Piratas, corsarios y filibusteros
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FranciscoJavierRodriguez
martin hernandez
carabino
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Piratas, corsarios y filibusteros
Mar 18 Oct 2011, 9:08 pm
El estudio de la prehistoria de Sagua la Grande se ha
complicado, luego de que durante investigaciones arqueológicas comenzaran a
aparecer en sus alrededores unas enormes hachas de mano o bifaces (bifaz)
que solo la antigua industria paleolítica produjo, por lo que los arqueólogos
cubanos están en una verdadera encrucijada investigativa al no poder comprender
cómo una comunidad tan primitiva pudo habitar en una isla de América. También
se registran algunos hechos y algunas leyendas sobre los primeros tiempos de la
colonización, cuando piratas, corsarios filibusteros y bucaneros descubrieron en esta zona de Cuba
un verdadero reducto geográfico hecho a su medida. No existe región de Cuba más
rica en leyendas de tesoros piratas que el norte de Las Villas, con centro en
Sagua La Grande, donde se dice que muchos de los viejos bucaneros se retiraron
para pasar su vejez y gastar sus fortunas acumuladas en pasadas aventuras
marinas. La enorme cantidad de leyendas regadas por las calles de Sagua quizá
prueben esta afirmación y hagan de la Villa del Undoso una localidad cubana con
mitología propia. La costa norte de Cuba, con su estratégica cayería de Sabana
y Sabaneque -la cual alberga la asombrosa cifra de 2 517 cayos
en la antigua ruta a Europa- fue refugio y domicilio de estos salteadores de
los mares antillanos, a los cuales este tesoro geográfico les quedaba justo al
borde de la ruta del oro a España. Este constante tráfico o tentación
flotante hizo que por aquí pasaran el inglés Francis Drake (“El Azote de
Dios”)(1540-1596); el holandés Cornelius Jol (“Pie de Palo”)(1597-1641);
el francés Jean David Nau
(“El Olonés”)(1630-1671); el temible inglés Sir Henry Morgan (1635-1688); el cubano Diego
Grillo (“El Mulato”, un pirata negro) (1558-1640); el corsario
francés Jean Lafitte (1781-1826?), que en 1821 se
retiró en Cayo Cristo, y los bucaneros holandeses Laurens de Graaf (“Lorencillo"),
llamado así por su corta estatura, y su coterráneo Rock o Roche Brasiliano, entre los más conocidos. Desde
América hacia España viajaron unos 300 000 pesos-oro anuales entre 1492 y 1500.
Desde el año 1500 hasta 1545 se trasladaron 3 millones de pesos-oro anuales.
Desde 1545 a 1600, 11 millones de pesos-oro anuales. Desde 1600 a 1748, 25
millones de pesos-oro anuales; pero a partir de 1748 a 1754 la cifra se situó
en 115 440 000 pesos-oro. Antonio Miguel Alcover nunca quiso reconocer el
origen pirata de Sagua La Grande, sin embargo otros afirman que lo cierto es,
que la niebla de la leyenda ha quedado flotando en la Villa del Undoso, y que
muchos autores se inspiran en ese “algo” que aquí sucedió; piratas, corsarios,
galeones y tesoros son a veces sinónimos de esta interesante región para los
autores e investigadores, aunque nunca lo puedan explicar.
La historia nacional cubana siempre nombra
los grandes ataques de piratas a Santiago de Cuba, Puerto Príncipe, La Habana, etc, pero no menciona la enorme
cantidad de peticiones de traslados de poblaciones villareñas, más hacia el sur
debido a las desastrosas incursiones de piratas, como es el caso de Remedios,
Caibarién, Quemado, Santa Clara, etc. El tenebroso Olonés tuvo por un tiempo su
cuartel general en Cayo Francés y el funesto Henry Morgan lo tuvo en Cayo
Mosquito.
Son muchas las historias, anécdotas y
leyendas que han quedado en la zona sobre los tesoros de Sabaneque.
Saludos al foro
complicado, luego de que durante investigaciones arqueológicas comenzaran a
aparecer en sus alrededores unas enormes hachas de mano o bifaces (bifaz)
que solo la antigua industria paleolítica produjo, por lo que los arqueólogos
cubanos están en una verdadera encrucijada investigativa al no poder comprender
cómo una comunidad tan primitiva pudo habitar en una isla de América. También
se registran algunos hechos y algunas leyendas sobre los primeros tiempos de la
colonización, cuando piratas, corsarios filibusteros y bucaneros descubrieron en esta zona de Cuba
un verdadero reducto geográfico hecho a su medida. No existe región de Cuba más
rica en leyendas de tesoros piratas que el norte de Las Villas, con centro en
Sagua La Grande, donde se dice que muchos de los viejos bucaneros se retiraron
para pasar su vejez y gastar sus fortunas acumuladas en pasadas aventuras
marinas. La enorme cantidad de leyendas regadas por las calles de Sagua quizá
prueben esta afirmación y hagan de la Villa del Undoso una localidad cubana con
mitología propia. La costa norte de Cuba, con su estratégica cayería de Sabana
y Sabaneque -la cual alberga la asombrosa cifra de 2 517 cayos
en la antigua ruta a Europa- fue refugio y domicilio de estos salteadores de
los mares antillanos, a los cuales este tesoro geográfico les quedaba justo al
borde de la ruta del oro a España. Este constante tráfico o tentación
flotante hizo que por aquí pasaran el inglés Francis Drake (“El Azote de
Dios”)(1540-1596); el holandés Cornelius Jol (“Pie de Palo”)(1597-1641);
el francés Jean David Nau
(“El Olonés”)(1630-1671); el temible inglés Sir Henry Morgan (1635-1688); el cubano Diego
Grillo (“El Mulato”, un pirata negro) (1558-1640); el corsario
francés Jean Lafitte (1781-1826?), que en 1821 se
retiró en Cayo Cristo, y los bucaneros holandeses Laurens de Graaf (“Lorencillo"),
llamado así por su corta estatura, y su coterráneo Rock o Roche Brasiliano, entre los más conocidos. Desde
América hacia España viajaron unos 300 000 pesos-oro anuales entre 1492 y 1500.
