- Pedro CantúAdmin
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El tesoro perdido de los Almada.
Lun 29 Dic 2008, 7:45 pm
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HERENCIA SONORENSE: El tesoro perdido de Los Almada
José María Tranquilino Almada y Quirós.
16-05-2008
Don Antonio Almada y Reyes fue el patriarca de esta familia que tuvo una gran influencia en el Sonora del siglo XIX y entre sus descendientes hubo alcaldes, gobernadores, militares y diputados
Por Juan Ramón Gutiérrez
José María Tranquilino Almada y Quirós.
Al igual como ha sucedido con varios personajes de la vida política, comercial y económica de Sonora, un Almada llegó procedente de España junto con su tío, el primer Obispo de Sonora y Sinaloa, Fray Antonio de los Reyes, a principios de 1873.
Lo mismo ocurrió con los Iñigo, cuya cabeza principal don Fernando Iñigo Ruiz y de la Brena, quine llegó junto con su tío el Bachiller don Manuel Iñigo a San Miguel de Horcasitas; lo mismo sucedió con don Joaquín Astiazarán y su hermano don Manuel a la entonces capital de Sonora.
Regresando con nuestro biografiado, don Antonio Almada y Reyes nació en la Villa de Aspe, provincia de León, España, en 1761. De modo que muy joven llegó a Sonora y un año después contrajo matrimonio con doña María Lucila de la Luz Alvarado y Elías González.
De este enlace nacieron Ignacio y José Jesús y por cosas de la vida, doña Luz falleció muy joven y entonces don Antonio contrajo segundas nupcias con doña Rosalía Amarillas, naciendo así sus hijos don Antonio, José María Tranquilino, el popular Chato, que fue el más inquieto de la familia, pues incluso puso a temblar al gobierno de Juárez.
Desde muy joven don Antonio se dedicó a la minería con tan grande éxito que se convirtió en poco tiempo en un hombre rico y poderoso. Fue dueño de los minerales de “El Peñasco” en la comunidad de Promontorios y de “La Balbaneda” en el poblado de La Aduana.
Cuenta la leyenda que tenía tanta plata que ni el mismo rey de España la tuvo, y con el tiempo se ha tejido la leyenda que cuando una de sus hijas iba a contraer nupcias una mañana, al momento de acudir al templo, ubicado frente a la señorial residencia (Hotel Los Portales” don Antonio ordenó a sus sirvientes que colocaran ladrillos de plata pura para que los novios y el séquito nupcial no ensuciaran sus finos calzados.
Don Francisco R. Almada, trinieto de don Antonio, asegura que de este personaje y sus dos esposas arrancan los cuatro troncos de la familia Almada que viven en la República, además de numerosos descendientes que se han extendido hoy en el suroeste de Norteamérica.
Toda la familia tuvo mucho que ver con el crecimiento económico del sur de Sonora. Por sus propios medios abrieron a la navegación el puerto de Agiabampo, convirtiéndolo en una salida al mar para floreciente comercio de Álamos. Entre sus descendientes se contaron diputados, gobernadores, alcaldes, imperialistas, republicanos, benefactores y corifeos.
Los Almada en acción
Don Antonio Almada y Amarillas, por ejemplo, fue un distinguido diputado provincial, alcalde de Álamos y juez de paz. A él se le debe la separación del Estado Unido de Occidente en las entidades de Sonora y Sinaloa. Como un caso curioso, a la familia se le debe también lo siguiente: cuando ocurrió la separación, Álamos quedó en territorio sinaloense y con ágiles movimientos políticos lograron que la célebre “Ciudad de los Portales” regresara a tierra sonorense.
Otro de sus descendientes, don Adolfo Almada, que se desempeñaba como diputado por Álamos ante el Congreso de la Unión, presentó la iniciativa por él creada sobre la Ley del Salario Mínimo, la que fue aprobada por unanimidad en la capital, Ures, el 5 de diciembre de 1871.
Dicha ley consta de siete artículos y es interesante ver que en los tres primeros especifican: “Art. 1º. En el Estado de Sonora el menos sueldo (salario mínimo) que ganará un trabajador varón de dieciocho años será el de $15 pesos mensuales…”
Luego el Art. 2º especifica que: La mitad del fijado en el Art. Anterior obtendrán las mujeres mayores de 15 años…”, lo mismo especifica el 3º para los varones menores de dieciocho años y ahora nos preguntamos: ¿Cómo vivirían las mujeres y los menores con $7.50 pesos mensuales?
Pero don Adolfo, que fue un gran visionario para su época, y viendo que las penurias de los peones encasillados en ranchos y haciendas, no se hizo esperar y logró que fuera autorizada dicha ley.
Desgraciadamente, con el advenimiento del porfiriato, las cosas cambiaron drásticamente, tocándole la peor parte a los de abajo, que siendo pobres, se hicieron mucho más pobres.
