- Pedro CantúAdmin
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Historias de tesoros en Mazatán
Mar 29 Jul 2008, 1:41 pm
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Anécdotas y leyendas de Mazatán
Juan Antonio Ibarra Noriega
Cronista Honorario de Mazatán
De entierros y aparecidos
Cuenta don Alberto Ahumada, que en el rancho “Jupababi” había en el monte marcado con piedras blancas un número 8, que él encontró cuando andaba campeando. Dejó una “señal” y volvió después con pico y pala, a fin de sacar el entierro, pero el número había desaparecido.
En otra ocasión un sobrino suyo que también lo encontró, tuvo la “puntada” de marcar bien con la bota del pie el lugar exacto y al regresar después “se le borró”. Hubo otros a quienes les pasó igual.
Don Trinidad Gracia (vecino de don Alberto, que estaba presente cuando lo entrevisté) por su parte narró:
“En una ocasión, un guía llevó a unos americanos a buscar ‘el tesoro de las trincheras’; los gringos encontraron una botija con monedas de oro y no le dieron al guía ni un centavo. Por eso es de pensarse y hasta peligroso, prestarse para estos trabajos”. Pero tanto él como don Alberto aseguran que con una buena máquina o un aparato que profundice sí puede hallarse algo en esas famosas trincheras, al pie de la sierra.
Por su parte doña María, esposa de don Alberto, cuenta que en el rancho “San Rafael”, de los Mada, por las noches después de acostarse la servidumbre a descansar ya terminados sus quehaceres, en la cocina se escuchaban ruidos de trastes, y ellos se levantaban a buscar la causa del ruido y... ¡nada!
En otra ocasión observó que por la calle pasaba un jinete en un caballo blanco que un trecho después se desaparecía. Asegura que varias veces y diferentes vecinos lo vieron y ya después “se acostumbraron a esos ruidos y apariciones y ya ni caso les hacían”.
En esa casa vivió Nacho Romo, hijo de don Guillermo Romo, que erraba ganado y se supone que dejó algún “interés” enterrado. En ese tiempo no existían los bancos y menos en pueblos tan remotos.
Tío Felipe “El Gavillero”
Tío Felipe Moreno era un “gavillero”, había hecho un “decomiso” en asalto a unos carros a principios del siglo pasado, uno de los cuales fue en “El Aigame”. Tiempo después, tío Felipe le platicó a Epifanio Casanova del entierro que hizo en “El Salto”, lugar en la Sierra de Mazatán, consistente en barras de plata y dinero sellado. Tío Felipe y sus amigos mandaron hacer un hoyo para enterrar el “interés”, pero junto con éste “enterraron” al que hizo el hoyo para que no divulgara el secreto. Tío Felipe después se pasó para el “otro lado” y cuando regresó, 35 años después, ya muy anciano, fue a buscar el “entierro” y ya no lo encontró. Se dice que mucha gente lo ha seguido buscando (y hasta la fecha) sin ningún resultado positivo.
Don Alberto asegura que en esa cañada de “El Salto” “sí hay un ‘interés’ muy grande”.
Tiempo después Manuel “El Chicanito” Ochoa, en lo plano, al pie de la sierra, se encontró una barra de plata ya fundida, inocente Chicanito se la dio de encargo a su tocayo Manuel Ochoa para que la llevara a ensayar a La Colorada o a Hermosillo, y ya no volvió a ver jamás ni su barra de plata ni al acomedido ensayador”.
El testamento incompleto
En la casa donde ahora vive Humberto Gálvez vivía antiguamente Jesús Salazar, quien contaba que el señor Manuel Ahumada dejó un testamento a su hijo en unas hojas o pergamino. Al encontrarlas, ya amarillentas e ilegibles y leerlas, le dice; “... y en la punta de la Mesa de los Güírote...” Y ahí se ‘apaño’ la escritura..., dice don Alberto. Después, en ese mismo lugar y por el monte, asustaron a Juan Real —otro vecino— con gran ruido de cadenas que arrastraban. El nombrado Jesús Salazar, como una curiosidad antigua, regaló ese pergamino al doctor José de la Fuente Riveroll, residente de Hermosillo, como pieza de museo.
(*) Nota: Don Alberto Ahumada y su esposa doña María –principales informantes –, a quienes entrevisté en cumplimiento de mi tarea de cronista el 27 de septiembre de 1994, me los presentó el señor Manuel Ibarra Miranda, de oficio zapatero, que heredó de su padre esa actividad y sabe fabricar muy buenas tehuas de gamuza, además de que fuera también Regidor de Mazatán durante trienio (1991-1994).