Desde el año 1500 hasta 1545 se trasladaron 3 millones de pesos-oro anuales.
Desde 1545 a 1600, 11 millones de pesos-oro anuales. Desde 1600 a 1748, 25
millones de pesos-oro anuales; pero a partir de 1748 a 1754 la cifra se situó
en 115 440 000 pesos-oro. Antonio Miguel Alcover nunca quiso reconocer el
origen pirata de Sagua La Grande, sin embargo otros afirman que lo cierto es,
que la niebla de la leyenda ha quedado flotando en la Villa del Undoso, y que
muchos autores se inspiran en ese “algo” que aquí sucedió; piratas, corsarios,
galeones y tesoros son a veces sinónimos de esta interesante región para los
autores e investigadores, aunque nunca lo puedan explicar.
La historia nacional cubana siempre nombra
los grandes ataques de piratas a Santiago de Cuba, Puerto Príncipe, La Habana, etc, pero no menciona la enorme
cantidad de peticiones de traslados de poblaciones villareñas, más hacia el sur
debido a las desastrosas incursiones de piratas, como es el caso de Remedios,
Caibarién, Quemado, Santa Clara, etc. El tenebroso Olonés tuvo por un tiempo su
cuartel general en Cayo Francés y el funesto Henry Morgan lo tuvo en Cayo
Mosquito.
Son muchas las historias, anécdotas y
leyendas que han quedado en la zona sobre los tesoros de Sabaneque.
Saludos al foro
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Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Mar 18 Oct 2011, 9:11 pm
- martin hernandezIdentidad Certificada
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Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Mar 18 Oct 2011, 10:16 pm
amigo carabino siga contando esta muy interesante su historia
echele ganas cuente cuente
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saludos
MARTINOLI
(de donde la vida no vale nada)
leòn gto.
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Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Miér 19 Oct 2011, 9:04 pm
Que tal compañero Martin
Que bueno que le gusto el post y continuaremos con estas "historias Leyendas" que estan muy interesantes, vere la forma de subir el libro en pdf
saludos y gracias por opinar.
Que bueno que le gusto el post y continuaremos con estas "historias Leyendas" que estan muy interesantes, vere la forma de subir el libro en pdf
saludos y gracias por opinar.
- FranciscoJavierRodriguezIdentidad Certificada
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Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Miér 19 Oct 2011, 9:23 pm
BUENO PARA CONTAR COMPA CARABINO,,,,,,SIGALE Y LLEGARA A SER CANDIDATO SEÑOR ESCRITOR DON CERVANTES SAAVEDRA II.....Y OTRO PAR DE COMPAS QUE SON BUENOS PARA CONTAR Y ESCRIBIR EN OCACIONES OBRAS PROPIAS
_________________
LA VIDA SOLO UN SUSPIRO DE EL MORTAL....
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Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Jue 20 Oct 2011, 10:16 am
Cuanta fortuna oculta o sumergida debe de haber en esas islas y tanta miseria que se vive.
Por curiosidad
¿No tenemos ningún integrante cubano en el foro verdad?
Por curiosidad
¿No tenemos ningún integrante cubano en el foro verdad?
Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Jue 20 Oct 2011, 1:44 pm
hay una equivocación con el dato de la red, sobre Laurens de Graaf “Lorencillo" no era ese pirata, (la misma persona) es confundido, viene en un libro de historia.
- carabinoIdentidad Certificada
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Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Vie 21 Oct 2011, 1:23 pm
Saludos compañero Jose Antonio.
Retomando el tema sobre este "Pirata Lorencillo" aqui algunos datos de su procedencia..
Por haber nacido en Holanda en 1670 se le considera
flamenco-español. Su nombre completo era Laurens (o Laurent) Cornelis Boudewijn
de Graff, mejor conocido por los españoles como Lorencillo. Según las
descripciones de la época, era de gran estatura, rostro regular y perfecto; los
cabellos de un rubio dorado, que no llegaban a ser rojos y que siempre
aparecían bien peinados y empolvados al gusto de la época. El bigote lo tenía
levantado a la moda española que le daba un aire marcial y cierta elegancia.
Para muchos, era el hombre superior de la cabellera de oro que se mostraba con
frecuencia con el jubón y las botas rotas, tratando de aparentar un descuido
afectado que no le cuadraba.
Saludos carabino
Retomando el tema sobre este "Pirata Lorencillo" aqui algunos datos de su procedencia..
Por haber nacido en Holanda en 1670 se le considera
flamenco-español. Su nombre completo era Laurens (o Laurent) Cornelis Boudewijn
de Graff, mejor conocido por los españoles como Lorencillo. Según las
descripciones de la época, era de gran estatura, rostro regular y perfecto; los
cabellos de un rubio dorado, que no llegaban a ser rojos y que siempre
aparecían bien peinados y empolvados al gusto de la época. El bigote lo tenía
levantado a la moda española que le daba un aire marcial y cierta elegancia.
Para muchos, era el hombre superior de la cabellera de oro que se mostraba con
frecuencia con el jubón y las botas rotas, tratando de aparentar un descuido
afectado que no le cuadraba.
Saludos carabino
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Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Vie 21 Oct 2011, 3:38 pm
Gracias por el Dato y la Historia Compañero Agraz.
Ya que en donde le e Buscado viene los mismo "Holandes"
Ahora a buscar el Libro que menciona a esta muy interesante las historias de estos personakes.
saludos carabino
Ya que en donde le e Buscado viene los mismo "Holandes"
Ahora a buscar el Libro que menciona a esta muy interesante las historias de estos personakes.
saludos carabino
Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Sáb 22 Oct 2011, 11:00 am
Pues creo que aún los libros ganan, por la época en que investigaron y fueron escritos, el internet tiene apenas desde 1995,,, y todo lo copian para insertarlo., quien sabe de que fuente lo hacen holandes, ya que Lorencillo es diminutivo de Lorenzo y creo que tampoco es un nombre holandes.
Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Sáb 22 Oct 2011, 12:12 pm
Hablando de esto que investigué sobre los piratas, les paso aquí una redacción que hice de un libro que estaba escribiendo que se llama Tesoros de México con unos cuentos sobre tesoros, este es de los piratas, espero les guste, Saludos.
Capítulo II
-Los amantes de lo ajeno van al mar-
Los piratas asolaron el mar por siglos
1650-1800
Los salteadores que operaban en el mar comúnmente eran llamados piratas, dicen que su control fue muy difícil ya que mantener orden en el mar debe ser complicado por los numerosos escondites y la inmensidad del mar, muy contrario a los salteadores de caminos que se movían sobre la tierra. Paradójicamente en el Nuevo Mundo los conquistadores españoles por la codicia del oro se lo quitaron a los indios y luego en el mar los piratas se los quitaron a los barcos españoles. Los piratas eran más ni menos que los ingleses, holandeses y franceses, quienes además de saquear los galeones cargados con las riquezas obtenidas, perpetraban múltiples fechorías, hasta en veinticinco ciudades de las indias americanas, de manera muy ruin fue afectada la Nueva España. El motivo pudo haber sido la envidia; pero además se sumaba el odio a la religión católica y a la católica España. En alta mar los más hábiles y poderosos para robar barcos eran los piratas Francis Drake, Henry Morgan y Walter Raleigh, ellos por parte de Inglaterra que en ese tiempo no tenía colonias propias. Luego los franceses con sus piratas Jean Francois, Jaques de Sores, Jean Lafitte, este último pirata se creía dueño del Golfo de México y los holandeses que eran: Piet Hein, Cornelio Holz, Laurens de Graff., entre otros no menos afortunados piratas. Todos ellos tenían muy mala reputación, a tal grado que cuando los habitantes escuchaban sus nombres eran demasiado temidos por causas obvias. Con tales problemas en ultramar la administración española en las Américas se vio muy afectada pues no llegaba lo “esperado” a España, además que entorpecía el comercio en toda aquella área. ¿Pero quienes perdieron más riquezas?... hay una diferencia y seria la que existe entre un hombre que roba a un banco y otra que roba al que robó el banco.
Esos piratas llegaron a tener sus islas propias en el Caribe, actuaban en sus ilícitos de forma sigilosa pero cuando encontraban a sus víctimas se aparecían sorpresivamente de la nada para actuar violentamente, desvalijando en alta mar lo que se les ponía enfrente en un santiamén; hasta se llevaban barcos completos y sacaban a la fuerza las barras de plata y oro, artesanía, mercancías, etc., la riqueza era transportada a sus reyes que gobernaban Inglaterra, Francia y Holanda. Sin embargo luego se independizaron guardando las riquezas en lugares propicios para ellos mismos y los tesoros que lograron enterrar han resultado muy difíciles de localizar porque tenían muchos hombres disponibles, quienes excavaban profundos agujeros donde colocaban lo robado.
Actualmente lo que se ha rescatado del fondo del mar, ha causado controversia entre naciones.
La espera por encontrar riquezas de oro
De noche, solo iluminada por el brillo de la luna llena sin los candelabros, antorchas o candela artificial, atracó con sigilo una corbeta de poco calado en la puerta de mar del Baluarte Santiago de la Villa Rica de la Veracruz., media hora antes habían llegado a nado los hermanos Rafai y Grabiel (así consta en sus actas de bautismo, queriéndome suponer que el escriba de la parroquia de Antioquia, Colombia de donde eran originarios, los dos mulatos no eran tan vastos de letras y así supusieron la escritura de Rafael y Gabriel). Eran Mellizos, cruza de raza negra zulú con holandés y chino, mismos que habían sido reclutados un año antes por el pirata Lorencillo en Barranquilla para atacar el puerto amurallado de Campeche, donde sembraron el terror con su dos metros y medio de estatura y el rostro morado, apergaminado por la sal y las heridas de batalla enmarcando a unos ojos alargados de un violeta intenso, encendidos como flamas de forja. Esa noche nadaron media hora desde una endeble lancha de desembarco, llegando al litoral cada uno con su daga metida en el amarre del calzón con la que dieron silenciosa muerte a los vigías virreinales para poder destrancar el portón de la rampa que bajaba hasta el playón por donde arribaría el resto de los piratas.
Cuando el gobernador despertó ya tenía a Lorencillo y su escolta a las patas de la cama de latón, apuntándole con su bayoneta. Había bebido una infusión de azahares y láudano para las malas noches tropicales a las que aún no terminaba de acostumbrarse después seis meses de haber llegado de Cataluña, por eso no escuchó la gritadera de las mujeres de la casona cuando los piratas se metieron a sus alcobas para saciarse el apetito de carne antes que el del bolsillo. Lo sacaron de cama en paños menores y arrastrando de los pies por los corredores, las escaleras y el patio, lo llevaron hasta la calle donde hoy forman esquina la avenida Independencia y La Fragua. Ahí lo amarraron al lado del alcalde, don Víctor Viña, a un pastelero, también Catalán e igual recién llegado de España con una pequeña fortuna para agrandarla en el Nuevo Mundo. Corría el año de 1763 y antes de Lorencillo ya había atacado el puerto un pirata francés llamado Ramón Banovén, por lo que los ricos de Veracruz habían tomado previsiones posteriores al hecho y escondieron bajo tierra el oro y las joyas que no se había llevado el contingente francés, por eso Lorencillo al no encontrar nada en las casas ni en las arcas de la casa del diezmo, realizó una captura masiva de habitantes, hacinando a más de seis mil hombres y mujeres en la parroquia y el ayuntamiento, frente a la plaza de armas, exigiendo al alcalde y al gobernador una fortuna en oro para respetar las vidas de ellos y por los demás veracruzanos que tenían secuestrados.
