron que el arribo del buque al Río de la Plata, se llevara a cabo y anclaron en Montevideo, el 27 de mayo, noventa días después de la salida. Lamentablemente el comandante sugirió esto. Veinticuatro horas después, se declaró un viento del ONO al OSE, con una fuerza inusitada. Arrastró la fragata, contra la Punta de San José. Algo la contuvo, fue la tercer ancla, que se dejó caer reforzada con cuanto cable se pudo obtener de las otras. Pero las ráfagas de viento eran cada vez más violentas y por momentos, continuaba el movimiento retrógrado y la acercaban cada vez más a las rompientes, de un modo que los hizo sentir mucho miedo. La oscuridad de la noche aumentó el peligro. Sin embargo, con orden y serenidad lidiaron con todo el equipaje y realizaron las maniobras ordenadas por el comandante. Parecía que se trataba de un día más en la fragata.
Arrojaron las anclas al agua con los mejores calabrotes. De pronto, se acortó la ventolina de la arboladura. Conscientes de que se agotaban inútilmente todos los recursos que aconseja la experiencia, dejaron que el rugir de los cañonazos de auxilio imploraran por la ayuda para la dramática situación que vivía la fragata.No estaban ociosos. Mientras tanto la Magdalena y la Rufina, fondeadas dentro del río, dispusieron sus lanchas con un ancla en la amanecida del 29 para auxiliar a la Loreto, aunque a cada una de ellas le había faltado cable. Lamentablemente, las dos zozobraron y se perdió la vida de tres hombres. A pesar de esto no se abandonó el empeño. Dos veces, alrededor de las nueve y a las once, cuando pareció amainar algo el viento, se intentó salir con diez lanchas, de las mejores del río. Fueron una y otra vez derrotadas por la mar y las sumergieron finalmente. "La Loreto", tocaba de popa en la Punta de San José, sin timón, pues había sido arrancado en tantas culadas. Esto no hacía decaer el ánimo de su tripulación. Suponían que todavía era posible defender al buque. Lo principal para ellos era salvar ese buque que a su vez les protegería sus vidas.
Entre tantos intentos, se aguijaron los palos y por un momento pareció que tendrían éxito. Las anclas habían soportado, pero el temporal castigó todo el día y lo que fue peor, toda su noche. Una y otra vez golpeaba contra las piedras. Entonces permitió la entrada a lo último que todo navegante quiere ver en su nave: el agua. Las bombas trabajaron a toda máquina, sin embargo en poco tiempo llegó a la escotilla del sollado. Las esperanzas de la tripulación estaban perdidas La entereza del comandante fue transmitida a todos. Tiraron al agua unas lanchas en el último intento de sobrevivir.
La primera se despachó con seis hombres voluntarios. Estos, debían llevar un cabo a tierra que sirviera de guía a los demás. El ánimo estaba en suspenso y no perdían de vista lo que los sostenía de los vaivenes de los golpes del mar. Se enredó el cabo en las piedras y se pintó el horror en todos los semblantes. Sin embargo, los de la jangada consiguieron picarlo y poco después, heridos y maltratados, pero con vida, eran recogidos por la gente que en la playa los esperaba Un grito de alegría y satisfacción se los anunció a sus camaradas de abordo. La noche del 29 fue interminable. El tiempo transcurría lento y con dificultad, más aún en los corazones de estos hombres que se apegaban a la vida con desesperación.
Cuando llegó el amanecer del 30, concluyeron otra balsa mayor, donde desembarcó la gente. Un oficial se encargaba de mantener el orden allí. Como la primera, fue despedida con efusión y observaron con el mismo interés sus movimientos. Esta no tuvo la suerte de la anterior. La orilla no llegó a recibirlos. Veinte vidas se perdieron en ella, entre los que se contaron hombres de grado.
