- Miguel garciaIdentidad Certificada
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POBRE Y SENTADO SOBRE UNA FORTUNA
Sáb 16 Feb 2008, 4:56 pm
Dn. Juan Alvarez dueño de una Hacienda en el Estado de Tlaxcala estaba orgulloso de su propiedad.
Primero la revolución y luego el agrarismo acabaron con todas las haciendas, de un hermoso bosque. Cerca de la Hacienda del Sr. Alvarez no quedó un solo árbol, los agraristas los arrasaron todo.
El Sr. Alvarez tenía un amigo en la capital de la República y en alguna ocasión que el amigo vino a la Hacienda se dio cuenta que el Sr. Alvarez vivía de milagro. Oye Juan -le dijo-, cuando necesites algo recurre a mi.
Don Juan por orgullo no lo hacía hasta que un día ya no pudo más y lo fue a ver a México, llevando la documentación de la Hacienda.
Jorge -así se llamaba el amigo-, necesito dinero, no prestado pues no podría pagarlo, te vendo mi hacienda, dame tanto, aquí están los documentos. Don Jorge más que nada por la amistad que tenían, le compró la Hacienda al Sr. Alvarez.
Un día le dice Don Jorge a su señora, -vamos a ver la Hacienda que compré a ver que necesita-, por lo pronto no pudieron entrar a la hacienda con la camioneta pues no cupo por el zahuán. -Lo primero que voy a hacer es reformar la entrada- le dijo Jorge a su señora. A los lados del zahuán había dos “pollos” (una especie de banca generalmente de lajas). Ni modo, -dijo nuvamente Jorge- aunque se tire un pollo, pero hay que agrandar la entrada.
Así lo hiciero, y Jorge hizo las diligenias para que fueran los albañiles. Don Jorge dirigiendo la obra, pidió que se tirara uno de los pollos, y cuando los albañiles lo golpearon, al caer saltaron monedas de plata y oro que estaban en dos barrilitos.
Como Don Jorge ya era dueño de la Hacienda ya no había nada que hacer, pero no se olvidó de su amigo Don Juan Alvarez y le pasó una generosa pensión hasta el día de su muerte.
Aquellos barriles llenos de moneda, sumaron aproximadamente dos millones de aquella época (1940).
Primero la revolución y luego el agrarismo acabaron con todas las haciendas, de un hermoso bosque. Cerca de la Hacienda del Sr. Alvarez no quedó un solo árbol, los agraristas los arrasaron todo.
El Sr. Alvarez tenía un amigo en la capital de la República y en alguna ocasión que el amigo vino a la Hacienda se dio cuenta que el Sr. Alvarez vivía de milagro. Oye Juan -le dijo-, cuando necesites algo recurre a mi.
Don Juan por orgullo no lo hacía hasta que un día ya no pudo más y lo fue a ver a México, llevando la documentación de la Hacienda.
Jorge -así se llamaba el amigo-, necesito dinero, no prestado pues no podría pagarlo, te vendo mi hacienda, dame tanto, aquí están los documentos. Don Jorge más que nada por la amistad que tenían, le compró la Hacienda al Sr. Alvarez.
Un día le dice Don Jorge a su señora, -vamos a ver la Hacienda que compré a ver que necesita-, por lo pronto no pudieron entrar a la hacienda con la camioneta pues no cupo por el zahuán. -Lo primero que voy a hacer es reformar la entrada- le dijo Jorge a su señora. A los lados del zahuán había dos “pollos” (una especie de banca generalmente de lajas). Ni modo, -dijo nuvamente Jorge- aunque se tire un pollo, pero hay que agrandar la entrada.
Así lo hiciero, y Jorge hizo las diligenias para que fueran los albañiles. Don Jorge dirigiendo la obra, pidió que se tirara uno de los pollos, y cuando los albañiles lo golpearon, al caer saltaron monedas de plata y oro que estaban en dos barrilitos.
Como Don Jorge ya era dueño de la Hacienda ya no había nada que hacer, pero no se olvidó de su amigo Don Juan Alvarez y le pasó una generosa pensión hasta el día de su muerte.
Aquellos barriles llenos de moneda, sumaron aproximadamente dos millones de aquella época (1940).
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