Del pirata Lorencillo cuentan las crónicas que era un fugitivo holandés llamado Lorent de Jácome pero en realidad se trataba de un negro cambujo de rodillas combadas por la mala alimentación infantil, vientre abultado, labios gruesos como labios de mandril y cabello entorchado en cientos de miles de diminutos rulos que no dejaban lugar a dudas de su pasado africano, pero el paño del marasmo en sus primeros años de vida lo había desteñido por completo haciéndose las manchas lechosas del vitíligo general en todo el rostro, lo que aprovechó para echar a correr el mito de que venía tierras europeas y había llegado en una “Nao” fantasma por obra de la “Divina Providencia” cuando toda la tripulación a excepción de el murieron de escorbuto. Realmente su padre era un pigmeo de la costa oriental del África y su madre una india otomí que lo parió en la tierra caliente de ese continente.
La Iglesia católica hubo de mediar con el corsario para la liberación de los más de seis mil prisioneros veracruzanos y sus autoridades civiles, con cautela al séptimo día del desembarco. Dentro de la parroquia y el ayuntamiento la situación era insostenible, no había agua ni mucho menos alimentos. El obispo Jiménez, mejor conocido como el padre sin sotana (por que los jueves oficiaba misa sin levita, porque se la lavaban el viernes y pues ponía como pretexto que todavía no se le secaba) logró salvoconducto para poder llevar algo de líquido y pan a los prisioneros, sin embargo esa buena acción generó mucho más muertes que la misma inanición cuando los prisioneros desesperados por los días de ayuno se comenzaron a matar por un mendrugo y un sorbo de agua, entonces el mismo obispo desenterró los tesoros del diezmo, sacó de las iglesias cercanas el oro labrado y joyas sacras para poder liberar a algunas mujeres que eran las que más sufrían por el encierro y estas a su vez pudieran pagar el rescate de sus esposos e hijos. Fue así como una vez liberadas las mujeres, Lorencillo enfiló a la isla de los sacrificios donde se acuarteló hasta que las mujeres desenterraran el oro escondido y pagaran los cuatro millones de pesos que exigió para liberar al resto de la población.
El ancho mar fue un lugar para que los piratas hicieran de las suyas.
Esta acción permitió que la armada de Barlovento llegara al rescate de los Veracruzanos y rodeara la isla de los sacrificios imponiendo un bloqueo para hacer rendir a Lorencillo y aprenderlo, sin embargo el pirata logró romper el cerco de la armada virreinal y puso velas rumbo al Sur, ya con el tesoro del rescate, hacia la aldea que tenían como guarida sobre la barra de Tupilco, más allá de la desembocadura del río Nautla.
No alcanzó Barra de Tupilco en Tabasco, solo alcanzó a llegar a la orilla del río y encalló en un banco de arenisca como ballena piloto. Era Abril o Mayo, dos meses donde las esperanzas renacen o se pudren de calor según estén los corazones hundidos en almonías, mas él por tradición no tenía alma, ni corazón, solo instinto y una alondra en su interior que comenzó el infinito canto desde una barra llena de flores nuevas que cada invierno envejecían. Ahí aprendió el lenguaje del viento, como una vez comprendió el del mar y sus olas. Lo escuchaba conversar con las matas de coco y la yuca que en soledad germinaron junto a la vastedad del océano, sin desatender jamás el piélago, en espera de ver reaparecer en su horizonte las velas de la armada de Barlovento. Entonces ordenó al negro Grabiel desembarcar, poner a resguardo el tesoro y colocar señales para poder dar con él una vez pasado el temporal y librados de la armada Virreinal.
Comenzó su huída de la isla de Sacrificios una tarde de huracán. Muy temprano se había anunciado el temporal silbando y haciendo malabarismos con las olas que golpeaban furiosas la quilla de la corbeta. La seguían muy de cerca una galera y dos bergantines de la armada de Barlovento. Una de ellas la conocía, era el Tampico, navío comandado por el espectro de un viejo capitán que daba alcance a los barcos bucaneros para esclavizar a su tripulación por toda una vida en la Prisión de San Juan de Ulúa. Los otros dos barcos eran su escolta e iban tras la pequeña corbeta de velas áuricas con spinakers que portaba cuatro cañones de 200mm a babor y otros cuatro a estribor. Grabiel un osado de temperamento más bien melancólico, miraba desbaratarse el cielo desde la proa de la nave, que difería de las otras por su aparejo acuchillado con dos castilletes, uno a proa y otro a popa, la mitad de su desplazamiento y que con el doble de nudos intentaba eludir a las embarcaciones.
Durante esos instantes, tenía un sentimiento de frustración reprimido apenas por hilillos de esperanza. Se consolaba con la idea de que mayor industria había sido hacer puerto en Campeche después de medio año a la deriva en el Caribe y no estaba dispuesto a abandonar esta nueva empresa una vez iniciada junto con su hermano mellizo. Las naves del Virrey tenían tres palos con velas latinas, las cuales frecuentemente se atascaban al fragor de la tormenta, eso les había costado la total dispersión de los veleros frente al viento del Norte. Eran barcos más bien pesados y largos, con mucha anchura y poco calado, que les hacía zozobrar ante el arribo del oleaje que rompía tres metros por encima de sus únicas cubiertas y les hacía ver como lo que en realidad eran al ser levantadas en vilo por las marejadas, espíritus de antiguas embarcaciones. Al caer, sus maderos gemían de dolor resquebrajándose parte de los aparejos y convirtiéndose en estacas que los marineros lanzaban al agua. Así siguieron durante varias leguas a la corbeta hasta que finalmente el viento las disperso y fueron devoradas por la bruma marina.
