“El eterno vigilante”

“El eterno vigilante”

Recién daba la media noche y Genaro permanecía despierto, continuaba vigilante, leal a las órdenes que le fueran conferidas por su coronel Melchor tres días atrás. Aún recordaba claramente la plática en donde se le dieron éstas:

-Genaro, siéntese que voy a darle una misión. Desde hace tiempo le he examinado de cerca, sé que su integración a nuestro bando fue ocasionado por odio y venganza, pero no por afinidad a nuestros ideales.

-¡Ideales! ¿Y cuáles son esos mi coronel? -interrumpió Genaro.

-Pos´ ¿cómo cuáles? Los de mi general, la razón por la qué peleamos todos: ¡“tierra y libertad”!

-¡Pero coronel! -dijo Genaro-, la tierra que he trabajado nunca ha sido mía, por lo tanto no la ambiciono; libertad pa´ qué la quiero, ¿acaso no soy más prisionero de mi desgracia? ¿Cree que mi alma ancina con ideales como ésos puede sosegarse? Yo lo único que quiero es matar “pelones”, ésos son mis ideales, nomás pos´ por eso estoy aquí.

-¡Tranquilícese! -dijo Melchor a su subalterno, poniendo una mano en su hombro-, no me importa en este momento si usted no comulga con nuestros ideales. Aunque creí que el tiempo que ha estado con nosotros, desde aquél día que lo encontramos casi petateado, lo cambiaría y lo haría razonar… entender que detrás de toda esta porquería hay una causa, algo bueno, no para nosotros o quizá sí.

-¡Ta güeno coronel! Aunque eso no cambia mi forma de pensar -exclamó Genaro acomodándose en la silla.

-Bueno, al grano, lo que quiero decirle Genaro, es muy importante. Se ha vuelto complicada la entrega de armas y parque. La gente que nos las está vendiendo quiere una parte por delante, ya no quiere contra entrega, alegan los muy ca…, que les bailaron “las alteñitas” gente nuestra, después de la última entrega. No me gusta mucho el trato, pero urgen las armas, por eso es necesario llevarles una cantidad considerable a esos ¡jijos!..., el adelanto será en la que fue la hacienda de Santa Mora en dos días, aunque no sé con exactitud sí ellos se presentarán o de plano ya valió ma…, usted tiene que esperar el tiempo que considere necesario. ¿Cree poder hacer el encargo?

-Entiendo coronel, ¿pero por qué soy merecedor de tanta confianza? ¿Cómo sabe que no me iré con los “fierros”?

El coronel Melchor de manera respetuosa aunque digna inclino la cabeza, y éste continuo hablando:

-Sé que usted no hará una chin…, pues su deseo de matar “pelones” es superior a cualquier dinero robado o bien ganado. ¿No es más satisfactorio eso, qué cualquier otra cosa para usted? También he notado que no es de los que riñen por cosa alguna, sobre todo cuando me hago de la vista gorda y permito que saqueen alguna hacienda de las que atacamos, sé que no le importa el dinero, pues ya pa´ pronto.

-Bien, coronel, allá voy; dígame cuándo quiere que salga.

-Vaya usted ahora mismo, la mula ya está cargada. Herido, muerto o como esté, entregará el encargo a los dos hombres del gringo Smith. Vale más que vaya con discreción, pues sabemos de lo que son capaces algunos de nuestros propios hombres. Le deseo buena suerte y en cuanto cumpla la orden podrá regresar siguiendo con su venganza personal, que al fin sirve a nuestra causa.

Pasaban ya de las tres de la mañana, Genaro apoyó su cabeza en la fría estructura de la ventana, afianzó entre sus brazos su máuser. Se tentó la herida que le produjeran los dos hombres que le habían seguido en cuanto dejó el campamento, no obstante que dio cuenta de ellos, habían logrado acertar un disparo en su costado.

Maldijo el no haber sido más desconfiado, cuando en el camino esos hombres se le emparejaron con el supuesto pretexto de dar una orden de último momento del coronel. Aunque, ¿cómo podía desconfiar de ellos?, si siempre los vio cerca del coronel Melchor como hombres de confianza.

Pero ahora ya era tarde para arrepentimientos, la fiebre producto de la infección le producía escalofríos, sentía el cansancio, hambre…

Una hora más tarde Genaro ya no era capaz de distinguir entre la realidad ó la ficción.

Dentro de su afección en un instante se vio trasportado meses atrás, precisamente al día en que llegaron los “pelones” por la noche a su morada.

Él, su mujer y sus dos hijas se disponían a dormir cuando escucharon la resonancia del tropel que se acercaba, seguidamente en su puerta se produjeron fortísimos toquidos, en un instante vieron hecha pedazos ésta, de forma inmediata se vieron rodeados por 12 hombres que allanaron sin contemplación alguna su casa.

-Las provisiones, sus animales y diversión para mi capitán- dijo con cierta ironía uno de los desconocidos empuñando su rifle contra Genaro.

-¡Alto ahí grandísimo baquetón! ¡No hagas ningún movimiento pus ´te quebro!

