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CAMBIOS Y PERMANENCIAS EN LA MONEDA MEXICANA DURANTE EL SIGLO XIX parte I
CAMBIOS Y PERMANENCIAS EN LA MONEDA MEXICANA
DURANTE EL SIGLO XIX
Introducción
Resulta natural que después de 300 años de dominio español
sobre el territorio de la actual República Mexicana persistieran, por años y
aún por décadas, diversas situaciones de hecho y de derecho en todos los campos
y facetas de la vida cotidiana, a la vez que empezaron a reflejarse cambios
cada vez más numerosos y profundos que fueron definiendo y caracterizando al
México independiente.
En este breve ensayo pretendo destacar los principales
cambios y las más marcadas permanencias por lo que respecta al sistema
monetario en general y a algunas piezas numismáticas particulares, tanto en su aspecto
legal como en el de forma, resaltando lo que a mi juicio ha resultado
trascendente para la conformación del sistema financiero del México actual.
Estas líneas también pretenden despertar el interés de los
historiadores por el estudio de esta temática, que no ha sido suficientemente
abordada y que presenta un amplio espectro de posibles investigaciones.
El sistema monetario durante el virreinato Desde 1536 cuando
se instaló y comenzó a funcionar la Casa de Moneda de México se adoptaron los
métodos de fabricación y las denominaciones y usos de la Península; el sistema
monetario español era básicamente bimetálico (oro y plata) y octaval por lo que
se refiere a las denominaciones de sus monedas.
En la Nueva España predominaron las acuñaciones en plata,
tanto por su riqueza minera de ese metal, cuanto por disposiciones legales que
prohibieron la amonedación del oro y por intentos frustrados de incorporar
piezas numismáticas de cobre u otros metales.
La unidad monetaria era el Real (que con el tiempo tendría una
equivalencia de 12 y medio centavos), y sus múltiplos y submúltiplos componían
el monetario novohispano:
1/16 avo (Pilón)
1/8 avo (Tlaco)
¼ (cuartilla)
½ (Medio Real)
Real
Dos reales
Tres reales
Cuatro reales
Ocho reales
La moneda de tres reales tuvo muy corta vida y la acuñación
de moneda menor al medio real fue esporádica y por lo tanto escasa. Se suplía
generalmente con moneda que se ha llamado de necesidad o “de hacienda”, y que
eran fabricadas efectivamente en las haciendas, pero también en pequeños
comercios o pulperías y por otro tipo de particulares. Por muchos años se
siguió usando la almendra de cacao en regiones determinadas. Conviene
puntualizar que las primeras monedas de ocho reales, antecesoras del Peso
mexicano, corresponden al reinado de Felipe II, época en que aún las monedas no
llevaban fecha, práctica iniciada a fines del siglo XVI.
El oro se empezó a acuñar en Nueva España hasta 1679, (3)
conforme a orden del 25 de febrero de 1675, y su unidad era el Escudo, que mantenía
una equivalencia con el Real de 16 a 1, por lo que se requerían dos monedas de
Ocho Reales para adquirir un Escudo.
El diseño de estas monedas, e incluso su contenido en metal
fino, sufrió transformaciones durante la larga etapa virreinal, y se
perfeccionaron sus métodos de acuñación, incorporándoles innovaciones producto del
ingenio nacional. Desde 1536 las monedas de plata se acuñaron con una ley de 11
dineros 4 granos o sea un contenido de metal fino de 930.51milésimos. (La plata
pura correspondía a 12 dineros y cada dinero a 24granos).
Por Real Ordenanza del Marqués de Croix, a partir del 1º de
enero de 1772,la ley de las monedas, (o sea su contenido de metal fino) se
redujo en beneficio de la Corona, quedando de la siguiente manera:
Plata De 930.51 milésimos (11 dineros, 4 granos)
A 902.77 milésimos (10 dineros, 20 granos)
Oro De 916.66 milésimos (22 quilates)
A 904.51 milésimos (21 ½ quilates, 21 ½ granos)y por
disposición, también reservada, de 25 de febrero de 1786,nuevamente se redujo
el contenido del metal fino, quedando temporalmente las de plata con 895.83
milésimos (10 dineros, 18 granos)y permanentemente las de oro con 875 milésimos
(21 quilates).
Con este mismo contenido de metal fino se siguieron acuñando
las monedas de oro y de plata durante todo el siglo XIX, no obstante los
cambios políticos que incluyeron los dos efímeros imperios. Esta situación
marca la primera gran permanencia del sistema monetario español. La segunda,
igual de importante, es el uso de las denominaciones en reales y escudos hasta
bien entrada la segunda mitad del siglo XIX y, en ocasiones, como las monedas
de Ocho reales que se exportaban al Oriente, hasta los inicios del siglo XX. Y una
tercera consiste en que se mantuvo también por todo el siglo la exportación de
moneda de plata a diversos países extranjeros éntrelos que destacaron China,
Filipinas y los Estados Unidos, donde incluso la pieza de ocho reales o Real de
a Ocho adquirió curso legal.
La exportación de esta moneda, práctica que se inició
durante el virreinato con envíos a la Metrópoli en pago de regalías e impuestos
y como pago de mercaderías que venían de Europa y Oriente, perduró –como se
dijo- hasta principios del siglo XX, gracias a la calidad y cantidad del metal
contenido en cada moneda, y también a la buena técnica de fabricación y al
prestigio de las casas de moneda mexicanas.
Una de las características de la moneda
universal, que la novohispana comparte y que luego se entiende a la del México
independiente y, en parte, hasta la de nuestros días, consiste en el diseño que
comprende la identificación del gobierno que la manda acuñar, bien mediante la
efigie del gobernante en turno, bien con su escudo de armas o escudo nacional,
es una cuarta pervivencia que se hace especialmente patente durante los
imperios de Iturbide y Maximiliano, cuyas monedas ostentan sus respectivas
efigies.