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La Batalla de Camarón o Camerone Empty La Batalla de Camarón o Camerone

Miér 14 Abr 2010, 3:14 am
Les anexo un poco de informacíon de un proyecto de un museo que se esta creando en la ciudad de Camaron, donde se libro una de las batallas mas interesantes que se han realizado en México pero que le falta difusíon.
Se realizó el 30 de Abril de 1863 entre una partida de legionarios franceses contra el ejercito mexicano, eran 65 legionarios donde se encontraban los 3 primeros oficiales, el capitan Jean Danjou, los cabos o subtenientes Vilain y Maudet al mando de una tropa de 63 legionarios de distintas nacionalidad. Contra un ejercito de mexicanos al mando del coronel Francisco de Paula Milan con cerca de 1500 soldados mexicanos.

Disfruten este corto relato

El 15 de abril un convoy compuesto por 64 carretas que llevaban varios
cañones destinados a demoler las defensas de Puebla, municiones,
provisiones y cofres de oro para pagar a las tropas, partió desde
Veracruz. La inteligencia mexicana era buena y gracias a ella pronto
tomaron conocimiento sobre la existencia de este convoy. El gobernador civil y militar del Estado de Veracruz, coronel don
Francisco de Paula Milán, ensambló una fuerza integrada por tres
batallones de infantería de 400 hombres cada uno: el batallón de la
Guardia Nacional de Veracruz, el batallón de la Guardia Nacional de
Córdoba y el batallón de la Guardia Nacional de Xalapa, más 800 hombres
de caballería –500 lanceros y 300 irregulares– para interceptar y
capturar el valioso cargamento enemigo. A primera impresión parecía ser
una tarea fácil, particularmente porque la caballería mexicana era muy
eficiente y estaba armada con rifles de repetición Remington y
Winchester y modernos revólveres Colt, Paterson y Starr. A la vez,
mantener la seguridad de este convoy era de particular preocupación
para los franceses, razón por la cual el 27 de abril el comandante en
jefe de los legionarios, el coronel René Jeanningros, quien había
establecido su cuartel general en Chiquihuite, decidió que la tercera
compañía del primer regimiento de la Legión debía llevar a cabo la
tarea de escoltarlo mientras recorriera el área bajo su
responsabilidad. La mayoría de oficiales de dicha compañía se
encontraban enfermos. Tres oficiales se ofrecieron como voluntarios: el
capitán Jean Danjou, ayudante del Estado Mayor de la compañía; el
teniente Napoleón Villain y el teniente segundo Maudet. Estos hombres
conformaban un trío formidable. El capitán Danjou era un legionario con
varios años de antigüedad que sirvió con distinción en Argelia, Crimea
e Italia. En Crimea perdió una mano, que había reemplazado con una
prótesis de madera. Villain y Maudet aparentemente eran de nacionalidad
francesa, pero se enlistaron como belgas ya que, como se indicó, la
Legión prohibía que ciudadanos franceses se enrolaran como soldados.
Estos hombres comenzaron como rasos, lucharon con eficacia y fueron
promovidos al rango de oficiales en mérito a la conducta demostrada en
la batalla de Magenta. La compañía a la cual pertenecían estaba
compuesta por un total de 120 soldados, pero en aquel momento sólo 62
hombres de nacionalidad polaca, italiana, alemana y española, estaban
aptos para realizar la tarea.
El 29 de abril, cuatro semanas después de su llegada a México,
las tropas bajo Danjou se prepararon para ejecutar esta acción de
rutina y se integraron al convoy para proteger la siguiente fase de su
recorrido. A medianoche la tercera compañía, provista de 60 cartuchos
por hombre, partió de Chiquihuite en misión de avanzada, adelantándose
al recorrido del convoy para comprobar que la ruta se hallaba
despejada. A las 02:30 del día 30, alcanzaron una posta defensiva
preparada por la Legión en Paso del Macho y el comandante de esta, el
capitán Saussier, impresionado por el reducido número de la escolta,
ofreció a Danjou un pelotón de refuerzo, lo que este rechazó,
continuando la marcha, para lo cual dividió a su fuerza en dos
secciones separadas por 200 metros de distancia, mientras que él, al
centro, marcharía con las provisiones. Atrás iba un pequeño
destacamento de retaguardia. Sin embargo, Danjou carecía de avanzadas,
pues la Legión no disponía de caballería.