La tercera balsa se aprestó a salir. El viento calmó sin avisar. Venían a todo remar, lanchas y botes que habían recogido el resto de la tripulación. El comandante fue el último en embarcarse. Apenas pusieron un pie en tierra el temporal volvió, pero más enfurecido esta vez. Tumbó a la Loreto sobre su costado de estribor y la sumergió completamente. Los habitantes de Montevideo dieron muestras de gran solidaridad en estos tristes momentos. Recogieron en sus casas y atendieron con desvelo a aquellos infortunados y amoratados de frío en el cuerpo y en el alma.
El temporal
El temporal continuó todo el día 30. Su fuerza debió ser extraordinaria, ya que aún dentro del puerto se perdió el correo Grimaldi y varios buques mercantes.
"Este ha sido, señor, un temporal que no han visto los nacidos, y los tres días de él, tres días de juicio. Pedían socorro de la Loreto y cuantas embarcaciones había fuera y a ninguna se podía socorrer, porque la mar eran montañas y el viento se llevaba las gentes", cuentan publicaciones de la época. Nada pudo sacarse de la fragata, porque partidas sus ligazones cayeron los costados. Solamente quedó el costado de babor que cubría el contenido como una ratonera, según expresión del mismo Córdoba.
El Consejo de guerra que examinó la conducta del comandante D. Diego Guiral opinó, como era de esperar, que estaba justificado y libre de cargo.
La fragata Loreto había sido construida en Ferrol, Galicia en 1781.
La fragata española "Nuestra Señora de Loreto", naufragada en la Bahía de Montevideo - Uruguay, el 30 de mayo de 1792.
Para ver la historia completa...
http://www.rubencollado.com/vnegra.htm
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Nuestra Señora de Loreto
La fragata Nuestra Señora de Loreto, de 40 cañones, al mando del capitán de navío D. Diego Guiral, salió de Cádiz un 29 de febrero de 1792 con destino a las costas del Perú, para donde conducía una considerable cantidad de azogue, mercurio.
Al principio la navegación fue tempestuosa. Causó deterioros en la arboladura. El aumento de estabilidad del buque con aquel cargamento pesado y de poco volumen, hacía muy violentos los movimientos. Esto, unido al consumo de víveres y agua, que podían no resultar suficiente para finalizar el viaje, hacían peligrosa la situación. Decidieron que el arribo del buque al Río de la Plata, se llevara a cabo y anclaron en Montevideo, el 27 de mayo, noventa días después de la salida. Lamentablemente el comandante sugirió esto. Veinticuatro horas después, se declaró un viento del ONO al OSE, con una fuerza inusitada. Arrastró la fragata, contra la Punta de San José. Algo la contuvo, fue la tercer ancla, que se dejó caer reforzada con cuanto cable se pudo obtener de las otras. Pero las ráfagas de viento eran cada vez más violentas y por momentos, continuaba el movimiento retrógrado y la acercaban cada vez más a las rompientes, de un modo que los hizo sentir mucho miedo. La oscuridad de la noche aumentó el peligro. Sin embargo, con orden y serenidad lidiaron con todo el equipaje y realizaron las maniobras ordenadas por el comandante. Parecía que se trataba de un día más en la fragata.
Arrojaron las anclas al agua con los mejores calabrotes. De pronto, se acortó la ventolina de la arboladura. Conscientes de que se agotaban inútilmente todos los recursos que aconseja la experiencia, dejaron que el rugir de los cañonazos de auxilio imploraran por la ayuda para la dramática situación que vivía la fragata.No estaban ociosos. Mientras tanto la Magdalena y la Rufina, fondeadas dentro del río, dispusieron sus lanchas con un ancla en la amanecida del 29 para auxiliar a la Loreto, aunque a cada una de ellas le había faltado cable. Lamentablemente, las dos zozobraron y se perdió la vida de tres hombres. A pesar de esto no se abandonó el empeño. Dos veces, alrededor de las nueve y a las once, cuando pareció amainar algo el viento, se intentó salir con diez lanchas, de las mejores del río. Fueron una y otra vez derrotadas por la mar y las sumergieron finalmente. "La Loreto", tocaba de popa en la Punta de San José, sin timón, pues había sido arrancado en tantas culadas. Esto no hacía decaer el ánimo de su tripulación. Suponían que todavía era posible defender al buque. Lo principal para ellos era salvar ese buque que a su vez les protegería sus vidas.
