- charly BertoniIdentidad Certificada
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Frase Célebre : Mas vale queso en mano que queso enterrado.
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Arrieros de Tamaulipas.
Jue 11 Jun 2015, 11:27 am
Historia
Los Arrieros: Ing. Manuel H. González Ramos
En el México antiguo los indígenas solían transportarlo todo a cuestas.
La palabra arriería se deriva del vocablo arría, que significa recua o conjunto de animales destinados al transporte de mercaderías; esta voz proviene a su vez, de la interjección ¡arre!, que se empleaba para avivar el paso de las bestias.
En el México antiguo los indígenas solían transportarlo todo a cuestas. Con la introducción de las bestias por los españoles se organizó la arriería en la segunda mitad del siglo XVI. El gobierno virreinal autorizó a los indios a valerse de animales para sus largas caminatas y el acarreo de bultos.
Las primeras mulas arrieras provinieron de las islas antillanas, a donde había sido llevadas desde la península. Antes habían llegado los caballos y los burros; de estos los manaderos de yeguas tenían un alto precio porque eran los sementales para la cría de acémilas criollas. En ocasiones y debido a la escasez de numerario, los precios de las bestias se pagaban con esclavos, en vez de dinero.
El auge que cobró la arriería se aprecia por el hecho de que solo el comercio del puerto de Veracruz requería 70,000 mulas al año, y de que la ciudad de México empleaba más de 5 mil en usos urbanos. La mayor dificultad para los arrieros lo constituía el mal estado de los caminos. En una relación oficial de la Época virreinal se da el siguiente informe: "Los caminos son embarazosos para transitarlos. Los pedregales, lodazales, barrancos y cuestas son muy frecuentes y en los ríos y arroyos de alguna consideración no se halla más que algún puente, agregándose que los aguajes suelen estar a largas distancias y los arrieros se ven precisados a andar dos jornadas regulares en un día o extraviar el camino por pasajes peligrosos de mucho rodeo".
Durante su estancia en México, al alborear el siglo XIX, el famoso sabio alemán Barón de Humboldt hizo esta observación: "En la meseta central se viaja en coche de cuatro ruedas, en todas direcciones; pero a causa del mal estado de los caminos no se ha establecido carreteo, por lo que se prefiere el uso de acémilas; de modo que millares de caballos y mulas, en largas recuas, cubren los caminos de México".
La arriería fue penetrando la geografía mexicana como avanzada de los caminos que integraron la primera red nacional de comunicaciones. Y los hombres que recorrían esas rutas, arriando sus recuas, se convirtieron en profesionales altamente cotizados. Arrieros fueron algunos de los más destacados insurgentes: en el Bajío, Albino García; y en el sur, Valerio Trujano, oaxaqueño, y José María Morelos. A este le preguntaron antes de morir:" ¿Por qué habiendo sido usted nacido para militar, se hizo cura?. Y contestó: "Porque no había otro camino para dejar de ser arriero.
Así se describía al prototipo de un arriero "Sombrero de ala ancha forrado de hule, cotón de cuero resguardado por una pechera de cuero; ancho ceñidor, cuyas puntas caían sobre el calzón de gamuza abierto hasta media pierna; rodillera también de cuero y zapatos de vaqueta". Cuidaba cada mula en lo individual y le ponía un nombre propio: la Prieta, la Linda, la Alcahueta, la Grosella, la A-pesar-de-todo.
El refranero mexicano se enriqueció con las alusiones que el pueblo dedicaba a quien llevaba ceñida una víbora de cuero repleta de monedas de oro y, no obstante, no dejaba aquel oficio que los envidiosos juzgaban ruin. Así se decía: "Padre arriero, hijo caballero, nieto pordiosero". "La india dice al arriero: cuanto más lépero, más te quiero". "Arriero de un jumento: buen plato y mal testamento". "De arriero a arriero no pasa dinero". "Arrieros semos y en el camino nos encontraremos".
La religiosidad popular le dio a la arriería por patrón al Señor San Pedro, cuya festividad se celebra el 29 de junio, al descolgarse las lluvias que obstruían caminos. He aquí una súplica de que los protegiese: "Te pido Apóstol Sagrado/ cuando yo al camino salga/ que, tan solo al invocarte,/ y me asalte el malhechor,/siempre estés de mi parte,/ en el nombre del Señor.
La plaza de los Arrieros en Matamoros localizada en donde hoy es la escuela Franklin D. Roosveelt era el lugar en donde estos pintorescos personajes salían con sus largas caballerías cargadas de mercaderías importadas de Nueva Orleáns, Cuba, Nueva York o Europa, para su venta en lugares tan lejanos como San Luis Potosí, Monterrey o Saltillo.