Poco antes de las 06:00, la tercera compañía cruzó por la aldea
del Camarón, o "Camerone", como la bautizaron los franceses, la cual,
como todas las rancherías de la región, se encontraba medio destruida
por la guerra. La construcción principal, conocida como la Hacienda de
la Trinidad, consistía en una pequeña vivienda con modestas
edificaciones de adobe alrededor. A un kilómetro y medio del Camarón,
Danjou ordenó a sus tropas detenerse para tomar la ración de desayuno,
y como medida preventiva mandó desplegar algunos centinelas. Unos
minutos después vino la alarma. Los legionarios observaron que un
fuerte contingente de caballería mexicana se acercaba hacia el lugar.
De inmediato Danjou ordenó a sus hombres preparar sus rifles y
conformar un rectángulo defensivo. Los legionarios sólo contaban con
una ventaja natural en aquel campo abierto, cual era la profusa
vegetación existente, que se convertía en una barrera natural contra la
caballería oponente. Cuando los mexicanos estuvieron a una corta
distancia, los legionarios, al grito de “¡viva el emperador!” abrieron
fuego impidiendo su avance. Los mexicanos prefirieron no arriesgar una
carga y ejecutarron una maniobra dirigida a rodearlos. Danjou entonces
ordenó una retirada hacia el único sitio donde podrían organizar y
mantener una defensa sostenida, no al Paso del Macho como algunos
pretendían, sino a la hacienda del Camarón. En pequeños grupos, la
caballería mexicana hostilizaba a la compañía de la Legión mientras
esta se dirigía hacia su objetivo, haciendo de su repliegue un
infierno. En dos ocasiones los legionarios se detuvieron y los hicieron
retroceder con descargas. Finalmente Danjou y la mayoría de sus hombres
lograron su cometido pero a costa de perder las raciones y las mulas
con las municiones. Cuarentiseis de ellos alcanzaron la casa hacienda,
algunos heridos, pero otros 16 fueron interceptados y capturados por
las fuerzas de Milán. Lo peor para los franceses fue que los mexicanos
pudieron llegar al Camarón casi simultáneamente, con lo cual se
emplazaron en las partes altas y en uno de los establos ubicados en las
esquinas.
Los legionarios estaban en una posición muy complicada. Las
paredes externas de la ruinosa propiedad tenían un perímetro de 50
metros de ancho y 50 de largo y una altura de tres metros. Dos grandes
puertas en la parte oeste y un forado en el este eran los puntos de
acceso. Además, sólo contaban con 60 balas por hombre. Pero Danjou era
un veterano acostumbrado a situaciones imposibles. De inmediato ordenó
levantar barricadas en los claros y desplegó a sus hombres en posición
defensiva. Para mala suerte de los legionarios, los patios estaban
expuestos al fuego de los mexicanos desde las alturas y Danjou no podía
hacer nada para neutralizarlos. Otra parte de la caballería mexicana
desmontó y ejecutó bravos ataques, pero los legionarios los rechazaron.
Poco después de las 09:00, en medio de un sol abrasador, el coronel
Milán envió un oficial mexicano de origen francés, el jóven teniente
Ramón Laine, para exigir la capitulación de los legionarios. Danjou
rechazó la demanda con un rotundo no y luego se dirigió a cada uno de
sus hombres para que le prometieran pelear hasta el final. Aproximadamente a las 11:00 una bala disparada por un francotirador,
posiblemente escondido en los establos, acabó con la vida de Danjou.
