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Otra historia de Álamos y sus riquezas
Vie 22 Oct 2010, 10:35 pm
Don José María Almada PDF Imprimir E-Mail
Calificación del usuario: / 2
MaloBueno
por Gilberto Escobosa Gámez
Thursday, 26 de August de 2010
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De su libro titulado “CRÓNICAS SONORENSES”
Don José María Félix Urbano Almada y Alvarado era un alamense riquísimo; se sabía que en las provincias de Sonora y Sinaloa no había otro individuo más rico que él, y por otra parte su tacañería estaba en la misma medida. Se decía y con buen fundamento, que sus minas en Álamos estaban consideradas como las mejores de México.
De don José María se esparció el rumor y ha llegado a nuestros tiempos, que cuando se casó una de sus hijas, cubrió el camino con barras de plata desde su casa hasta el templo para que la muchacha en el trayecto no pisara sobre tierra. Pero no ha faltado quien diga que esa versión fue inventada puesto que el propietario de esas barras jamás se habría arriesgado a que una o dos piezas de plata fuesen robadas. Uno de los que desmienten este suceso es el cronista del viejo Álamos, don Manuel Santiago Corbalá Acuña (Q.E.P.D.).
Otra anécdota de don José María que de boca en boca llegó a estos días, que Corbalá afirma que ésta sí es verídica, es la siguiente:
Un día de 1830 se le presentó su sobrino en primer grado y a la vez ahijado Martín Salido, solicitándole un modesto préstamo de $ 200.00 para irse a la sierra que divide a Sonora y Chihuahua, donde tenía información de que existían unas minas de oro y plata que no habían sido denunciadas ante la autoridad correspondiente.
Don José María, con la experiencia que le daban sus 39 años de edad -nació el 18 de mayo de 1791-, le dio a su sobrino muy sabios consejos en el sentido de que no confiara mucho en las personas que le acompañarían, que llevara a la sierra suficientes víveres, cobijas, ropa gruesa y buenas armas. Pero el dinero que necesitaba para comprar todo lo que le recomendaba, ¡nada!, ¡ni un centavo partido por la mitad! Salido acababa de poner a prueba la cicatería de su pariente y padrino.
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Quién sabe cómo lo haría Martín; pero sucedió que consiguió un poco de dinero y se fue a la sierra a realizar su aventura; quizá llevó poca comida y poco de todo; mas tuvo éxito en su empeño: localizó las minas que después se llamaron de Huruapa y Topago, donde montó haciendas de beneficio que le hicieron muy rico.
Un día llega a Álamos una recua de mulas cargadas con barras de plata vigiladas por un grupo de vaqueros armados, entre quienes viene también Martín Salido. Previamente este nuevo minero rico había comprado una casa elegante, con amplios corredores, varias alcobas, dos salas, una cocina y una bodega para guardar el metal mientras llegaba el tiempo de enviado a la Ciudad de México.
Ahora Martín no lucía tan joven como anteriormente a su aventura; en esta ocasión se le veía un poco más robusto, quemado por el sol de la montaña y muy elegante. También había traído de Chihuahua a una hermosísima esposa que vestía lujosamente, y a partir de que estableció su residencia empezó a verse con muchos visitantes, parientes y amigos que iban a disfrutar de una buena comida y de los mejores vinos europeos.
Un día se le ocurrió a don José María Félix Urbano Almada y Alvarado, el tío más tacaño del mundo, visitar a su sobrino y ahijado para cerciorarse de si tanta riqueza era una realidad o una exageración de los vecinos de Álamos. Don Martín le recibe amablemente y su pariente le ruega que le lleve a la bodega donde tiene las barras de plata y de oro. El anfitrión le sienta en un cómodo sillón frente al precioso metal y pretextando cualquier asunto, sale y lo deja solo para que contmple a satisfacción los ricos metales. Pasa una hora y don Martín no regresa; transcurre una más y ya molesto el pariente sale y le encuentra en una animada plática con otros visitantes. Don José María Félix Urbano le reclama el abandono en que le dejó y a tal reclamo don Martín exclama: "Perdona, tío; yo pensé que venías a ver mi dinero y para que te dieras gusto te dejé solo para no interrumpirte. Nunca creí que vinieras a ver a mi persona; pero siéntate ahora entre nosotros y platiquemos".
El señor Almada no aceptó la invitación de sentarse y platicar con el sobrino y sus amigos, pues bien comprendió que aquello era un castigo a su codicia. Sin embargo, ni así cambió de actitud; siguió siendo un cicatero hasta el final de sus días.
Don José María Almada contrajo dos veces matrimonio. La primera, el 18 de abril de 1813 con doña Isabel Quirós y Mora, quien le dejó viudo. Posteriormente se casó con doña Mercedes Ibarra. Estas dos damas fueron muy caritativas y generosas con las familias pobres; todo lo contrario a su marido que jamás le daría agua al gallo de la pasión.
Cuando murió el viejo Almada en 1866, dejó muchos bienes que pasaron a poder de su viuda doña Mercedes y a los numerosos hijos venidos al mundo en sus matrimonios, que posteriormente al triunfo de la República fueron incautados por el Gobierno de Pesqueira. Así desapareció aquella gran fortuna.