Por otro lado, quizá lo más triste y patético del caso de don José María Tranquilino Almada y Quiroz, fue que por desavenencias políticas con el régimen pesqueirista, junto con don Antonio Anselmo, abrazaron la causa imperialista.
Con este nuevo estado de cosas, logró alcanzar el grado de Coronel por órdenes expresas de Maximiliano, además de imponerle la Orden de Guadalupe tanto a él como a distinguidos miembros de las familias más acaudaladas de Álamos. El caso es que el pueblo despectivamente les llamó los “Lupanos”.
Entre las fuerzas imperialistas del Chato había más de 500 hombres reclutados, así como mil 500 indígenas mayos y yaquis. Con su poderoso ejército capturó Ures, Hermosillo, Guaymas y todo el distrito de Álamos, imponiendo un férreo control militar.
Su debacle vino cuando asaltó con sus hombres la ciudad de Álamos el 23 de septiembre de 1865, defendida escasamente por hombres y armamento por el general republicano Antonio Rosales, quien cayó abatido en las calles de la ciudad y después fue sepultado en el panteón local, cuya tumba, aunque vacía, todavía se conserva, así como la de don Antonio Anselmo, quien murió decapitado por un tremendo tajo lanzado por el general republicano Ángel Martínez, quien hizo limpia de lupanos e imperialistas que huyeron en desbandada por Guaymas para alcanzar Santa Rosalía.
Huyeron en un bergantín después de la derrota infringida al imperio en la ciudad de Ures el 4 de septiembre de 1866 y al ser alcanzada la nave, fue abordada por los patriotas y un soldado de Martínez, Abato Avilés, hijo de doña Loreto Encinas de Avilés, mató al Chato de un pistoletazo, siendo su cuerpo arrojado al mar.
El resto de los fugitivos fueron traídos atados a Guaymas y sin juicio marcial, incluso el hijo del Chato, Salvador, de 16 años, a quien le fue perdonada la vida.
Hoy en día, la familia Almada irónicamente no radica en Álamos, sino en todo el sur de Sonora, desde Hermosillo, Guaymas, Ciudad Obregón, Navojoa y Huatabampo, hasta Los Mochis y El Fuerte, Sinaloa.
Su historia es interesante y el patriarca, don Antonio Almada y Reyes, fundador de esta formidable familia, amasó una considerable fortuna que inexplicablemente se perdió, aunque muchos ingenuos aseguran que el tesoro de los Almada yace en algún lugar de la intrincada geografía de la legendaria “Ciudad de los Portales”.
Gracias por su tiempo.
http://www.primera-plana.com.mx/?c=128&a=5945
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HERENCIA SONORENSE: El tesoro perdido de Los Almada
José María Tranquilino Almada y Quirós.
16-05-2008
Don Antonio Almada y Reyes fue el patriarca de esta familia que tuvo una gran influencia en el Sonora del siglo XIX y entre sus descendientes hubo alcaldes, gobernadores, militares y diputados
Por Juan Ramón Gutiérrez
José María Tranquilino Almada y Quirós.
Al igual como ha sucedido con varios personajes de la vida política, comercial y económica de Sonora, un Almada llegó procedente de España junto con su tío, el primer Obispo de Sonora y Sinaloa, Fray Antonio de los Reyes, a principios de 1873.
Lo mismo ocurrió con los Iñigo, cuya cabeza principal don Fernando Iñigo Ruiz y de la Brena, quine llegó junto con su tío el Bachiller don Manuel Iñigo a San Miguel de Horcasitas; lo mismo sucedió con don Joaquín Astiazarán y su hermano don Manuel a la entonces capital de Sonora.
Regresando con nuestro biografiado, don Antonio Almada y Reyes nació en la Villa de Aspe, provincia de León, España, en 1761. De modo que muy joven llegó a Sonora y un año después contrajo matrimonio con doña María Lucila de la Luz Alvarado y Elías González.
De este enlace nacieron Ignacio y José Jesús y por cosas de la vida, doña Luz falleció muy joven y entonces don Antonio contrajo segundas nupcias con doña Rosalía Amarillas, naciendo así sus hijos don Antonio, José María Tranquilino, el popular Chato, que fue el más inquieto de la familia, pues incluso puso a temblar al gobierno de Juárez.
Desde muy joven don Antonio se dedicó a la minería con tan grande éxito que se convirtió en poco tiempo en un hombre rico y poderoso. Fue dueño de los minerales de “El Peñasco” en la comunidad de Promontorios y de “La Balbaneda” en el poblado de La Aduana.
Cuenta la leyenda que tenía tanta plata que ni el mismo rey de España la tuvo, y con el tiempo se ha tejido la leyenda que cuando una de sus hijas iba a contraer nupcias una mañana, al momento de acudir al templo, ubicado frente a la señorial residencia (Hotel Los Portales” don Antonio ordenó a sus sirvientes que colocaran ladrillos de plata pura para que los novios y el séquito nupcial no ensuciaran sus finos calzados.