Rápidamente el teniente Villain asumió el mando de la defensa. Cerca
del mediodía los legionarios escucharon el sonido de clarines, y los
zuavos, ubicados sobre los techos, observaron una columna de soldados
que se aproximaba. Hubo un entusiasmo general pensando que se trataba
de refuerzos del ejército francés, pero la algarabía pronto se apagó al
comprender que eran refuerzos mexicanos solicitados por el coronel
Milán, consistentes en tres batallones de infantería: el Guardia
Nacional de Vercruz, el Guardia Nacional de Xalapa y el Guardia
Nacional de Córdoba. La situación de los legionarios se complicó, pues
además de la pérdida de su enérgico comandante, ahora estaban rodeados
por dos millares de soldados enemigos. Con estas tropas, el fuego
mexicano se hizo más intenso y sus incursiones se sucedieron con mayor
frecuencia. Las horas pasaban, el calor arreciaba y los legionarios
comenzaban a sufrir los efectos de la sed y la deshidratación, pues el
agua de sus cantinas hacía un buen tiempo se había agotado. Villain
mantuvo una defensa tan corajuda como la de Danjou, pero alrededor de
las 14:00 horas cayó acribillado por el intenso fuego mexicano. El
comando recayó en el teniente segundo Maudet.
Una vez más el coronel Milán, hombre de honor, prouso la
rendición de los legionarios, garantizándoles la vida. Maudet se negó.
Los mexicanos decidieron que había llegado el momento apropiado para
emprender un asalto frontal y reducir de una vez por todas a sus
enemigos. Uno sin embargo no fue suficiente. En consecuencia, oleadas
de ataques pretendieron romper la cerrada defensa pero los certeros
disparos de las disciplinadas tropas francesas los contuvieron. En
varias ocasiones los hombres de Maudet cruzaron el patio para socorrer
a sus compañeros caídos, lo que generalmente resultaba mortal.
Fracasados los asaltos, los mexicanos prendieron fuego a los
alrededores de la posición francesa, que se estaba convirtiendo en un
verdadero infierno. Un gran coraje fue desplegado por ambas partes al
tiempo que la lucha alcanzaba su clímax. Inclusive los mal entrenados
irregulares mexicanos combatieron con estoico valor durante los
reiterados intentos de ingresar por las puertas y ventanas. La gran
mayoría de ellos resultaron muertos por efecto de las balas y las
bayonetas de los legionarios, y sus cuerpos eran devueltos inermes
sobre el patio.
Hacia las 17:00 horas sólo 12 legionarios permanecían en pie
para contener la ofensiva mexicana. Se efectuaron nuevos llamados a la
rendición que no fueron aceptados. Rodeados de los cadáveres de sus
camaradas de armas, estaban dispuestos a morir. A las 18:00 horas
únicamente quedaban cinco legionarios, los cabos Maine y Berg y los
soldados Constantin, Leonard y Wensel, quienes contaban con muy poca
munición. En el transcurso de los siguientes minutos Maudet, quien para
entonces estaba herido, ordenó a sus hombres disparar la última
andanada de balas, preparar bayonetas y cargar contra las tropas
mexicanas, para morir con honor. Durante el combate los legionarios
habían disparado más de 3,000 balas. Al pretender ejecutar esta acción
Maudet volvió a recibir un balazo y cayó inconsciente, mientras que
otros dos de sus hombres fueron muertos. Los sobrevivientes, los cabos
Maine y Berg y el raso Wensel –un polaco– retrocedieron hasta ponerse
hombro a hombro frente a una de las paredes de la hacienda, presentando
sus bayonetas como única defensa. Ante este espectáculo los soldados mexicanos titubearon si acabarlos o
perdonarles la vida. Sus dudas fueron resueltas con la aparición de un
oficial mexicano, el coronel Angel Lucio Cambas, quien también era de
origen galo. Luego de apaciguar a sus hombres, se dirigió a sus
adversarios en perfecto francés con las siguientes palabras: “Ahora sí
supongo que se rendirán”.
El cabo Maine comprendió que si bien aquel hombre tenía el
porte de un francés y hablaba perfectamente la lengua francesa, era tan
mexicano como Juárez y por tanto un enemigo, que, por razones
estrictamente humanitarias, deseaba salvar sus vidas. Observando a sus
dos camaradas, respondió: “Nos rendimos, pero si nos permiten
permanecer con nuestras armas y atender a nuestros heridos”. El coronel
Cambas respondió con un saludo militar, y alzando su sable en señal de
respeto expresó: “A un hombre como usted se le concede lo que sea”.