Los Arrieros: Ing. Manuel H. González Ramos
En el México antiguo los indígenas solían transportarlo todo a cuestas.
La palabra arriería se deriva del vocablo arría, que significa recua o conjunto de animales destinados al transporte de mercaderías; esta voz proviene a su vez, de la interjección ¡arre!, que se empleaba para avivar el paso de las bestias.
En el México antiguo los indígenas solían transportarlo todo a cuestas. Con la introducción de las bestias por los españoles se organizó la arriería en la segunda mitad del siglo XVI. El gobierno virreinal autorizó a los indios a valerse de animales para sus largas caminatas y el acarreo de bultos.
Las primeras mulas arrieras provinieron de las islas antillanas, a donde había sido llevadas desde la península. Antes habían llegado los caballos y los burros; de estos los manaderos de yeguas tenían un alto precio porque eran los sementales para la cría de acémilas criollas. En ocasiones y debido a la escasez de numerario, los precios de las bestias se pagaban con esclavos, en vez de dinero.
El auge que cobró la arriería se aprecia por el hecho de que solo el comercio del puerto de Veracruz requería 70,000 mulas al año, y de que la ciudad de México empleaba más de 5 mil en usos urbanos. La mayor dificultad para los arrieros lo constituía el mal estado de los caminos. En una relación oficial de la Época virreinal se da el siguiente informe: "Los caminos son embarazosos para transitarlos. Los pedregales, lodazales, barrancos y cuestas son muy frecuentes y en los ríos y arroyos de alguna consideración no se halla más que algún puente, agregándose que los aguajes suelen estar a largas distancias y los arrieros se ven precisados a andar dos jornadas regulares en un día o extraviar el camino por pasajes peligrosos de mucho rodeo".
Durante su estancia en México, al alborear el siglo XIX, el famoso sabio alemán Barón de Humboldt hizo esta observación: "En la meseta central se viaja en coche de cuatro ruedas, en todas direcciones; pero a causa del mal estado de los caminos no se ha establecido carreteo, por lo que se prefiere el uso de acémilas; de modo que millares de caballos y mulas, en largas recuas, cubren los caminos de México".
La arriería fue penetrando la geografía mexicana como avanzada de los caminos que integraron la primera red nacional de comunicaciones. Y los hombres que recorrían esas rutas, arriando sus recuas, se convirtieron en profesionales altamente cotizados. Arrieros fueron algunos de los más destacados insurgentes: en el Bajío, Albino García; y en el sur, Valerio Trujano, oaxaqueño, y José María Morelos. A este le preguntaron antes de morir:" ¿Por qué habiendo sido usted nacido para militar, se hizo cura?. Y contestó: "Porque no había otro camino para dejar de ser arriero.
Así se describía al prototipo de un arriero "Sombrero de ala ancha forrado de hule, cotón de cuero resguardado por una pechera de cuero; ancho ceñidor, cuyas puntas caían sobre el calzón de gamuza abierto hasta media pierna; rodillera también de cuero y zapatos de vaqueta". Cuidaba cada mula en lo individual y le ponía un nombre propio: la Prieta, la Linda, la Alcahueta, la Grosella, la A-pesar-de-todo.
El refranero mexicano se enriqueció con las alusiones que el pueblo dedicaba a quien llevaba ceñida una víbora de cuero repleta de monedas de oro y, no obstante, no dejaba aquel oficio que los envidiosos juzgaban ruin. Así se decía: "Padre arriero, hijo caballero, nieto pordiosero". "La india dice al arriero: cuanto más lépero, más te quiero". "Arriero de un jumento: buen plato y mal testamento". "De arriero a arriero no pasa dinero". "Arrieros semos y en el camino nos encontraremos".
La religiosidad popular le dio a la arriería por patrón al Señor San Pedro, cuya festividad se celebra el 29 de junio, al descolgarse las lluvias que obstruían caminos. He aquí una súplica de que los protegiese: "Te pido Apóstol Sagrado/ cuando yo al camino salga/ que, tan solo al invocarte,/ y me asalte el malhechor,/siempre estés de mi parte,/ en el nombre del Señor.
La plaza de los Arrieros en Matamoros localizada en donde hoy es la escuela Franklin D. Roosveelt era el lugar en donde estos pintorescos personajes salían con sus largas caballerías cargadas de mercaderías importadas de Nueva Orleáns, Cuba, Nueva York o Europa, para su venta en lugares tan lejanos como San Luis Potosí, Monterrey o Saltillo.
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