La tripulación del bergantín español La Vera Cruz era la más experimentada de las tres naves para la batalla naval, ya se había salvado dos veces con mucha suerte de los atacantes Ingleses. Cuando pasaron por la isla Tortuga, una jauría de bucaneros se abalanzaron detrás de tres veleros ibéricos destrozándoles aparejos con salvas y recibiendo otras tantas andanadas de los balandros mejor pertrechados a sabiendas de las emboscadas de continuo salvajemente perpetradas a esas latitudes marinas. Dos de las tres naves españolas sucumbieron al embate de los piratas, la tercera, la Vera Cruz, huyó maltrecha solo para encarar al día siguiente una calamidad que se volvería a repetir. A punto estuvo de ser abordada por la tripulación maldita del Holandés Errante, el barco fantasma fondeado en puerto solo una vez cada cien años, más el bergantín tenía a bordo excelentes artilleros del Rey y jamás erraron un blanco. Además contaban con la imagen de San Miguel Arcángel en tamaño real. Hecho de pulpa de maíz y argamasa, embadurnado con ámbar derretido a alta temperatura y sumergido de cabeza hasta el cuello en el mar Caribe.
Destrozaron con una carga el puente de los piratas y volaron en astillas las vergas haciéndoles sucumbir velámenes. En esta ocasión eran ellos quienes acosaban al pirata Lorencillo junto con el Tampico y el Alcatraz. En ese momento sería el tifón el salvamento de Lorencillo, pero su suerte no duraría mucho más.
Las costas de la Nueva España se vieron afectadas por las actividades ilícitas de los amantes de los ajeno.
Aquella tarde fueron separadas por el viento las tres naves del Virrey justo cuando estaban por abordar la corbeta. Pensaron que el corsario se les había escapado una vez más como en Champotón. Además intentaban sobrevivir a la tormenta, daba la impresión de que ni el fantasma de Rodrigo de Triana los recataría del tifón. Poco faltaba a las olas para convertir en frituras la galera y los bergantines.
Cuando amainó la marejada ya habían perdido de vista Lorencillo, más no podía estar muy lejos. Con el catalejo los vigías husmearon el horizonte y al no encontrar las velas sobresaliendo, supusieron que el barco intentando escapar había tomando río arriba por la desembocadura del Nautla y no estaban errados en el supuesto, al divisar dos días después la corbeta de Lorencillo encallada sobre un montículo de arena no muy lejos de donde rompían las olas del mar con la corriente de agua dulce.
Grabiel ya había desembarcado consigo los cuatro millones en oro y joyas, jalados por él mismo en una canoa con ruedas de madera y las había llevado selva adentro poco lejos del caudaloso río. Ahí enterró el tesoro a cuatro metros de profundidad y dejó como seña una argolla en la rama de un árbol a la altura de un hombre parado sobre el lomo de un debilucho caballo. Aunque no especificaba el tamaño del hombre y él era un gigante de dos metros y medio… Tal vez por eso después nadie más daría con la señal ni el tesoro. Cuando se disponía a regresar a su nave, observó un campamento de soldados a orillas del río disponiéndose a abordar sobre barcazas para rematar a Lorencillo mientras la galera y los bergantines bloqueaban con su artillería la huída de los piratas quienes fieros se defendieron como bestia herida, pero el poder de fuego de la armada novohispana fue mayor y uno a uno fueron cayendo muertos los corsarios, incluido Rafai, el hermano gemelo de Grabiel quien no pudo más que parapetarse debajo de una ceiba y esperar a que la batalla terminara y se retiraran los soldados. Cuando se fueron, tres días después de la casería, de la corbeta de Lorencillo no quedaba ni un mondadientes, desbarataron los despojos buscando el tesoro pero nada hallaron a pesar de la afanosa búsqueda. Ni los cadáveres de los piratas se salvaron de ser cortados por tajos para comprobar que no tuvieran las monedas y las joyas en sus vientres. Tres días después de la infructuosa búsqueda regresaron a la mar con las cabezas de Lorencillo y sus huestes.
Grabiel regresó al lugar en donde estaba enterrado el tesoro, pero era tan cuantioso y pesado que solo pudo cargar una octava parte de él para huir con rumbo a tierras altas. El resto lo volvió a enterrar y no regresó nunca más a ese lugar cerca del río Nautla. Luego se estableció lo más lejos que pudo de la costa, donde muchos podrían reconocerlo por sus fechorías, fue así que caminando entre ríos y selvas con una pequeña parte del tesoro llegó a Orizaba. En agradecimiento de haber sido el único miembro de la pandilla de Lorencillo que sobrevivió, mandó construir una iglesia y vivió con el sustento del oro desahogado por el resto de sus días, no solo él, sino cinco generaciones suyas más, mientras la mayor parte del tesoro se convierte en neblina al pie de un árbol con una argolla incrustada en una de sus ramas.
Capítulo II
-Los amantes de lo ajeno van al mar-
Los piratas asolaron el mar por siglos
1650-1800
Los salteadores que operaban en el mar comúnmente eran llamados piratas, dicen que su control fue muy difícil ya que mantener orden en el mar debe ser complicado por los numerosos escondites y la inmensidad del mar, muy contrario a los salteadores de caminos que se movían sobre la tierra. Paradójicamente en el Nuevo Mundo los conquistadores españoles por la codicia del oro se lo quitaron a los indios y luego en el mar los piratas se los quitaron a los barcos españoles. Los piratas eran más ni menos que los ingleses, holandeses y franceses, quienes además de saquear los galeones cargados con las riquezas obtenidas, perpetraban múltiples fechorías, hasta en veinticinco ciudades de las indias americanas, de manera muy ruin fue afectada la Nueva España. El motivo pudo haber sido la envidia; pero además se sumaba el odio a la religión católica y a la católica España. En alta mar los más hábiles y poderosos para robar barcos eran los piratas Francis Drake, Henry Morgan y Walter Raleigh, ellos por parte de Inglaterra que en ese tiempo no tenía colonias propias. Luego los franceses con sus piratas Jean Francois, Jaques de Sores, Jean Lafitte, este último pirata se creía dueño del Golfo de México y los holandeses que eran: Piet Hein, Cornelio Holz, Laurens de Graff., entre otros no menos afortunados piratas. Todos ellos tenían muy mala reputación, a tal grado que cuando los habitantes escuchaban sus nombres eran demasiado temidos por causas obvias. Con tales problemas en ultramar la administración española en las Américas se vio muy afectada pues no llegaba lo “esperado” a España, además que entorpecía el comercio en toda aquella área. ¿Pero quienes perdieron más riquezas?... hay una diferencia y seria la que existe entre un hombre que roba a un banco y otra que roba al que robó el banco.