Cambas demostraría una actitud de caballerosidad y el comportamiento de
un verdadero militar, con alto sentido del honor a un uniforme del
ejército por el que peleó con valor. De inmediato mandó que los
legionarios heridos fueran atendidos.
Al ser informado de la rendición, el coronel Milán exclamó:
“¡Pero estos no son hombres, son demonios!”. Los mexicanos brindaron a
sus adversarios las mayores consideraciones. Veintitrés legionarios
fueron asistidos por la tropa y 16 de ellos sobrevivieron a sus
heridas. Se hizo lo posible por salvar la vida del teniente Maudet y se
le envió junto con un sargento, también gravemente herido, al hospital
de Huatusco, distante a 80 kilómetros. Ante la precaria situación del
hospital, Maudet finalmente fue llevado a casa de doña Juana Marredo de
Gomez, distinguida dama mexicana conocida por sus obras de caridad.
Pese a los esfuerzos brindados por doña Juana, el oficial francés
fallecería, no sin antes escribir las siguientes palabras:
“Yo dejé una madre en Francia, yo encontré otra en México”.
Los mexicanos causaron a los legionarios 26 muertes: tres
oficiales y 23 soldados; pero a su vez 300 de sus hombres yacían
muertos y heridos. Tampoco pudieron adueñarse de los cañones ni el
botín, pues el convoy, al escuchar los disparos y encontrarse a
distancia, logró evadir la acción, con lo cual la iniciativa de Danjou
de marchar en avanzada dio un resultado apropiado para los intereses
franceses. Al día siguiente, el coronel Jeanningros llegó al Camarón al
frente de una columna de rescate, pero ya era tarde. Los mexicanos
habían partido, dejando solo los cadáveres de los legionarios caídos en
combate. Junto a ellos permanecía un herido, que se presumió como
muerto, con ocho balas en su cuerpo, quien narró el heroico episodio
protagonizado por sus camaradas ante fuerzas muy superiores. Desde
prisión, el cabo Evaristo Berg pudo hacer llegar una nota a Jeanningros
la cual concluyó con las siguientes palabras: “La 3ª Compañía del 1er Regimiento está muerta mi coronel, pero ella
hizo demasiado, y por lo que de ella se puede decir, tuvo unos bravos
soldados”.
Al retorno de su cautiverio Berg sería promovido a oficial. El
resto de prisioneros participantes en el incidente del Camarón,
incluyendo los 16 legionarios apresados durante la retirada a la
hacienda, es decir, un total de 32 hombres, fueron canjeados por
oficiales mexicanos capturados por los franceses y casi todos se
mantuvieron en la legión. El cabo Maine también fue ascendido a oficial
y alcanzó el grado de capitán. Los otros sobrevivientes como Wensel,
Schaffner, Fritz, Pinzinger y Brunswick fueron hechos Caballeros de la
Legión de Honor de Francia, mientras que los clases Magnin, Palmaert,
Kunassec, Schreiblick, Rebares y Groski recibieron la Medalla Militar.