Entre tantos intentos, se aguijaron los palos y por un momento pareció que tendrían éxito. Las anclas habían soportado, pero el temporal castigó todo el día y lo que fue peor, toda su noche. Una y otra vez golpeaba contra las piedras. Entonces permitió la entrada a lo último que todo navegante quiere ver en su nave: el agua. Las bombas trabajaron a toda máquina, sin embargo en poco tiempo llegó a la escotilla del sollado. Las esperanzas de la tripulación estaban perdidas La entereza del comandante fue transmitida a todos. Tiraron al agua unas lanchas en el último intento de sobrevivir.
La primera se despachó con seis hombres voluntarios. Estos, debían llevar un cabo a tierra que sirviera de guía a los demás. El ánimo estaba en suspenso y no perdían de vista lo que los sostenía de los vaivenes de los golpes del mar. Se enredó el cabo en las piedras y se pintó el horror en todos los semblantes. Sin embargo, los de la jangada consiguieron picarlo y poco después, heridos y maltratados, pero con vida, eran recogidos por la gente que en la playa los esperaba Un grito de alegría y satisfacción se los anunció a sus camaradas de abordo. La noche del 29 fue interminable. El tiempo transcurría lento y con dificultad, más aún en los corazones de estos hombres que se apegaban a la vida con desesperación.
Cuando llegó el amanecer del 30, concluyeron otra balsa mayor, donde desembarcó la gente. Un oficial se encargaba de mantener el orden allí. Como la primera, fue despedida con efusión y observaron con el mismo interés sus movimientos. Esta no tuvo la suerte de la anterior. La orilla no llegó a recibirlos. Veinte vidas se perdieron en ella, entre los que se contaron hombres de grado.
La tercera balsa se aprestó a salir. El viento calmó sin avisar. Venían a todo remar, lanchas y botes que habían recogido el resto de la tripulación. El comandante fue el último en embarcarse. Apenas pusieron un pie en tierra el temporal volvió, pero más enfurecido esta vez. Tumbó a la Loreto sobre su costado de estribor y la sumergió completamente. Los habitantes de Montevideo dieron muestras de gran solidaridad en estos tristes momentos. Recogieron en sus casas y atendieron con desvelo a aquellos infortunados y amoratados de frío en el cuerpo y en el alma.
El temporal
El temporal continuó todo el día 30. Su fuerza debió ser extraordinaria, ya que aún dentro del puerto se perdió el correo Grimaldi y varios buques mercantes.
"Este ha sido, señor, un temporal que no han visto los nacidos, y los tres días de él, tres días de juicio. Pedían socorro de la Loreto y cuantas embarcaciones había fuera y a ninguna se podía socorrer, porque la mar eran montañas y el viento se llevaba las gentes", cuentan publicaciones de la época. Nada pudo sacarse de la fragata, porque partidas sus ligazones cayeron los costados. Solamente quedó el costado de babor que cubría el contenido como una ratonera, según expresión del mismo Córdoba.
El Consejo de guerra que examinó la conducta del comandante D. Diego Guiral opinó, como era de esperar, que estaba justificado y libre de cargo.
La fragata Loreto había sido construida en Ferrol, Galicia en 1781.
La fragata española "Nuestra Señora de Loreto", naufragada en la Bahía de Montevideo - Uruguay, el 30 de mayo de 1792.
Para ver la historia completa...
http://www.rubencollado.com/vnegra.htm
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