Don Francisco R. Almada, trinieto de don Antonio, asegura que de este personaje y sus dos esposas arrancan los cuatro troncos de la familia Almada que viven en la República, además de numerosos descendientes que se han extendido hoy en el suroeste de Norteamérica.
Toda la familia tuvo mucho que ver con el crecimiento económico del sur de Sonora. Por sus propios medios abrieron a la navegación el puerto de Agiabampo, convirtiéndolo en una salida al mar para floreciente comercio de Álamos. Entre sus descendientes se contaron diputados, gobernadores, alcaldes, imperialistas, republicanos, benefactores y corifeos.
Los Almada en acción
Don Antonio Almada y Amarillas, por ejemplo, fue un distinguido diputado provincial, alcalde de Álamos y juez de paz. A él se le debe la separación del Estado Unido de Occidente en las entidades de Sonora y Sinaloa. Como un caso curioso, a la familia se le debe también lo siguiente: cuando ocurrió la separación, Álamos quedó en territorio sinaloense y con ágiles movimientos políticos lograron que la célebre “Ciudad de los Portales” regresara a tierra sonorense.
Otro de sus descendientes, don Adolfo Almada, que se desempeñaba como diputado por Álamos ante el Congreso de la Unión, presentó la iniciativa por él creada sobre la Ley del Salario Mínimo, la que fue aprobada por unanimidad en la capital, Ures, el 5 de diciembre de 1871.
Dicha ley consta de siete artículos y es interesante ver que en los tres primeros especifican: “Art. 1º. En el Estado de Sonora el menos sueldo (salario mínimo) que ganará un trabajador varón de dieciocho años será el de $15 pesos mensuales…”
Luego el Art. 2º especifica que: La mitad del fijado en el Art. Anterior obtendrán las mujeres mayores de 15 años…”, lo mismo especifica el 3º para los varones menores de dieciocho años y ahora nos preguntamos: ¿Cómo vivirían las mujeres y los menores con $7.50 pesos mensuales?
Pero don Adolfo, que fue un gran visionario para su época, y viendo que las penurias de los peones encasillados en ranchos y haciendas, no se hizo esperar y logró que fuera autorizada dicha ley.
Desgraciadamente, con el advenimiento del porfiriato, las cosas cambiaron drásticamente, tocándole la peor parte a los de abajo, que siendo pobres, se hicieron mucho más pobres.
Por otro lado, quizá lo más triste y patético del caso de don José María Tranquilino Almada y Quiroz, fue que por desavenencias políticas con el régimen pesqueirista, junto con don Antonio Anselmo, abrazaron la causa imperialista.
Con este nuevo estado de cosas, logró alcanzar el grado de Coronel por órdenes expresas de Maximiliano, además de imponerle la Orden de Guadalupe tanto a él como a distinguidos miembros de las familias más acaudaladas de Álamos. El caso es que el pueblo despectivamente les llamó los “Lupanos”.
Entre las fuerzas imperialistas del Chato había más de 500 hombres reclutados, así como mil 500 indígenas mayos y yaquis. Con su poderoso ejército capturó Ures, Hermosillo, Guaymas y todo el distrito de Álamos, imponiendo un férreo control militar.
Su debacle vino cuando asaltó con sus hombres la ciudad de Álamos el 23 de septiembre de 1865, defendida escasamente por hombres y armamento por el general republicano Antonio Rosales, quien cayó abatido en las calles de la ciudad y después fue sepultado en el panteón local, cuya tumba, aunque vacía, todavía se conserva, así como la de don Antonio Anselmo, quien murió decapitado por un tremendo tajo lanzado por el general republicano Ángel Martínez, quien hizo limpia de lupanos e imperialistas que huyeron en desbandada por Guaymas para alcanzar Santa Rosalía.
Huyeron en un bergantín después de la derrota infringida al imperio en la ciudad de Ures el 4 de septiembre de 1866 y al ser alcanzada la nave, fue abordada por los patriotas y un soldado de Martínez, Abato Avilés, hijo de doña Loreto Encinas de Avilés, mató al Chato de un pistoletazo, siendo su cuerpo arrojado al mar.
El resto de los fugitivos fueron traídos atados a Guaymas y sin juicio marcial, incluso el hijo del Chato, Salvador, de 16 años, a quien le fue perdonada la vida.
Hoy en día, la familia Almada irónicamente no radica en Álamos, sino en todo el sur de Sonora, desde Hermosillo, Guaymas, Ciudad Obregón, Navojoa y Huatabampo, hasta Los Mochis y El Fuerte, Sinaloa.
Su historia es interesante y el patriarca, don Antonio Almada y Reyes, fundador de esta formidable familia, amasó una considerable fortuna que inexplicablemente se perdió, aunque muchos ingenuos aseguran que el tesoro de los Almada yace en algún lugar de la intrincada geografía de la legendaria “Ciudad de los Portales”.
Gracias por su tiempo.
http://www.primera-plana.com.mx/?c=128&a=5945
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