Este extraordinario acto de coraje, que se prolongó
ininterrumpidamente por espacio de once horas, fue para los franceses
una victoria moral sin precedentes por haber sido peleada contra todas
las adversidades. Y si bien una valiosa unidad de combate integrada por
hombres leales y determinados a dar su vida por la causa francesa había
sido exterminada, su acción permitió salvar un valioso convoy y levantó
la moral de los soldados que luchaban por la implementación de la
estrategia francesa en México. Más importante aun para las tradiciones
de la Legión, la mano de madera del capitán Danjou fue hallada por el
coronel Jeanningros en las ruinas del Camarón y se convirtió en la
reliquia más preciada de esa institución militar. Tales fueron las
repercusiones de la acción de la tercera compañía del primer regimiento
de la Legión, que durante el resto de la ocupación francesa de México
las tropas de ese país debían detenerse y presentar armas cuando
cruzaran frente a la hacienda del Camarón. Tras una tenaz resistencia y debido a la falta de pertrechos y
municiones, el 19 de mayo de 1863 la heróica Puebla finalmente cayó en
poder de las tropas francesas, que de este modo tuvieron el camino
expedito para la ocupación de la capital mexicana. La toma de aquella
ciudad se debió en gran parte al uso de los cañones del convoy salvados
por la gesta del Camarón. Ante estos acontecimientos, el 31 de mayo el
presidente Juárez anunció al Congreso que el gobierno se trasladaría a
San Luis de Potosí, 320 kilómetros al norte de Ciudad de México. Varias
legaciones de países extranjeros lo acompañaron a la capital
provisoria, mas no así las de Estados Unidos, Ecuador, Perú y
Venezuela. El ministro peruano, Manuel Nicolás Corpancho, había
insistido en permanecer porque de ese modo era más fácil comunicarse
con los respectivos gobiernos y desde allí salvaguardar los intereses
de sus compatriotas y de la causa mexicana. Así fue, porque varios
liberales buscados por los franceses después que estos ocuparon la
capital, permanecieron ocultos en la legación peruana y Corpancho se
valió de la valija diplomática para enviar información útil a Juárez.
Cuando los franceses descubrieron las actividades del diplomático
peruano, lo expulsaron de México. En su travesía de regreso al Perú, la
nave que conducía a Corpancho se incendió y aquel perdió la vida,
convirtiéndose en mártir de la diplomacia peruana. El control francés sobre México, gracias al apoyo que brindó el partido
conservador a esta aventura imperialista, desembocó en un plebiscito
cuyo “resultado” permitió que el 10 de abril de 1864, a un año de la
heroica acción del capitán Danjou y sus hombres, el joven archiduque
Maximiliano de Habsburgo, hermano del kaiser austriaco Francisco José,
aceptara la corona imperial de México en Miramar. Cuatro días después,
el cándido emperador y Carlota, su joven esposa, abordaron la fragata
francesa Novara y partieron hacia su nuevo hogar en las Américas.
Maximiliano, que era incapaz de comprender que México no lo
buscó ni lo deseaba, encontró un ambiente hostil y el rechazo
mayoritario de una población que se negaba a ser gobernada por un
extranjero. En poco tiempo se enfrentaría a otra dura realidad: la
imposibilidad de neutralizar la oposición armada liderada por Benito
Juárez. Apenas a dos años de su inauguración, el imperio mexicano se
estaba derrumbando a pasos agigantados. Ante los serios problemas
políticos y económicos que enfrentaba su gobierno, el emperador pensó
en renunciar al trono, sin embargo, la emperatriz Carlota logró
disuadirlo y se ofreció a ir ella misma con Napoleón III para
garantizar su respaldo. Pero Napoleón determinó retirar el ejército de
ocupación en México por dos razones: la presión de los Estados Unidos y
la necesidad de contar con todas las fuerzas disponibles para la
defensa de Francia ante la amenaza de una guerra con Prusia. La misión
de Carlota contemplaba igualmente una entrevista con el Papa, a fin de
arreglar los problemas del gobierno de su esposo con la Iglesia y
recobrar así el apoyo eclesiástico, pero el Sumo Pontífice también se
negó a negociar, lo que provocó que Carlota enfermara gravemente y no
regresara a México.
Al enterarse del fracaso de la misión y de la enfermedad de su
cónyuge, Maximiliano insistió en renunciar, pero su familia en Europa
se opuso argumentando que por honor debía permanecer en el trono hasta
el final. Asimismo, sus seguidores le solicitaron quedarse en el país
para defender la monarquía. Así, el emperador europeo de México,
resignado a su suerte y sin el respaldo de las armas francesas,
desistió definitivamente de abdicar.
