- Pedro CantúAdmin
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La herencia misional en Sinaloa.
Jue 28 Feb 2008, 10:12 pm
LA HERENCIA
MISIONAL DE SINALOA
Joel
Santos Ramírez
En la historia del país, existen periodos y acontecimientos poco conocidos; algunos porque no han sido explorados, otros porque han permanecido en el olvido, pero también aquellos que intencional o casualmente han sido ignorados. Este es el caso del periodo misional del noroeste de México, el cual tuvo su inicio a finales del siglo XVI y concluyó en el siglo XVIII, con la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767. Pero, ¿quiénes fueron los jesuitas y porqué fue importante su presencia en el noroeste mexicano?
La presencia de la Compañía de Jesús en el territorio que actualmente comprenden los estados de Sinaloa, Sonora y Baja California, además de una amplia región del suroeste de los Estados Unidos, demarca un periodo histórico que se desarrolló a partir de un proyecto colonizador encabezado por padres de la Compañía de Jesús, materializado en la fundación de “poblados de indios“ llamados misiones o pueblos de misión y que concluyó, abruptamente, con la ruptura de un complejo sistema misional de índole religioso, social y económico, que no volvió a reestablecerse después de la expulsión de la Compañía, pero que fundó las bases del desarrollo de la región noroeste.
La Compañía de Jesús surgió en el siglo XVI, en medio de la reforma que se vivía al interior de la iglesia católica y que concluiría más tarde con la aprobación del Concilio de Trento. La Compañía se constituyó como una institución religiosa designada para emprender las misiones encomendadas por el Papa; estuvo conformada, en su origen, por un prepósito general, los provinciales y por los religiosos formados en los colegios de la Compañía. El Papa era quien designaba la ciudad o país que debía ser asistido por la Compañía. Para esto, el prepósito general nombraba al provincial y el número de religiosos que debían ser enviados a las misiones. Los misioneros elegidos tenían que poseer cualidades extraordinarias: una vida virtuosa en pobreza, castidad y obediencia; poseer conocimientos sobre teología, filosofía y derecho canónico; tenía que dominar una lengua indígena, ser diestros en la administración, resistentes a la fatiga física; sin miedo a los constantes peligros, dispuestos a la frugalidad e incomodidades de la vida rústica.
La Compañía se expandió por todo el mundo a través de sus misiones, su arribo a la Nueva España comenzó treinta y dos años después de su fundación. “Salió la flota del puerto de Cádiz, día de San Antonio, 13 de junio de 1572.” “…llegaron felizmente al puerto de San Juan de Ulúa, el día nueve de septiembre”. Arribaron a la Nueva España para hacerse cargo de la educación de los jóvenes españoles y colaborar en la conversión de los indígenas; fue la misión que les encomendó el general de la Compañía, Francisco de Borja. Fueron los últimos religiosos en llegar después de las ordenes de San Francisco, Santo Domingo y San Agustín: “…no parecía bien ni era practicable, sin perjuicio de caridad, entrar a sembrar de nuevo o recoger donde habían ya sembrado aquellos antiguos operarios.”
En los años treinta del siglo XVI, Nuño Beltrán de Guzmán, gobernador de la Nueva Galicia, llegó en una expedición a las regiones de los ríos Zuaque y Mayo (al norte de Sinaloa y sur de Sonora), pero se replegó fundando el día 29 de septiembre de 1531, la villa de San Miguel Culiacán. La conquista del noroeste, como la de todo el país, se realizaba con el reconocimiento de un territorio, el sometimiento de sus habitantes; la designación con nombre castellanos de pueblos, ríos, valles y montañas. El establecimiento de colonias españolas, a finales del siglo XVI, fue poco exitosa en el noroeste del país porque era una región peligrosa, distante y con pocas riquezas que explotar (aún no se conocían los yacimientos mineros). En 1561, una expedición dirigida por el conquistador Francisco de Ibarra, penetró nuevamente a la región del río Zuaque, pero tuvieron que replegarse debido a la resistencia indígena. De regreso de aquella expedición, algunos soldados y colonos se establecieron en un paraje cercano a un río, era un lugar tranquilo, cercano a Culiacán y alejado de los grupos indígenas hostiles. De esta manera, fue fundada en el año de 1584 la villa de San Felipe y Santiago. Este pequeño establecimiento se convertiría más tarde, en el centro de las misiones de la Compañía de Jesús en Sinaloa.
Después de un largo viaje desde la capital de la Nueva Vizcaya, arribaron el día 6 de julio de 1591 a la villa de San Felipe y Santiago, los padres Martín Pérez y Gonzalo de Tapia. En 1592 llegarían dos misioneros más: Alonso de Santiago y Juan Bautista de Velasco. Su presencia en la región noroeste fue requerida por la Corona española para que, a través de la conversión de los indígenas, se llevara a cabo la colonización y explotación de este territorio, pues como se mencionó antes, las estrategias empleadas en empresas anteriores habían fracasado. Cabe señalar que, fue el Real Gobierno el que autorizó la fundación de las misiones y que la legislación civil determinaría su situación jurídica de la comunidad indígena, decretando su termino para su secularización. En 1595 llegan a Sinaloa soldados enviados por el virrey Luis de Velasco con el propósito de establecer una guarnición militar que protegiera las fronteras del territorio y brindara vigilancia a las misiones. La guarnición, o presidio, se estableció en las márgenes del río Zuaque (posteriormente llamado río Fuerte).