Esos piratas llegaron a tener sus islas propias en el Caribe, actuaban en sus ilícitos de forma sigilosa pero cuando encontraban a sus víctimas se aparecían sorpresivamente de la nada para actuar violentamente, desvalijando en alta mar lo que se les ponía enfrente en un santiamén; hasta se llevaban barcos completos y sacaban a la fuerza las barras de plata y oro, artesanía, mercancías, etc., la riqueza era transportada a sus reyes que gobernaban Inglaterra, Francia y Holanda. Sin embargo luego se independizaron guardando las riquezas en lugares propicios para ellos mismos y los tesoros que lograron enterrar han resultado muy difíciles de localizar porque tenían muchos hombres disponibles, quienes excavaban profundos agujeros donde colocaban lo robado.
Actualmente lo que se ha rescatado del fondo del mar, ha causado controversia entre naciones.
La espera por encontrar riquezas de oro
De noche, solo iluminada por el brillo de la luna llena sin los candelabros, antorchas o candela artificial, atracó con sigilo una corbeta de poco calado en la puerta de mar del Baluarte Santiago de la Villa Rica de la Veracruz., media hora antes habían llegado a nado los hermanos Rafai y Grabiel (así consta en sus actas de bautismo, queriéndome suponer que el escriba de la parroquia de Antioquia, Colombia de donde eran originarios, los dos mulatos no eran tan vastos de letras y así supusieron la escritura de Rafael y Gabriel). Eran Mellizos, cruza de raza negra zulú con holandés y chino, mismos que habían sido reclutados un año antes por el pirata Lorencillo en Barranquilla para atacar el puerto amurallado de Campeche, donde sembraron el terror con su dos metros y medio de estatura y el rostro morado, apergaminado por la sal y las heridas de batalla enmarcando a unos ojos alargados de un violeta intenso, encendidos como flamas de forja. Esa noche nadaron media hora desde una endeble lancha de desembarco, llegando al litoral cada uno con su daga metida en el amarre del calzón con la que dieron silenciosa muerte a los vigías virreinales para poder destrancar el portón de la rampa que bajaba hasta el playón por donde arribaría el resto de los piratas.
Cuando el gobernador despertó ya tenía a Lorencillo y su escolta a las patas de la cama de latón, apuntándole con su bayoneta. Había bebido una infusión de azahares y láudano para las malas noches tropicales a las que aún no terminaba de acostumbrarse después seis meses de haber llegado de Cataluña, por eso no escuchó la gritadera de las mujeres de la casona cuando los piratas se metieron a sus alcobas para saciarse el apetito de carne antes que el del bolsillo. Lo sacaron de cama en paños menores y arrastrando de los pies por los corredores, las escaleras y el patio, lo llevaron hasta la calle donde hoy forman esquina la avenida Independencia y La Fragua. Ahí lo amarraron al lado del alcalde, don Víctor Viña, a un pastelero, también Catalán e igual recién llegado de España con una pequeña fortuna para agrandarla en el Nuevo Mundo. Corría el año de 1763 y antes de Lorencillo ya había atacado el puerto un pirata francés llamado Ramón Banovén, por lo que los ricos de Veracruz habían tomado previsiones posteriores al hecho y escondieron bajo tierra el oro y las joyas que no se había llevado el contingente francés, por eso Lorencillo al no encontrar nada en las casas ni en las arcas de la casa del diezmo, realizó una captura masiva de habitantes, hacinando a más de seis mil hombres y mujeres en la parroquia y el ayuntamiento, frente a la plaza de armas, exigiendo al alcalde y al gobernador una fortuna en oro para respetar las vidas de ellos y por los demás veracruzanos que tenían secuestrados.
Del pirata Lorencillo cuentan las crónicas que era un fugitivo holandés llamado Lorent de Jácome pero en realidad se trataba de un negro cambujo de rodillas combadas por la mala alimentación infantil, vientre abultado, labios gruesos como labios de mandril y cabello entorchado en cientos de miles de diminutos rulos que no dejaban lugar a dudas de su pasado africano, pero el paño del marasmo en sus primeros años de vida lo había desteñido por completo haciéndose las manchas lechosas del vitíligo general en todo el rostro, lo que aprovechó para echar a correr el mito de que venía tierras europeas y había llegado en una “Nao” fantasma por obra de la “Divina Providencia” cuando toda la tripulación a excepción de el murieron de escorbuto. Realmente su padre era un pigmeo de la costa oriental del África y su madre una india otomí que lo parió en la tierra caliente de ese continente.
La Iglesia católica hubo de mediar con el corsario para la liberación de los más de seis mil prisioneros veracruzanos y sus autoridades civiles, con cautela al séptimo día del desembarco. Dentro de la parroquia y el ayuntamiento la situación era insostenible, no había agua ni mucho menos alimentos. El obispo Jiménez, mejor conocido como el padre sin sotana (por que los jueves oficiaba misa sin levita, porque se la lavaban el viernes y pues ponía como pretexto que todavía no se le secaba) logró salvoconducto para poder llevar algo de líquido y pan a los prisioneros, sin embargo esa buena acción generó mucho más muertes que la misma inanición cuando los prisioneros desesperados por los días de ayuno se comenzaron a matar por un mendrugo y un sorbo de agua, entonces el mismo obispo desenterró los tesoros del diezmo, sacó de las iglesias cercanas el oro labrado y joyas sacras para poder liberar a algunas mujeres que eran las que más sufrían por el encierro y estas a su vez pudieran pagar el rescate de sus esposos e hijos. Fue así como una vez liberadas las mujeres, Lorencillo enfiló a la isla de los sacrificios donde se acuarteló hasta que las mujeres desenterraran el oro escondido y pagaran los cuatro millones de pesos que exigió para liberar al resto de la población.