Los generales Miramón y Márquez, recién llegados de Europa,
fueron encargados de reorganizar el ejército imperial para enfrentarse
a las ya bien organizadas fuerzas republicanas. Miramón consiguió
capturar la plaza de Zacatecas, donde se hallaba el presidente Juárez,
pero no pudo apresarlo. Sin embargo, días después el ejército de
Miramón fue derrotado por el que encabezaba el general Escobedo, en San
Jacinto. Este revés hizo pensar a los defensores del imperio que tenían
que arriesgarse a una batalla decisiva en el centro del fragmentado
país. Maximiliano escogió Querétaro, que resultó ser una mala
estrategia, pues su defensa sólo era posible ocupando las alturas de
esa ciudad, lo cual su disminuido ejército no podía hacer. Tan pronto
como el ejercito republicano dirigido por Escobedo avanzó hacia
Querétaro, se iniciaron dos largos meses de sitio que culminaron con la
derrota definitiva del ejército monárquico y la captura de Maximiliano
y Miramón. Juárez, basado en una ley redactada en 1862 que condenaba a
muerte a todo aquel que atentara contra la independencia de México,
dispuso que se juzgara a Maximiliano por traición. Fue un juicio
sumario pero justo y la corte decretó la pena capital. Ni las súplicas
de nobles europeos e incluso de los Estados Unidos pudieron impedir que
el emperador fuera fusilado junto con Miramón y Mejía, en el Cerro de
las Campanas en la mañana del 19 de junio de 1867. Antes de morir, el
emperador, quien durante sus últimas horas demostró una admirable
dignidad, pronunció las siguientes palabras que denotaron el cariño que
había adquirido hacia México:
“Perdono a todos y le pido a todos que me perdonen. Que mi
sangre, que está a punto de ser derramada, sea por el bien del país.
¡Viva México, viva la independencia!”.
La fecha de la batalla del Camarón se erigió desde 1904 en un
evento ritual para la Legión Extranjera, y hoy día se celebra con gran
pompa y respeto en el patio de honor del cuartel general de la Legión
en Aubagne, cerca de Marsella. La mano del capitán Danjou, guardada en
una pequeña urna, es exhibida frente a los regimientos y un recuento de
la batalla es leído a cada una de las unidades de la Legión en el día
de las ceremonias. Las cenizas de los demás muertos en el Camarón son
preservadas en un relicario, mientras que el águila mexicana, que se
convirtió en la insignia del primer regimiento, es paseada alrededor de
la capilla. La palabra “Camerone” está inscrita en letras de oro en las
paredes de Les Invalides en París. Las conmemoraciones se han extendido a México. En 1892 se autorizó a
Francia a levantar un monumento –remodelado en 1963 por el gobierno
mexicano, al cumplirse un centenario de esta batalla– cuyas
inscripciones dicen lo siguiente: “Aquí estuvieron menos de sesenta
opuestos a todo un ejército. La vida abandonó a estos soldados
franceses antes que el coraje el 30 de abril de 1863”. Las ceremonias
son atendidas por ciudadanos franceses residentes en ese país y
oficiales del ejército mexicano, para quienes por cierto no resulta
extraña la máxima de la Legión,
“Cada legionario tiene a Camarón tallado en su corazón”.

Les anexo la pagina de nuestro proyecto Museografico y los que quieran conocer más de Camaron estoy a sus servicios

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La Batalla de Camarón o Camerone Empty Re: La Batalla de Camarón o Camerone

Miér 14 Abr 2010, 1:20 pm
muy buena historia camarada sin palabras asi me quede despues de leer la hitoria La Batalla de Camarón o Camerone Icon_eek

y se te agradece esta aportacion tan interezante La Batalla de Camarón o Camerone 408914
entrajavier
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La Batalla de Camarón o Camerone Empty Re: La Batalla de Camarón o Camerone

Miér 14 Abr 2010, 9:30 pm
wowwwwwwwwww, que me senti transportado a esa epoca, no puedo describir las emociones que desperto en mi al estar por un momento en ese lugar. (es algo que me pasa, no se porque, pero puedo visualizar con detalle la escena)
MIGUEL RODRIGUEZ GONZALEZ
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La Batalla de Camarón o Camerone Empty Re: La Batalla de Camarón o Camerone

Jue 15 Abr 2010, 11:18 pm
¡Excelente historia compañero!.
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