Los misioneros no desconocían su función en el proyecto que iban a encabezar. Sin embargo, su propósito era otro: deseaban establecer entre los indígenas una nueva Cristiandad. Eligieron el noroeste del país porque era el “ministerio más difícil y glorioso”. En la villa de San Felipe y Santiago fundaron un colegio: “donde se formasen sujetos aptos para el ejercicio de las misiones; que no podían ser breves pasajeros, como en los pueblos ya formados e instruidos en la fe.” En el colegio se preparaban los misioneros antes de partir a las misiones, fue su centro de instrucción. El colegio fue la sede del rectorado de Sinaloa, de este lugar partieron las incursiones de los misioneros que fundaron las misiones en la Baja y Alta California, la Opatería, la Baja y Alta Pimería, Arizona, la sierra de Chihuahua y Durango, además de las misiones de Sinaloa. El sistema de misiones se desarrolló rápidamente por toda la región noroeste: tuvo una fase inicial entre 1591 y 1608, se expandió a partir de 1614 y culminó en 1767.
La primera etapa del proyecto misional, tuvo una estrategia que consistió en congregar a los indígenas que vivían en las cercanías de los río y arroyos de la región del río Petatlán en poblados o misiones. En este periodo se fundan las misiones de Santiago Ocoroni, Concepción Bamoa, San Pablo Mocorito, Guasave, Tamazula y Nío. Cada misionero se hacia cargo de un partido en el que había concentrados varios pueblos de misión; uno principal llamado cabecera y los demás denominados visitas. Los partidos dependían directamente del rectorado de Sinaloa. El proceso que comenzó en la región del Petatlán, se extendió hacia el norte, en la región del Zuaque (ambas pobladas por grupos indígenas mayos). La concentración de los grupos indígenas del valle del río Zuaque comenzó en 1605 con las fundaciones de Natividad Ahome, Asunción Sivirijoa, San José Toro y Concepción Vaca. Entre 1614 y 1620, los misioneros fundaron alrededor de 27 misiones entre los indígenas que habitaban las regiones de los ríos Petatlán, Evora, Zuaque, Mayo y Yaqui.
El sistema misional no sólo se expandía hacia el norte, ni se limitaba a una sola jurisdicción. Las misiones del rectorado de San Andrés Chinipas, en la frontera con Chihuahua, eran apoyadas desde el rectorado de Sinaloa, así como también, las misiones del rectorado de Topia en Durango. Las misiones de San Ignacio, Ajoya, Santa Apolonia, San Javier y Cabazán, fundadas en la región del río Piaxtla, en la serranía que comparten Sinaloa y Durango, fueron fundadas por misioneros jesuitas, pero su desarrollo se gestó de forma independiente del rectorado de Sinaloa. Se encontraban muy distantes y fueron secularizadas antes de la expulsión.
El periodo misional del noroeste de México concluye con la expulsión de la Compañía de Jesús decretada por el rey de España Carlos III en 1767. Fueron varios los motivos que propiciaron la expulsión: los intereses económicos de Francia, España y Postugal, fueron determinantes. En el noroeste de la Nueva España la crisis comenzó a mediados del siglo XVII, con las acusaciones que los colonos españoles manifestaron en contra de los misioneros, los acusaron de poseer riquezas, enormes extensiones de tierras, dificultar la explotación minera, controlar la mano de obra indígena, vivir con lujo y comodidades. Fueron acusados, inclusive, por otros religiosos: “Las misiones están tan entreveradas con las poblaciones españolas, mezcladas con varios reales de minas que se han descubierto y que cada día se van descubriendo en sus contornos; están interpoladas con haciendas, estancias, ranchos de familias españolas; y perteneciendo éstas a los curatos seculares, no son pocas las discordias y molestias que de esto se originan, porque los curas clérigos poco escrupulizan en meterse en jurisdicciones de las misiones; y por otra parte, son muy celosos a la vista del uso de nuestros privilegios…”
Los jesuitas se defendieron magistralmente de las injurias que les adjudicaban, pero el daño ya estaba hecho. Una empresa que comenzó con el aporte de donaciones, fundada como obra no productiva económicamente, el goce de privilegios y financiamiento de la Corona, se convirtió en una fuerte competencia económica que ponía en riesgo los intereses colonialistas en el noroeste de la Nueva España. Los conflictos concluyeron con la expulsión, las consecuencias fueron lamentables. las misiones se desplomaron en todas partes. Desconocemos el detalle de los acontecimientos, muchas cosas pasaron después, los templos misionales se transformaron en iglesias, algunos fueron abandonados, se convirtieron en ruinas, otros han desaparecido. La época virreinal finalizó, fue sucedida por gobiernos independientes, cambios políticos, reformas políticas, auges y crisis económicas. Han transcurrido más de doscientos treinta años de la expulsión de la Compañía, sin embargo y pese a todo, la herencia jesuita todavía pervive en el noroeste de México. La mayoría de pueblos fundados en Sinaloa, son hoy en día pueblos prósperos, conservan sus antiguos nombres, poseen un rico patrimonio histórico y cultural, los unen sus tradiciones, religión y origen misional.
http://correo.uasnet.mx/cronicadesinaloa/congresos/ponencias/mocorito/herenciamisional.htm
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