Crónicas de Sonora
Centro Estatal de Desarrollo Municipal y Asociación de Cronistas Sonorenses, A.C.
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Anécdotas y leyendas de Mazatán
Juan Antonio Ibarra Noriega
Cronista Honorario de Mazatán
De entierros y aparecidos
Cuenta don Alberto Ahumada, que en el rancho “Jupababi” había en el monte marcado con piedras blancas un número 8, que él encontró cuando andaba campeando. Dejó una “señal” y volvió después con pico y pala, a fin de sacar el entierro, pero el número había desaparecido.
En otra ocasión un sobrino suyo que también lo encontró, tuvo la “puntada” de marcar bien con la bota del pie el lugar exacto y al regresar después “se le borró”. Hubo otros a quienes les pasó igual.
Don Trinidad Gracia (vecino de don Alberto, que estaba presente cuando lo entrevisté) por su parte narró:
“En una ocasión, un guía llevó a unos americanos a buscar ‘el tesoro de las trincheras’; los gringos encontraron una botija con monedas de oro y no le dieron al guía ni un centavo. Por eso es de pensarse y hasta peligroso, prestarse para estos trabajos”. Pero tanto él como don Alberto aseguran que con una buena máquina o un aparato que profundice sí puede hallarse algo en esas famosas trincheras, al pie de la sierra.
Por su parte doña María, esposa de don Alberto, cuenta que en el rancho “San Rafael”, de los Mada, por las noches después de acostarse la servidumbre a descansar ya terminados sus quehaceres, en la cocina se escuchaban ruidos de trastes, y ellos se levantaban a buscar la causa del ruido y... ¡nada!
En otra ocasión observó que por la calle pasaba un jinete en un caballo blanco que un trecho después se desaparecía. Asegura que varias veces y diferentes vecinos lo vieron y ya después “se acostumbraron a esos ruidos y apariciones y ya ni caso les hacían”.
En esa casa vivió Nacho Romo, hijo de don Guillermo Romo, que erraba ganado y se supone que dejó algún “interés” enterrado. En ese tiempo no existían los bancos y menos en pueblos tan remotos.
Tío Felipe “El Gavillero”
Tío Felipe Moreno era un “gavillero”, había hecho un “decomiso” en asalto a unos carros a principios del siglo pasado, uno de los cuales fue en “El Aigame”. Tiempo después, tío Felipe le platicó a Epifanio Casanova del entierro que hizo en “El Salto”, lugar en la Sierra de Mazatán, consistente en barras de plata y dinero sellado. Tío Felipe y sus amigos mandaron hacer un hoyo para enterrar el “interés”, pero junto con éste “enterraron” al que hizo el hoyo para que no divulgara el secreto. Tío Felipe después se pasó para el “otro lado” y cuando regresó, 35 años después, ya muy anciano, fue a buscar el “entierro” y ya no lo encontró. Se dice que mucha gente lo ha seguido buscando (y hasta la fecha) sin ningún resultado positivo.
Don Alberto asegura que en esa cañada de “El Salto” “sí hay un ‘interés’ muy grande”.
Tiempo después Manuel “El Chicanito” Ochoa, en lo plano, al pie de la sierra, se encontró una barra de plata ya fundida, inocente Chicanito se la dio de encargo a su tocayo Manuel Ochoa para que la llevara a ensayar a La Colorada o a Hermosillo, y ya no volvió a ver jamás ni su barra de plata ni al acomedido ensayador”.
El testamento incompleto
En la casa donde ahora vive Humberto Gálvez vivía antiguamente Jesús Salazar, quien contaba que el señor Manuel Ahumada dejó un testamento a su hijo en unas hojas o pergamino. Al encontrarlas, ya amarillentas e ilegibles y leerlas, le dice; “... y en la punta de la Mesa de los Güírote...” Y ahí se ‘apaño’ la escritura..., dice don Alberto. Después, en ese mismo lugar y por el monte, asustaron a Juan Real —otro vecino— con gran ruido de cadenas que arrastraban. El nombrado Jesús Salazar, como una curiosidad antigua, regaló ese pergamino al doctor José de la Fuente Riveroll, residente de Hermosillo, como pieza de museo.
(*) Nota: Don Alberto Ahumada y su esposa doña María –principales informantes –, a quienes entrevisté en cumplimiento de mi tarea de cronista el 27 de septiembre de 1994, me los presentó el señor Manuel Ibarra Miranda, de oficio zapatero, que heredó de su padre esa actividad y sabe fabricar muy buenas tehuas de gamuza, además de que fuera también Regidor de Mazatán durante trienio (1991-1994).
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