El ancho mar fue un lugar para que los piratas hicieran de las suyas.
Esta acción permitió que la armada de Barlovento llegara al rescate de los Veracruzanos y rodeara la isla de los sacrificios imponiendo un bloqueo para hacer rendir a Lorencillo y aprenderlo, sin embargo el pirata logró romper el cerco de la armada virreinal y puso velas rumbo al Sur, ya con el tesoro del rescate, hacia la aldea que tenían como guarida sobre la barra de Tupilco, más allá de la desembocadura del río Nautla.
No alcanzó Barra de Tupilco en Tabasco, solo alcanzó a llegar a la orilla del río y encalló en un banco de arenisca como ballena piloto. Era Abril o Mayo, dos meses donde las esperanzas renacen o se pudren de calor según estén los corazones hundidos en almonías, mas él por tradición no tenía alma, ni corazón, solo instinto y una alondra en su interior que comenzó el infinito canto desde una barra llena de flores nuevas que cada invierno envejecían. Ahí aprendió el lenguaje del viento, como una vez comprendió el del mar y sus olas. Lo escuchaba conversar con las matas de coco y la yuca que en soledad germinaron junto a la vastedad del océano, sin desatender jamás el piélago, en espera de ver reaparecer en su horizonte las velas de la armada de Barlovento. Entonces ordenó al negro Grabiel desembarcar, poner a resguardo el tesoro y colocar señales para poder dar con él una vez pasado el temporal y librados de la armada Virreinal.
Comenzó su huída de la isla de Sacrificios una tarde de huracán. Muy temprano se había anunciado el temporal silbando y haciendo malabarismos con las olas que golpeaban furiosas la quilla de la corbeta. La seguían muy de cerca una galera y dos bergantines de la armada de Barlovento. Una de ellas la conocía, era el Tampico, navío comandado por el espectro de un viejo capitán que daba alcance a los barcos bucaneros para esclavizar a su tripulación por toda una vida en la Prisión de San Juan de Ulúa. Los otros dos barcos eran su escolta e iban tras la pequeña corbeta de velas áuricas con spinakers que portaba cuatro cañones de 200mm a babor y otros cuatro a estribor. Grabiel un osado de temperamento más bien melancólico, miraba desbaratarse el cielo desde la proa de la nave, que difería de las otras por su aparejo acuchillado con dos castilletes, uno a proa y otro a popa, la mitad de su desplazamiento y que con el doble de nudos intentaba eludir a las embarcaciones.
Durante esos instantes, tenía un sentimiento de frustración reprimido apenas por hilillos de esperanza. Se consolaba con la idea de que mayor industria había sido hacer puerto en Campeche después de medio año a la deriva en el Caribe y no estaba dispuesto a abandonar esta nueva empresa una vez iniciada junto con su hermano mellizo. Las naves del Virrey tenían tres palos con velas latinas, las cuales frecuentemente se atascaban al fragor de la tormenta, eso les había costado la total dispersión de los veleros frente al viento del Norte. Eran barcos más bien pesados y largos, con mucha anchura y poco calado, que les hacía zozobrar ante el arribo del oleaje que rompía tres metros por encima de sus únicas cubiertas y les hacía ver como lo que en realidad eran al ser levantadas en vilo por las marejadas, espíritus de antiguas embarcaciones. Al caer, sus maderos gemían de dolor resquebrajándose parte de los aparejos y convirtiéndose en estacas que los marineros lanzaban al agua. Así siguieron durante varias leguas a la corbeta hasta que finalmente el viento las disperso y fueron devoradas por la bruma marina.
La tripulación del bergantín español La Vera Cruz era la más experimentada de las tres naves para la batalla naval, ya se había salvado dos veces con mucha suerte de los atacantes Ingleses. Cuando pasaron por la isla Tortuga, una jauría de bucaneros se abalanzaron detrás de tres veleros ibéricos destrozándoles aparejos con salvas y recibiendo otras tantas andanadas de los balandros mejor pertrechados a sabiendas de las emboscadas de continuo salvajemente perpetradas a esas latitudes marinas. Dos de las tres naves españolas sucumbieron al embate de los piratas, la tercera, la Vera Cruz, huyó maltrecha solo para encarar al día siguiente una calamidad que se volvería a repetir. A punto estuvo de ser abordada por la tripulación maldita del Holandés Errante, el barco fantasma fondeado en puerto solo una vez cada cien años, más el bergantín tenía a bordo excelentes artilleros del Rey y jamás erraron un blanco. Además contaban con la imagen de San Miguel Arcángel en tamaño real. Hecho de pulpa de maíz y argamasa, embadurnado con ámbar derretido a alta temperatura y sumergido de cabeza hasta el cuello en el mar Caribe.
Destrozaron con una carga el puente de los piratas y volaron en astillas las vergas haciéndoles sucumbir velámenes. En esta ocasión eran ellos quienes acosaban al pirata Lorencillo junto con el Tampico y el Alcatraz. En ese momento sería el tifón el salvamento de Lorencillo, pero su suerte no duraría mucho más.
Las costas de la Nueva España se vieron afectadas por las actividades ilícitas de los amantes de los ajeno.
Aquella tarde fueron separadas por el viento las tres naves del Virrey justo cuando estaban por abordar la corbeta. Pensaron que el corsario se les había escapado una vez más como en Champotón. Además intentaban sobrevivir a la tormenta, daba la impresión de que ni el fantasma de Rodrigo de Triana los recataría del tifón. Poco faltaba a las olas para convertir en frituras la galera y los bergantines.