Inmediatamente cuatro de los hombres salieron de la vivienda por los animales domésticos desatando una serie de cacareos, gruñidos, balidos, zureos, mugidos.

Su esposa y sus hijas no corrieron mejor suerte. Sometidas y alzadas por varios hombres, fueron inmediatamente sacadas de la vivienda, gritaban y se revolvían ferozmente, a pesar de sus esfuerzos fueron subyugadas a golpes.

Mientras tanto, Genaro furioso se abalanzó sobre el capitán, pero no llegó a su cometido, antes absorbió un “culatazo” de rifle 7mm en plena cabeza que le hizo perder el conocimiento.

Uno de los hombres que estaba apostado detrás de él había impedido el ataque a su jefe.

-¡Vaya! Parece que le llegó la voladora -dijo el subordinado con una sonrisa de satisfacción.

Genaro no supo el tiempo que permaneció inconsciente, despertó con un intenso dolor, instintivamente se llevó las manos a la cabeza tocando la herida entre el costroso cabello, como pudo recordó lo sucedido, arrastrándose, como pudo, busco a su mujer y a sus hijas sin resultado alguno…

El recuerdo fue interrumpido por la caída de su máuser.

Lo levantó de forma inmediata, un par de lágrimas cayeron al suelo producto de su evocación.

Sabedor de su debilidad, como de lo innecesaria de su espera pues, ya no podría entregar el encargo a los hombres del gringo Smith –si estos aparecían-, decidió acarrear el costal del escondite donde lo depositara, buscó alguna herramienta que le sirviera para su fin.

Se encaminó al patio de la hacienda y se detuvo frente al nicho que en un tiempo tanto venerara el dueño de esa finca, el entonces poderoso y temido Don Demetrio. Precisamente en ese lugar, meses antes, él junto con el coronel Melchor había sacado los “tesoros” del hacendado de un compartimiento secreto. Sabía que muchos conocían ese escondite y determinó ocultarlo en otro lugar.

En silencio, Genaro removió las lozas aparentes del piso del nicho y jaló el costal. Como pudo lo arrastró llevándolo hacía los árboles mas cercanos, de forma irreflexiva palpó el bulto de monedas, abrió el costal que las contenía, tomó dos monedas de uno y dos pesos con la inscripción “oro 0.595”, las arrojó desdeñosamente al montón que formaban las otras monedas, cerró el costal y se dispuso a cavar con la pala que encontrara.

Una vez terminada su obra hizo unas inscripciones en el árbol, tal vez con la intención de que su coronel Melchor pudiera darse una idea en donde había ocultado el dinero.

Despuntaba el nuevo día, cuando Genaro regresaba a la ventana desde la que vigilaba. Escucho voces en el exterior.

-Te dije Hugo que desde ayer trajéramos el “geo examiner”, a pesar de peinar todo el área, esa ruina de nicho fue la única que nos dio buena señal, ahora sí podremos ver de qué se trata.

-Sí, así es Andrés -dijo otra voz-, pero ya era muy tarde hubiéramos regresado después de media noche. No hay que comer ansias, hoy sabremos de que se trata el asunto.

Genaro se acomodó frente a la puerta, apunto su máuser, vio como la puerta se abría, sorprendido ante la apariencia de esos dos extraños por su vestimenta anómala pero, sobre todo, porque no eran los hombres del gringo Smith.

Disparó. Nada sucedió. Los dos hombres siguieron su camino hacia el nicho.

Mientras tanto Genaro empezó a sentir como se desvanecía, perdiéndose en la nada, quizá regresaría en la noche a reiniciar los últimos días de lo que hizo en sus últimos momento de vida.

-Hugo no marca nada, no hay nada. ¿Cómo ayer marcaba perfectamente? Te juro que era oro, era oro….

-Ves Andrés cómo sí tenía razón, siento decirte que “el dinero sí desparece” o “también los muertos tienen su preferencia al entregar sus tesoros”.

De nueva cuenta les traigo una ficción, valga, como un entretenimiento en nuestra afición.

Muy bueno, Mil Gracias Juan Saldaña!!!

Saludos

Interesante el relato Felicidades Juan Saldaña.

.......changos como que ficcion, ya me habia emocionado jejeje ..... ta bueno, ta bueno mi coronel, ahi pa la otra historia, que sea la verdadera.........ansina habra que esperar.



Saludos

muy buen relato ME GUSTO MUCHO FELICIDADES

A mi también me gustó la historieta, tiene usted gracia para escribir.

Me agrada la idea de que la continúe e incluya a Le Panthere en ella, que encuentre el tesoro, no importa que lo engase .

ja ja ja ja ja, sí "le Panthere" está de acuerdo DEThector, lo podemos gasear, sepultar o bien que viva por siempre feliz con lo encontrado.

Por cierto, gracias por su comentario.

saludos.

Pues puede hacer una consulta sujeta a votacion con las herramientas del foro y dependiendo la opcion que gane, ya lo gasea, revive, y gasea nuevamente..........



Saludos

Ja ja ja ja muy buena idea chicharo. Bueno ya dada la utorización de "le Phantere", así como constancia de ello, pronto será el personaje principal de otra ficción.

Saludos.