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MaloBueno
por Gilberto Escobosa Gámez
Thursday, 26 de August de 2010
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De su libro titulado “CRÓNICAS SONORENSES”
Don José María Félix Urbano Almada y Alvarado era un alamense riquísimo; se sabía que en las provincias de Sonora y Sinaloa no había otro individuo más rico que él, y por otra parte su tacañería estaba en la misma medida. Se decía y con buen fundamento, que sus minas en Álamos estaban consideradas como las mejores de México.
De don José María se esparció el rumor y ha llegado a nuestros tiempos, que cuando se casó una de sus hijas, cubrió el camino con barras de plata desde su casa hasta el templo para que la muchacha en el trayecto no pisara sobre tierra. Pero no ha faltado quien diga que esa versión fue inventada puesto que el propietario de esas barras jamás se habría arriesgado a que una o dos piezas de plata fuesen robadas. Uno de los que desmienten este suceso es el cronista del viejo Álamos, don Manuel Santiago Corbalá Acuña (Q.E.P.D.).
Otra anécdota de don José María que de boca en boca llegó a estos días, que Corbalá afirma que ésta sí es verídica, es la siguiente:
Un día de 1830 se le presentó su sobrino en primer grado y a la vez ahijado Martín Salido, solicitándole un modesto préstamo de $ 200.00 para irse a la sierra que divide a Sonora y Chihuahua, donde tenía información de que existían unas minas de oro y plata que no habían sido denunciadas ante la autoridad correspondiente.
Don José María, con la experiencia que le daban sus 39 años de edad -nació el 18 de mayo de 1791-, le dio a su sobrino muy sabios consejos en el sentido de que no confiara mucho en las personas que le acompañarían, que llevara a la sierra suficientes víveres, cobijas, ropa gruesa y buenas armas. Pero el dinero que necesitaba para comprar todo lo que le recomendaba, ¡nada!, ¡ni un centavo partido por la mitad! Salido acababa de poner a prueba la cicatería de su pariente y padrino.
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Quién sabe cómo lo haría Martín; pero sucedió que consiguió un poco de dinero y se fue a la sierra a realizar su aventura; quizá llevó poca comida y poco de todo; mas tuvo éxito en su empeño: localizó las minas que después se llamaron de Huruapa y Topago, donde montó haciendas de beneficio que le hicieron muy rico.
Un día llega a Álamos una recua de mulas cargadas con barras de plata vigiladas por un grupo de vaqueros armados, entre quienes viene también Martín Salido. Previamente este nuevo minero rico había comprado una casa elegante, con amplios corredores, varias alcobas, dos salas, una cocina y una bodega para guardar el metal mientras llegaba el tiempo de enviado a la Ciudad de México.
Ahora Martín no lucía tan joven como anteriormente a su aventura; en esta ocasión se le veía un poco más robusto, quemado por el sol de la montaña y muy elegante. También había traído de Chihuahua a una hermosísima esposa que vestía lujosamente, y a partir de que estableció su residencia empezó a verse con muchos visitantes, parientes y amigos que iban a disfrutar de una buena comida y de los mejores vinos europeos.
Un día se le ocurrió a don José María Félix Urbano Almada y Alvarado, el tío más tacaño del mundo, visitar a su sobrino y ahijado para cerciorarse de si tanta riqueza era una realidad o una exageración de los vecinos de Álamos. Don Martín le recibe amablemente y su pariente le ruega que le lleve a la bodega donde tiene las barras de plata y de oro. El anfitrión le sienta en un cómodo sillón frente al precioso metal y pretextando cualquier asunto, sale y lo deja solo para que contmple a satisfacción los ricos metales. Pasa una hora y don Martín no regresa; transcurre una más y ya molesto el pariente sale y le encuentra en una animada plática con otros visitantes. Don José María Félix Urbano le reclama el abandono en que le dejó y a tal reclamo don Martín exclama: "Perdona, tío; yo pensé que venías a ver mi dinero y para que te dieras gusto te dejé solo para no interrumpirte. Nunca creí que vinieras a ver a mi persona; pero siéntate ahora entre nosotros y platiquemos".
El señor Almada no aceptó la invitación de sentarse y platicar con el sobrino y sus amigos, pues bien comprendió que aquello era un castigo a su codicia. Sin embargo, ni así cambió de actitud; siguió siendo un cicatero hasta el final de sus días.
Don José María Almada contrajo dos veces matrimonio. La primera, el 18 de abril de 1813 con doña Isabel Quirós y Mora, quien le dejó viudo. Posteriormente se casó con doña Mercedes Ibarra. Estas dos damas fueron muy caritativas y generosas con las familias pobres; todo lo contrario a su marido que jamás le daría agua al gallo de la pasión.
Cuando murió el viejo Almada en 1866, dejó muchos bienes que pasaron a poder de su viuda doña Mercedes y a los numerosos hijos venidos al mundo en sus matrimonios, que posteriormente al triunfo de la República fueron incautados por el Gobierno de Pesqueira. Así desapareció aquella gran fortuna.
- PachitoGran Experto del Foro
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Re: Otra historia de Álamos y sus riquezas
Vie 22 Oct 2010, 10:50 pm
Orale Hector que buena historia,...bien por el sobrino que la supo hacer, que bueno que el tio no le dio nada para la excurcion, si no hubiera querido la mitad del dinero del sobrino .
Saludos.
Saludos.
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