Cuando amainó la marejada ya habían perdido de vista Lorencillo, más no podía estar muy lejos. Con el catalejo los vigías husmearon el horizonte y al no encontrar las velas sobresaliendo, supusieron que el barco intentando escapar había tomando río arriba por la desembocadura del Nautla y no estaban errados en el supuesto, al divisar dos días después la corbeta de Lorencillo encallada sobre un montículo de arena no muy lejos de donde rompían las olas del mar con la corriente de agua dulce.
Grabiel ya había desembarcado consigo los cuatro millones en oro y joyas, jalados por él mismo en una canoa con ruedas de madera y las había llevado selva adentro poco lejos del caudaloso río. Ahí enterró el tesoro a cuatro metros de profundidad y dejó como seña una argolla en la rama de un árbol a la altura de un hombre parado sobre el lomo de un debilucho caballo. Aunque no especificaba el tamaño del hombre y él era un gigante de dos metros y medio… Tal vez por eso después nadie más daría con la señal ni el tesoro. Cuando se disponía a regresar a su nave, observó un campamento de soldados a orillas del río disponiéndose a abordar sobre barcazas para rematar a Lorencillo mientras la galera y los bergantines bloqueaban con su artillería la huída de los piratas quienes fieros se defendieron como bestia herida, pero el poder de fuego de la armada novohispana fue mayor y uno a uno fueron cayendo muertos los corsarios, incluido Rafai, el hermano gemelo de Grabiel quien no pudo más que parapetarse debajo de una ceiba y esperar a que la batalla terminara y se retiraran los soldados. Cuando se fueron, tres días después de la casería, de la corbeta de Lorencillo no quedaba ni un mondadientes, desbarataron los despojos buscando el tesoro pero nada hallaron a pesar de la afanosa búsqueda. Ni los cadáveres de los piratas se salvaron de ser cortados por tajos para comprobar que no tuvieran las monedas y las joyas en sus vientres. Tres días después de la infructuosa búsqueda regresaron a la mar con las cabezas de Lorencillo y sus huestes.
Grabiel regresó al lugar en donde estaba enterrado el tesoro, pero era tan cuantioso y pesado que solo pudo cargar una octava parte de él para huir con rumbo a tierras altas. El resto lo volvió a enterrar y no regresó nunca más a ese lugar cerca del río Nautla. Luego se estableció lo más lejos que pudo de la costa, donde muchos podrían reconocerlo por sus fechorías, fue así que caminando entre ríos y selvas con una pequeña parte del tesoro llegó a Orizaba. En agradecimiento de haber sido el único miembro de la pandilla de Lorencillo que sobrevivió, mandó construir una iglesia y vivió con el sustento del oro desahogado por el resto de sus días, no solo él, sino cinco generaciones suyas más, mientras la mayor parte del tesoro se convierte en neblina al pie de un árbol con una argolla incrustada en una de sus ramas.
- carabinoIdentidad Certificada
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Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Sáb 22 Oct 2011, 12:50 pm
POR: Edwin Corona y Cepeda./NOTIVER
Por el año de 1680 existió un pirata mulato, al que se supone originario de Montepío de nombre Lorenzo Jácome, mismo que, por su corta estatura apodaron "Lorencillo". Este maleante ejercía sus rapiñas desde la costa del Sotavento veracruzano hasta Campeche, teniendo como guarida de sus correrías, la gruta de Roca Partida. Existían por aquellos tiempos entre la Barra de Santa Ana y Tonalá cuatro pueblos de indios aztecas, conocidos como los Ahualulcos, cuyos habitantes fueron tan acosados por el tal Lorencillo y sus piratas que resolvieron abandonar sus pueblos para asentarse en otros lugares.
Asi que la confucion con el Pirata Holandes...cosas de los "historiadores y Cronistas"..
Saludos al Foro
Por el año de 1680 existió un pirata mulato, al que se supone originario de Montepío de nombre Lorenzo Jácome, mismo que, por su corta estatura apodaron "Lorencillo". Este maleante ejercía sus rapiñas desde la costa del Sotavento veracruzano hasta Campeche, teniendo como guarida de sus correrías, la gruta de Roca Partida. Existían por aquellos tiempos entre la Barra de Santa Ana y Tonalá cuatro pueblos de indios aztecas, conocidos como los Ahualulcos, cuyos habitantes fueron tan acosados por el tal Lorencillo y sus piratas que resolvieron abandonar sus pueblos para asentarse en otros lugares.
Asi que la confucion con el Pirata Holandes...cosas de los "historiadores y Cronistas"..
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- Francisco FernandezExperto del Foro
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Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Sáb 03 Mar 2012, 3:31 pm
Saudos a todos, me encantan las historias, pero las politicas bolivarianas entremetidas, son un poco peligrosas. Atte. Francisco
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Re: Piratas, corsarios y filibusteros
Dom 04 Mar 2012, 2:09 pm
carabino escribió:POR: Edwin Corona y Cepeda./NOTIVER
Por el año de 1680 existió un pirata mulato, al que se supone originario de Montepío de nombre Lorenzo Jácome, mismo que, por su corta estatura apodaron "Lorencillo". Este maleante ejercía sus rapiñas desde la costa del Sotavento veracruzano hasta Campeche, teniendo como guarida de sus correrías, la gruta de Roca Partida. Existían por aquellos tiempos entre la Barra de Santa Ana y Tonalá cuatro pueblos de indios aztecas, conocidos como los Ahualulcos, cuyos habitantes fueron tan acosados por el tal Lorencillo y sus piratas que resolvieron abandonar sus pueblos para asentarse en otros lugares.
Asi que la confucion con el Pirata Holandes...cosas de los "historiadores y Cronistas"..
Saludos al Foro
Hasta donde yo recuerdo, por que no tengo el dato, creo que si habia un corsario holandes que se le llamaba Lorencillo, pero no tenia nada que ver con su nombre, igual lei mal, pero pues todo puede pasar..con esto del internet, que cada quien puede subir sus "historias" verdaderas o ficticias.
Saludos
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